Evangelio según San Lucas 11,5-13.
Jesús dijo a sus discípulos: |
"Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, |
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', |
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. |
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. |
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. |
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. |
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? |
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? |
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!". |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022) |
«Al que llama, se le abre la puerta»
Cristo dice a los doctores de la Ley: «Malditos vosotros porque habéis quitado la llave del conocimiento» (Lc 11,52). ¿Qué es la llave del conocimiento sino la gracia del Espíritu Santo dada por la fe, que por la iluminación da el pleno conocimiento, y abre la puerta a nuestro espíritu cerrado y velado?… Y yo añadiría: la puerta, es el Hijo: «Yo soy la puerta», dice él mismo. La llave de la puerta, el Espíritu Santo: «Recibid el Espíritu Santo, dice; a los que perdonéis los pecados, les serán perdonados, a los que se los retengáis, les serán retenidos». La casa, es el Padre: «Porque en la casa de mi Padre, hay muchas estancias». Poned, pues, una esmerada atención al sentido espiritual de estas palabras… Si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, como dice Cristo: «Nadie va al Padre si no por Mí». |
Ahora bien, que el Espíritu es el primero que abre nuestro espíritu y nos enseña todo lo que se refiere al Padre y al Hijo, es él mismo quien nos lo ha dicho: «Cuando vendrá el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y os guiará hasta la verdad plena». Así ves, como, por el Espíritu, o mejor aún, en el Espíritu, el Padre y el Hijo se dan a conocer inseparablemente… |
En efecto, si llamamos ‘llave’ al Espíritu Santo, es que por él y en él, primeramente, tenemos el espíritu iluminado, y, purificados, estamos iluminados con la luz del conocimiento y bautizados de lo alto, regenerados y hechos hijos de Dios, tal como lo dice Pablo: «El mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables», y también : «Dios ha derramado su Espíritu en nuestros corazones, que clama: ‘Abba, Padre’». Es, pues, él quien nos da a conocer la puerta, puerta que es luz, y la puerta nos enseña que aquél que habita en la casa es, él también, luz inaccesible. |
(Ref. bíblicas: Lc 11,52; Jn 10,7.9; 20,22-23; 14,2; 10,3; 14,6; 15,26; 6,13; Rm 8,26; Ga 4,6) (EDD) |
Oración
¡Oh vida de mi vida, Cristo santo! ¿A dónde voy de tu hermosura huyendo? ¿Cómo es posible que tu rostro ofendo, que me mira bañado en sangre y llanto?
A mí mismo me doy confuso espanto, de ver que me conozco y no me enmiendo; ya el Ángel de mi guarda está diciendo, que me avergüence de ofenderte tanto.
Concédeme el don de la oración y me convertiré a tí Misericordia eterna. Amén
(cf. catholic.net)
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