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lunes, 29 de febrero de 2016

¿Qué significa “ser santo”? ¿Cómo se hace?

Eso es lo más importante: no hacerlo todo bien, sino hacerlo con amor

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La santidad de la vida diaria parece algo sencillo, algo de andar por casa. Tan fácil como hacer siempre lo que Dios quiere, vivir como Él me pide, cada día, cada hora. No sé si es tan fácil a la larga, la verdad.
Sé que ser santo no es hacerlo todo bien, ni ser perfecto. Lo comprendo con la cabeza, lo tengo claro como idea. Estoy de acuerdo y lo compruebo cada vez que anhelo una perfección que nunca logro.
Pero el corazón me traiciona. Si fallo me siento poco santo, me alejo de Dios, me escondo. Me veo sucio y mezquino. Debe ser que en el fondo del alma no acabo de creer en su misericordia.
Como si tratara de hacerlo todo bien, contentando a todos, contentando a Dios, para lograr tocar una meta que nunca alcanzo.
En realidad, no me siento santo. Y yo quiero ser santo en el fondo del alma. No por aparecer en el recuerdo de tantos. Como aquel que escribe en su cuaderno personal esperando que algún día alguien lea sus reflexiones y las guarde como un tesoro espiritual. No, quiero ser santo porque quiero amar y quiero ser amado.
Dice san Juan de la Cruz: “En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor”. Eso es lo más importante. No hacerlo todo bien, sino hacerlo con amor. Mi santidad tiene que ver con el amor. No con una vida sin tacha.
Quiero ser santo, pero no como si al serlo recibiera un premio merecido por mis esfuerzos, un pago equivalente en justicia al esfuerzo realizado. No es esa la santidad que sueño. No, deseo una santidad que me haga amar más, una santidad que sea una obra de arte de Dios en mí.
Una santidad que me permita tocar más el amor de Dios, abismarme en la hondura de su alma. Ser cauce que lleve las aguas de su misericordia, reflejo pálido de la luz de su amor.
Me atrae la idea de saberme amado profundamente por Dios siempre y querer amarlo siempre a Él con todo mi corazón.
Decía la misionera Victoria Braquehais: “Todos necesitamos saber que somos amados. Eso es lo que nos hace felices. Amados de forma personal”. Es verdad.Necesito saberme amado en mi pequeñez. Es la verdadera santidad, lo sé, lo entiendo.
Amar y ser amado. Es lo que de verdad me hará feliz y lograré que otros sean felices. Porque esa es la pregunta. ¿Qué necesita el que está cerca de mí para ser más feliz? ¿Qué tengo que cambiar yo para que los que me rodean sean más felices?
La santidad entonces deja de ser un camino de autosantificación, para convertirse en una vida de servicio, de entrega. Amar y ser amados. Parece tan sencillo y me encuentro tan lejos.
En el fondo de mi ser lucho como un esclavo por hacerlo todo bien, por cumplir expectativas, por responder a lo que la vida parece pedirme. Me doy cuenta de que ese no es el camino. Una perfección que no logro. Un cumplimiento que no siempre me resulta.
Quisiera aprender a tratar a todos con misericordia. En eso consiste la verdadera santidad. En amar bien a cada uno, sin distinciones, en todo momento, en toda circunstancia. Y no consiste en poner el acento en mi propio yo, en mi esfuerzo, en mi lucha diaria.
A veces el nombre santidad de la vida diaria” me evoca esa lucha denodada por tocar la cumbre más alta cada día. Y puede ser entonces que me olvide de lo más importante: la santidad que Dios me pide no consiste en ser perfecto. La santidad es otra cosa.
Más bien la santidad es tocar mi pequeñez con alegría. Conmoverme al verme débil y alegrarme de ese amor de Dios que me sostiene. Y entonces darle a Dios mi sí, frágil, débil, pronunciado de rodillas.
Mi sí a mi pequeñez, cuando no puedo y caigo, cuando no avanzo y no logro lo que sueño. Decirle a Dios que sí, que le quiero hoy, aquí y ahora, en las circunstancias que me tocan vivir hoy, en el presente. Ese sí que le repito a Jesús a cada paso.
Le digo que le quiero, que le sigo, que le necesito. Le digo que no puedo caminar sin su fuerza porque mi santidad no se construye a base de golpes de pecho.
Se construye cuando me dejo hacer. Cuando camino tratando de dar más, de amar más. Intentando sembrar esperanza. Preocupado más de los demás que de mí mismo. Sabiendo que Dios me hace nuevo cuando yo me dejo hacer. Y construye conmigo cuando me dejo utilizar por Él.

