¿Bendices a Dios cada día? ¿Tienes costumbre de realizar bendiciones en tu día a día? Bendecir es agradecer y es mucho lo que ha hecho Dios con cada uno. De este modo, el padre Ed Broom, religioso oblato experto en temas de espiritualidad invita a los creyentes a adquirir el hábito de recibir bendiciones a la vez que uno mismo se convierta en una bendición para Dios.
Según afirma, con la propia vida, la presencia y las acciones de cada uno se puede ser una bendición constante para el mundo ahora, mañana y hasta la eternidad.
Estos son 10 formas de bendición que todo católico tiene a su alcance en su vida y que recoge Catholic Exchange:
1. Despierta: ¡Bendice a Dios de inmediato!
El padre Broom hace una importante exhortación: “Al despertar, lo primero que debemos hacer es hacernos la Señal de la Cruz y decir: ‘en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo’. ¡Cada día, al despertar, este debe ser nuestro primer gesto y nuestras primeras palabras!”.
De hecho, recuerda unas palabras del Cura de Ars, que decía: “el que bien empieza, bien acaba”. Por ello, es importante empezar y acabar el día alabando y bendiciendo a Dios.
2. Bendiciones a la hora de comer
Es importante recuperar e instaurar nuevamente en los hogares las tradiciones que se están perdiendo y que se iban pasando en las familias de padres a hijos. Bendecir y dar gracias por los alimentos antes de comer es un gesto sencillo pero muy significativo. Al hacer este pequeño signo se expresa a Dios una gran gratitud por todo lo que Él da a sus hijos.
“Al bendecir la comida con la familia, invitamos a Jesús a sentarse a la mesa para estar con nuestra familia. ¡Qué gran presencia! ¡Qué invitado tan maravilloso!”, recuerda el padre Broom.
3. Que los padres bendigan a sus hijos
Todas las noches, los padres deben formar el hábito de bendecir a sus hijos antes de que se vayan a dormir. Los padres están llamados a ser una bendición para sus hijos así como a bendecirlos. El padre está llamado a ser el sacerdote de la familia; por lo tanto, debe bendecir a sus hijos todas las noches.
El religioso oblato hace incluso un añadido: “mejor aún, deja que el padre y la madre bendigan a sus hijos con agua bendita, ¡una bendición adicional y aún más poderosa! ¡Incluso los demonios temen el uso adecuado del agua bendita!”
4. Una bendición sacerdotal
“El día después de mi ordenación sacerdotal (25 de mayo de 1986), tuve el privilegio único de que las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa cantaran en mi primera misa en nuestra parroquia romana, Santa Elena. Después de la misa las monjas me invitaron a su convento que estaba a menos de una milla de nuestro Seminario. Al llegar las monjas abrieron la puerta y me recibieron a mí ya mi familia con mucha alegría; probablemente había cerca de 70 monjas. De en medio de estas monjas se me acercó una monja más pequeña y mayor. Se arrodilló para recibir mi bendición. Era la Madre Teresa de Calcuta. Quería arrodillarme para recibir su bendición. Sin embargo, ella insistió en arrodillarse y rogar humildemente mi bendición. Con miedo y temblor, impartí una de mis primeras bendiciones sacerdotales a la Madre Teresa de Calcuta”, cuenta este sacerdote.
Continúa el padre Broom: “¿Por qué esta gran mujer permaneció arrodillada? ¡Fe! Tenía mucha fe en la presencia y la bendición de Jesús a través de la presencia del sacerdote. De hecho, aunque nosotros como sacerdotes somos indignos de una llamada tan sublime y elevada, Dios todavía nos llama. Somos, en palabras de San Agustín, alter Christus —otro Cristo-, por el Sacramento del Orden Sacerdotal impartido en el día de la ordenación sacerdotal”.
5. Bendiciones de la Misa
Este sacerdote recuerda que “debemos inclinar la cabeza al final de la celebración del Santo Sacrificio de la Misa e implorar las bendiciones de la Santísima Trinidad—el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—con la bendición del sacerdote para concluir la Misa”.
6. Bendición de la Hora Santa
Otro momento privilegiado para recibir la más especial de las bendiciones es en el contexto de la Hora Santa . La Hora Santa concluye con la Bendición. El sacerdote (o diácono) levanta la custodia sobre el pueblo de Dios y luego imparte la bendición de Jesús. Este es el mismo Jesús que vivió hace 2000 años en Galilea. Este es el mismo Jesús que hizo ver a los ciegos, curó a los enfermos, limpió a los leprosos, fortaleció a los paralíticos e incluso resucitó a los muertos.
“Cuando el sacerdote está impartiendo esta bendición tan especial del mismo Jesús, debemos estar muy atentos para alabar a Jesús, agradecer a Jesús, pedirle perdón por nuestros pecados y suplicarle las gracias más abundantes que brotan de lo profundo de nuestros corazones”, añade el padre Broom.
7. Bendecir objetos religiosos
Del mismo modo, cuando se adquieran artículos religiosos es importante que un sacerdote o un diácono los bendiga lo antes posible. Rosarios, escapularios, estampas, medallas, estatuas, pinturas religiosas de Jesús, María y los santos, cruces y agua, todo esto puede ser bendecido por el sacerdote.
“Estos artículos religiosos, por haber sido bendecidos, deben ser tratados con respeto. Llévalos en persona: su escapulario, Rosario, medalla religiosa. Estos artículos religiosos no son amuletos de buena suerte sino recordatorios de la santa presencia de Dios en tu caminar diario, en tu vida diaria. Debemos hacer todo lo posible en nuestra vida para pensar en Dios, hablar con Dios y amar a Dios y estos son recordatorios sagrados. Aprovéchalos”, recalca el religioso.
8. La Sagrada Eucaristía
No hay nada más importante que la misa y recibir la Comunión: el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, el “Santo de los Santos”. “¡La mayor bendición es Jesús mismo!”, recuerda Ed Broom.
9. Haz de tu vida una bendición para los demás
“Después de haber recibido al Señor Jesús en el corazón mismo de vuestro ser, id con el deseo ardiente de un verdadero misionero. Ve con la bendición de Dios dentro del corazón y lleva las bendiciones de Dios dondequiera que vayas y a quienquiera que encuentres y que Dios ponga en tu camino. Dios es la mayor bendición. Dios te ha bendecido abundantemente. Ahora es tiempo de que seas una bendición constante para el mundo entero. ¡Bendito seas! ¡Sé una bendición para los demás!
10. Las bendiciones de Nuestra Señora
Cuando Santa Isabel saludó a Nuestra Señora en la Visitación, San Juan Bautista saltó de alegría desde el seno de María. Movida por el Espíritu Santo, Santa Isabel se dirigió a Nuestra Señora con estas palabras inspiradoras, sublimes e inmortales: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…” (Lc 1, 42). Entonces la Virgen, en su sublime cántico de alabanza (Lc. 1:48) se hizo eco de la palabra “bendición” al decir: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Todopoderoso ha hecho grandes cosas por mí y santo es Su nombre”.
“Si de verdad queremos aprender el arte de vivir una vida bendecida y el arte de bendecir a los demás, dirijámonos a la ‘Bendita entre las mujeres’, María santísima, y roguémosle sus oraciones y bendiciones en esta vida y para toda la eternidad! Sea alabada, bendecida y adorada la Santísima Trinidad, por intercesión de María”, concluye Ed Broom.
ReL
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