Quien se siente amado experimenta lo que es el cielo, pero nosotros despreciamos el Amor y nos condenamos al infierno. Una impactante reflexión del sacerdote Luigi Maria Epicoco
«Todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre será perdonado, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no será perdonado».
Todo se nos puede perdonar menos no dejarnos amar. El Espíritu Santo es Amor, y no podemos blasfemar contra el Amor. De hecho, es el Amor el que nos salva.
Quien se siente amado experimenta lo que es el cielo, pero nosotros despreciamos el Amor, nos condenamos a experimentar su contrario: la ausencia del Amor, o el infierno.
Casi nunca pensamos que somos tan libres que podemos marcar la diferencia.
¿Qué quieres hacer con el Amor?
El Evangelio nos pregunta qué queremos hacer con el Espíritu Santo, qué queremos hacer con el Amor de Dios. Si nos dejamos amar, ese mismo Amor nos instruirá en todo. Él mismo nos conducirá en la dirección correcta:
“Cuando os lleven ante las sinagogas y ante los gobernantes y autoridades, no os preocupéis por cómo o cuál será vuestra defensa ni por lo que vais a decir. Porque el Espíritu Santo os enseñará en ese momento lo que debéis decir”.
La verdadera oración
Esta es la gran enseñanza de santa Teresa de Ávila, quien enseñó un tipo de oración que nada tiene que ver con la mera repetición de palabras. Se trata más bien de consolidar la relación con este Amor que se nos ha revelado en la persona de Jesucristo. Para ella rezar no era simplemente decir cosas, sino dirigirse a Alguien.
Si en la oración perdemos de vista “Quién” está frente a nosotros, entonces se convierte en un paliativo psicológico, una forma más de ponernos a nosotros mismos y a nuestros problemas en el centro.
En cambio, orar significa dejar de mirarnos a nosotros mismos y empezar a mirar a Alguien que, por el solo hecho de estar ahí y existir, hace cambiar la esencia de toda nuestra vida.
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en la Iglesia, al Cristiano
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