Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. |
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia |
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". |
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados. |
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta |
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. |
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? |
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". |
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
San Bruno de Segni (c. 1045-1123) |
La fe que purifica
¿Qué otra cosa representan los diez leprosos sino a los pecadores?... Cuando apareció Cristo Nuestro Señor todos los hombres padecían la lepra del alma aunque no todos estuvieran afectados por ella en el cuerpo... Ahora bien, la lepra del alma es mucho peor que la del cuerpo. |
Pero, miremos lo que sigue: “...se detuvieron a distancia y comenzaron a gritar: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.” Estos hombres se detuvieron a distancia porque no se atrevían, siendo leprosos, acercarse a Jesús. Lo mismo nos pasa a nosotros: mientras permanecemos en nuestros pecados, nos quedamos alejados de Dios. Para recobrar la salud y curar de la lepra de nuestros pecados, supliquemos con voz fuerte y digamos: “Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.” Con todo, esta súplica no debe ser una simple profesión de los labios sino que debe salir de nuestro corazón, porque el corazón tiene una voz más fuerte que la boca. La oración del corazón penetra los cielos y se eleva hasta el trono de Dios. (EDD) |
Oración
Permíteme nunca perder de vista tu misericordia y amor por mí. Altísimo Dios de misericordia, mírame con tus ojos de compasión. Deja que tu mano sanadora repose sobre mí. Deja que tu poder vivificante se derrame en todo mi cuerpo y en lo más profundo de mi ser. Amén
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