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jueves, 12 de junio de 2025

Evangelio del día - Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote


 

Lectura de la carta a los Hebreos 

10, 12-23

 

Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies. Y así, mediante una sola oblación, Él ha perfeccionado para siempre a los que santifica. El Espíritu Santo atestigua todo esto, después de haber anunciado: “Ésta es la Alianza que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo pondré mis leyes en su corazón y las grabaré en su conciencia, y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades”. Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación.

Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que Él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y lleno de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura.

Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque Aquél que ha hecho la promesa es fiel.

Palabra de Dios

 


SALMO RESPONSORIAL 

Sal. 39, 6ab. .9bc. 10. 11ab

R/. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!

¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, Dios mío! Yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón. R/.

Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, Tú lo sabes, Señor. R/.

 

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14-20

Llegada la Hora de pasar de este mundo a su Padre, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios”.

Y tomando una copa, dio gracias y dijo: “Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios”. Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de la cena, hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.”.

Palabra del Señor

Reflexión sobre la pintura al fresco del Altar Mayor

La fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es una adición relativamente reciente al calendario litúrgico. Fue establecida en 1987 por la Congregación para el Culto Divino para su celebración en España, y poco a poco fue adquiriendo un reconocimiento más amplio en toda la Iglesia universal. Actualmente se celebra en muchas diócesis de todo el mundo el primer jueves después de Pentecostés, momento propicio que sigue a la efusión del Espíritu Santo y refleja la misión permanente de la Iglesia bajo el sacerdocio eterno de Cristo.

La fiesta dirige nuestra atención al Oficio Sacerdotal de Cristo, que es a la vez sacrificio y sacerdote, el que eternamente intercede por nosotros ante el Padre. Sirve de poderoso modelo para todos los bautizados y, de modo particular, para el sacerdocio ordenado. Como los sacerdotes actúan in persona Christi (en la persona de Cristo) están llamados a reflejar el amor oblativo, la misericordia y la intercesión del Sumo y Eterno Sacerdote. Hoy se nos recuerda que debemos rezar por nuestros sacerdotes, para que sus vidas reflejen cada vez más la santidad, la humildad y la compasión de Cristo, y para que, a través de ellos, la Iglesia sea continuamente alimentada, sanada y conducida hacia el Padre.

El fresco de la Crucifixión de Pietro Gagliardi en San Girolamo dei Croati (la iglesia nacional de los católicos croatas en Roma) evoca maravillosamente el papel de Cristo como Sumo Sacerdote Eterno, ofreciéndose como sacerdote y víctima en el altar de la Cruz. Pintado entre 1847 y 1852, se encuentra justo detrás del altar mayor. El fresco sigue la iconografía tradicional: Cristo crucificado en el centro, elevado sobre la cruz, centrado en la naturaleza sacrificial y redentora de su muerte. Debajo de la cruz, aparecen la Virgen María, San Juan Evangelista y María Magdalena, en actitud de duelo, pero también de contemplación. Lo que distingue el enfoque de Gagliardi es la claridad, la solemnidad y la emoción contenida de su composición. Los colores son sencillamente impresionantes.

Cristo no aparece simplemente como un hombre que sufre, sino como el mediador divino, elevado entre el cielo y la tierra, intercediendo por la humanidad. El fresco de Gagliardi se convierte en algo más que arte: es una teología visual del sacerdocio. Cristo crucificado se ofrece libremente, de una vez por todas, en perfecta obediencia y amor, un acto en el que todo sacerdote está llamado a participar a través de la Eucaristía. Al contemplar esta imagen, se nos recuerda que cada altar es una prolongación del Calvario, y cada sacerdote, al actuar in persona Christi, debe beber del mismo pozo de amor sacrificial.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Dios nuestro, que para gloria de tu nombre y salvación del género humano constituiste a tu único Hijo, sumo y eterno sacerdote, concede que el pueblo adquirido con su Sangre, por la participación en su memorial, pueda experimentar el poder de su Cruz y de su Resurrección, Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.























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