¿Qué 3 cosas significa santiguarse?


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El padre Mike Schmitz lo explica de una forma gráfica y directa, y sobre todo nos ofrece tres poderosas razones para hacer con frecuencia la señal de la Cruz.

Cuaresma tiempo de conversión. 3 famosos nos cuentan su historia


Se convirtieron: Ahora son católicos entusiastas

A veces sin quererlo uno cae en la tentación de creer que las cosas que Dios hacía en el pasado ya no las hace más. Los grandes milagros y las tremendas hazañas que vivieron los israelitas, los testimonios de los primeros cristianos que daban su vida por amor a Cristo y las historias de conversión de grandes santos como San Agustín, San Ignacio de Loyola o San Francisco de Asís son cosas del pasado. Si fuera así, entonces creemos en un Dios inerte y que dejó de formar parte de la historia pero esto no es cierto. Nuestro Dios avanza junto con la humanidad, la acompaña, la anima y sigue haciendo grandes hazañas, mostrando su poder y mostrándonos su amor a través de testimonios de conversión radicales como los de los santos de antaño.

Para que no tengamos que mirar tan hacia atrás en la historia, sino que podamos buscar dentro de nuestros contemporáneos algunas referencias sobre cómo vivir la radicalidad de la conversión y de una vida que busca la santidad, queremos compartirte estos testimonios de conversión de personajes famosos actuales, que estando completamente alejados del Señor, de un momento a otro cambiaron el rumbo y tomaron el camino de la fe.

Dios lo hizo antes, lo ha hecho hace poco y lo seguirá haciendo en el futuro. No hay razones para desconfiar de Él o sentir que nos ha dejado solos. Y en este tiempo de Cuaresma, en que somos invitados a caminar en Santidad y convertir nuestros corazones de piedra, estas historias de conversión seguro nos animarán a cambiar nuestras propias vidas.


Álvaro Vega


Graduado de Ingeniería eléctrica, se dedicaba a crear canciones de hip hop con letras de las cual él mismo hoy se avergüenza. Cambió su vida y su música. Sigue haciendo Hip hop, pero buscando transmitir fe y esperanza, ya no desde su casa, sino desde el semanario diocesano en Miami. De hecho, el rector del seminario fue quien lo animó a subir sus canciones y videos a Youtube. Su vida a cambiado de rumbo: desde las calles y la marginalidad, a los estudios y la formación para convertirse en sacerdote, su obispo le anima a que siga en el camino de la música y le dice: «(…) para predicar el evangelio hay hablar el lenguaje de los oyentes».


Karyme Lozano


Actriz mexicana, reconocida en el mundo de las teleseries por su talento. Rodeada de popularidad, lujos y éxito. Ella misma reconoce que vivía obsesionada por el mundo de la fama y el dinero. La enfermedad y muerte de su padre, fue el suceso que detonó su anhelo por encontrar sentido para su vida. Casi en paralelo con su amigo Eduardo Verástegui, vivió un proceso de conversión, en donde Dios la llamó a cambiar de vida de forma radical y volverse completamente hacia Él, dejando todo atrás. Hoy es una reconocida activista pro vida, católica ferviente y vive su castidad con mucho orgullo.


