Recitamos tan apresuradamente la oración del Ave María que apenas nos detenemos a pensar en lo que decimos. Sin embargo, esta bellísima oración encierra el misterio inefable de la virginidad perpetua de María, su divina maternidad y la inconmensurable gracia que nos alcanza todo lo que pidamos por su intercesión.
Cualidades de la naturaleza angelical
El padre Antonio Royo Marín O.P., menciona en su libro La Virgen María, teología y espiritualidad marianas que "la bellísima salutación del Ave María ocupa el primer lugar entre las devociones marianas", rezada especialmente durante el santo rosario.
Dividida en dos partes, comienza con el saludo del ángel Gabriel a María con el "Ave María" o "Dios te salve, María". Enseguida, la llama la "llena de gracia". Aquí, el padre Royo comenta que muchos santos fueron llenos de gracia -o de la plenitud de Espíritu Santo-, así como san Esteban cuando fue apedreado (Hch 6, 5) o los Apóstoles cuando recibieron al Espíritu Santo en Pentecostés (Hch 2, 4) .
Pero en el caso de la Santísima Virgen, el saludo del ángel no fue una cortesía, sino una realidad inefable: Ella, concebida sin pecado, es reverenciada por un ángel, que es superior al ser humano en tres aspectos:
a) Primero en dignidad porque es de naturaleza espiritual incorruptible.
b) En segundo lugar, en cuanto a la familiaridad con Dios, el ángel es más cercano al Rey.
c) Tercero, el ángel sobresalía por la plenitud del esplendor de la divina gracia. Porque los ángeles participan de la misma luz divina con suma plenitud; por eso aparecen siempre radiantes.
María, más excelente que los ángeles
Nuevamente, el padre Royo, citando al Doctor Angélico - santo Tomás de Aquino - , argumenta por qué María Santísima superaba en todo al ángel, y el saludo que él le dirige es un reconocimiento a la superioridad de la "llena de gracia":
«La Santísima Virgen es más excelente que los ángeles en estas tres cosas:
a) Primeramente en cuanto al alma, en la que tuvo toda la plenitud de la gracia. Porque la gracia de Dios se da para dos cosas: para obrar el bien y evitar el mal. Ella evitó en absoluto todo pecado como nadie lo ha evitado jamás, a excepción de Cristo. Y en cuanto a obrar el bien, la Virgen Santísima practicó todas las virtudes.
b) En segundo lugar, fue llena de gracia en cuanto a la redundancia del alma sobre su propio cuerpo. Los santos poseen tanta gracia que su alma quede plenamente santificada; pero el alma de María estaba tan inmensamente llena de gracia que rebosó sobre su propia carne para que concibiera en ella al Hijo de Dios.
Y en tercer lugar, dice el padre Antonio Royo, que "en cuanto a la redundancia sobre todos los hombres":
Gran cosa es que algún santo posea tanta gracia que sea suficiente para la salvación de muchos. Pero poseer tanta gracia que fuera suficiente para la salvación de todos los hombres del mundo, sería lo máximo que puede pensarse.
Ante esta verdad, el sacerdote afirma que:
Esto precisamente ocurre con Cristo y con la bienaventurada Virgen. Porque en todo peligro pueden obtener la salvación de la misma Virgen gloriosa, y en toda obra de virtud pueden encontrar en Ella ayuda eficacísima.
Mónica Muñoz, Aleteia
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