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domingo, 16 de octubre de 2022

Qué enseñar a tus hijos para hacer de un viaje una experiencia espiritual

 

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El psicólogo Guillermo Dellamary aporta criterios para saber si nuestros viajes familiares están planteados de forma óptima

Muchas personas tienen la ilusión de visitar diversos lugares de vacaciones. Algunos lo hacen regularmente, otros de vez en cuando y hay quien raramente. Para unos viajar es la mejor manera de vacacionar. Para otros es un lujo al conocer lugares de ensueño como Roma, París, Londres o Egipto.

Según las reflexiones de monseñor Fisichella, expresadas en el reciente Congreso sobre la Pastoral del Turismo, hay tres maneras de hacerlo:

  • la del turista,
  • la del viajero
  • y la del peregrino.

El turista

El primer tipo es el que va a ver, a conocer, a tomar fotografías, a visitar los lugares más famosos y gasta de acuerdo a su presupuesto en lo que le parezca más atractivo. Suele disfrutar de sus alimentos favoritos y comprar lo que se le antoje, desde souvenirs hasta obras de arte. Igual hace largos itinerarios o simplemente se queda por varios días en un hotel de lujo y paga caros tours y guías.

El viajero

En cambio, el viajero ya tiene un propósito más definido de su visita: quiere conocer, aprender, explorar e indagar.

Va en busca de algo más específico. Quiere incrementar su cultura, va a lugares más allá de los famosos y conocidos. Estudia y se informa de la historia y de los autores de las obras y monumentos.

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Viajar puede ser una experiencia muy enriquecedora para los hijos.

Los viajeros tienen más interés en diversos museos y leen con detalle la información. No sólo se pasean sino que disfrutan el encuentro con las costumbres. El viajero igual va a un mercado popular a probar los alimentos locales que a visitar el jardín botánico o la cascada más cercana. Perfectamente utiliza el transporte público y recorre a pie los centros históricos. 

El viajero no sólo ve sino que se involucra y se relaciona con la gente local, observa más de cerca sus maneras de ser y trata de aprender algo de ellas.

El peregrino

El peregrino, por su parte, deja su lugar de origen, su familia, sus tareas habituales y se va en busca de una experiencia cultural y espiritual. Quiere encontrarse consigo mismo.

Su recorrido tiene que ver más con un crecimiento personal, un adquirir un mayor nivel de consciencia. De enfrentar nuevos retos y de incrementar su visión de la vida al encontrarse con inesperados horizontes. 

Está dispuesto a superar las dificultades y a aprender de sí mismo y del mundo que recorre. A la vez que transita por el mundo exterior, también lo hace en el interior. De aquí el tradicional peregrinar del Camino de Santiago o a tantos otros santuarios y lugares sagrados.

COMPOSTELA
La peregrinación del Camino de Santiago tiene tradición de cientos de años.

El peregrino quiere regresar de nuevo a su casa, pero con cambios importantes en su visión de la vida. Desea saber más de sí mismo y del mundo en el que habita. Por ello puede hacer una excursión por las montañas o ir a lugares remotos y sin prestigio alguno.

Es una experiencia que le ayuda a crecer y ser mejor persona. Deja todo lo anterior para obtener una renovación espiritual y cultural. Quiere reinventarse, renovarse y descubrir algo más de sí mismo y del entorno que visita.

¿Cómo viajas o has viajado tú?

El turista hace viajes más superficiales. El viajero se enfoca en la experiencia cultural y el aprendizaje. En cambio, el peregrino se concentra en su crecimiento cultural, emocional y sobre todo espiritual.

Ahora estás en la posibilidad de identificar:

  • ¿Qué tipo de experiencias has realizado en tus vacaciones y tiempos libres?
  • ¿De qué manera te has comportado cuando viajas? 
  • ¿Cuál es tu estilo personal?

Con estos elementos podrás tener una visión más clara de lo que quieres trasmitir a tus hijos en tus próximas vacaciones.

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En tus manos está cómo quieres que sea vuestro próximo viaje familia.

Aspectos a tener en cuenta con los hijos

Puedes considerar los siguientes puntos:

Enséñales a observar, a contemplar y a mirar los detalles de las cosas.

Que la experiencia la hagan con calma y lentitud, evitemos las prisas y la saturación de actividades.

Hazles ver la enorme diversidad cultural que existe, e invita a que descubran su riqueza.

Provoca su apetito por nuevos y exóticos platillos, y que se atreva a probarlos.

Induce su curiosidad por estudiar y aprender de los lugares que visita.

Insiste en que el peregrinar más importante es al interior de uno mismo.

El mundo es tan variado y hermoso, que su diversidad natural, es una seria invitación a una experiencia integral.

Los viajes son una gran oportunidad de contactar con las personas y establecer nuevos vínculos.

Trasmite a los hijos que una de las mejores maneras de aprovechar las vacaciones y el tiempo libre es viajando; para que desde pequeños aprendan a planear y a tener la seguridad de hacerlo.

Que aprendan a ahorrar y a conseguir los recursos, para no impedir realizar sus planes.

En fin, que vayan descubriendo la enorme geografía y riqueza cultural que existe, para que forme parte de su formación crecimiento continuo.

No lo olvides: admirar la belleza de lo creado es de las más grandes experiencias de amor que podemos tener.

Guillermo Dellamary,  Aleteia

Vea también     La familia - Iglesia doméstica:
vivir y transmitir la fe

(abundante material para ayudarles)





























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