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lunes, 14 de marzo de 2022

Evangelio del día


 

Evangelio según San Lucas 6,36-38.

Jesús dijo a sus discípulos:
«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
El buen celo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org


“Den y se les dará” (Lc 6,38)

Cristo Jesús no dejará nuestra generosidad sin recompensa. Fuente de toda gracia y verdad, dijo: “Den y se les dará” (Lc 6,38). El que da al prójimo, recibe a su vez de Dios.
Existen almas que no avanzan en el amor de Dios porque Dios se muestra avara con ellas. Dios se muestra avaro, porque ellas mismas se muestran egoístas y no quieren dase a Cristo en los miembros de Cristo. (…) “La medida con que ustedes midan también se usará para ustedes” (Lc 6,38). Es la clave de la esterilidad espiritual de muchas almas. Dios deja en su aislamiento a los que se rodean de precauciones para salvaguardar su egoísta tranquilidad. Cerrándose al prójimo, esas almas se cierran a Dios. Como Dios es fuente de toda gracia y sin él no podemos hacer nada por la felicidad eterna, nada puede esperar un alma que se cierra así voluntariamente a la venida de la gracia.
Dios se deja conmover por nuestras miserias. A condición que seamos sensibles a las miserias y necesidades de nuestros hermanos. (…) Demos sin reserva. Escuchemos al Señor que nos dice: “Yo, que soy Dios, amo ese prójimo, me he librado por él, lo llamo a la misma felicidad eterna que a ti. ¿Por qué no amarlo en la medida que lo amo? Si no puedes amarlo en la medida que yo lo amo, al menos ámalo tan ardientemente como puedes, por mí y en mí”. (EDD)

Oración

Deseo transformarme en tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón y mi alma al prójimo.
 
Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle. 

Ayúdame Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos. 
 
Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos. 
 
Ayúdame Señor, a que mis manos  sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y penosas. 
 
Ayúdame Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.  
 
Ayúdame Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.
Jesús mío, transfórmame en Ti porque tú lo puedes todo. Amén

* Santa María Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia

 























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