 Millie Stegman


Millie es una actriz argentina que ha protagonizado exitosas telenovelas en su país, la mayoría de las veces interpretando el papel de villana. Llegó a un momento de su vida en que su trabajo en televisión ya no le resultaba  satisfactorio y comenzó a cuestionar si realmente eso era lo que tenía que hacer. En esa búsqueda de sentido llegó a los brazos de la Virgen María a través de una peregrinación. Esa experiencia fue tan fuerte que cambió su vida de forma permanente. Hoy en día es una católica comprometida de misa diaria y que no tiene vergüenza en contar su testimonio una y otra vez, para animar a otros, que también están en búsqueda, a que se acerquen al Señor.





domingo, 28 de febrero de 2016

¿Cómo será el cielo? 10 santos te lo cuentan


¿Cómo será el cielo? 10 santos te lo cuentan

La fe verdadera tiene más que ver con la esperanza y la alegría que con el miedo y el horror; la contrición perfecta, después de todo, tiene que ver con amar a Dios, tanto que no osaríamos ofenderle, no con hacer malabarismos para evitar arder eternamente en el infierno. Así que para tener una mirada de esperanza a lo que espera a los fieles después de la muerte, os presento diez testimonios sobre el cielo según los santos, algunos de los cuales tuvieron incluso la suerte de experimentarlo de primera mano, antes o después de morir, y nos lo han contado.


Santa Faustina Kowalska escribió extensamente sobre sus viajes espirituales tanto al paraíso como al lugar de perdición en sus diarios, que han sido considerados por la Iglesia como revelaciones aprobadas.

Después de que Faustina quedara traumatizada por sus visiones del infierno, se le dio la oración a la Divina Misericordia para compartirla con el mundo como un arma en la guerra por la salvación de las almas.


Pero tristemente, se le recuerda más esto que sus alentadoras visiones del cielo, sobre las que escribió:

“Hoy fui al cielo, en el espíritu, y vi sus inconcebibles bellezas y la felicidad que nos espera después de la muerte. Vi cómo las criaturas dan sin cesar alabanza y gloria a Dios. Vi cuán grande es la felicidad en Dios, que se difunde a todas sus criaturas, haciéndolas felices; y así toda la gloria y la alabanza que brota de su felicidad vuelven a su fuente; y entran en las profundidades de Dios, contemplando la vida interior de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a quien nunca podrán comprender o abarcar. Esta fuente de la felicidad es inmutable en su esencia, pero siempre es nueva, brotando felicidad para todas las criaturas”.

San Alfonso María de Ligorio contó una historia que le compartió un superior de la orden jesuita quien se le apareció después de morir y le dio un informe detallado sobre qué trato la gente puede esperar en el cielo.


Según el difunto, las recompensas del cielo no son iguales para todos los que entran, pero todos los que entran quedan igualmente satisfechos:
Ahora estoy en el cielo, Felipe II rey de España está en el cielo también. Los dos disfrutamos de la recompensa eterna del paraíso, pero es diferente para cada uno de nosotros. Mi felicidad es mucho mayor que la suya, pues no es como cuando estábamos aún en la tierra, donde él era de la realeza y yo era una persona corriente. Estábamos tan lejos como la tierra del cielo, pero ahora es al revés: lo humilde que yo era comparado con el rey en la tierra, así le sobrepaso en gloria en el cielo. Con todo, ambos somos felices, y nuestros corazones están completamente satisfechos”.

El papa san Gregorio Magno habló de la unidad sobrenatural entre la comunión total de los santos en el cielo, y su aparentemente infinito conocimiento: “Además de todo esto, una gracia más maravillosa se otorga a los santos en el cielo, porque conocen no sólo a aquellos con los que estaban familiarizados en este mundo, sino también a los que antes nunca vieron, y conversan con ellos de una forma tan familiar como si en tiempos pasados se hubieran visto y conocido: y por lo tanto, cuando ven a los antepasados en ese lugar de felicidad perpetua, luego los conocerán de vista, aquellos de cuya vida oyeron hablar. Pues ver lo que hacen en ese lugar con un brillo indescriptible, igual a todos, contemplando a Dios, ¿qué es lo que no saben, si conocen al que lo sabe todo?”


Otros santos nos han dejado parecidas visiones y descripciones fantásticas del cielo:

San Agustín: “Allí, la buena voluntad estará tan dispuesta en nosotros que no tendremos otro deseo que el de quedarnos allí eternamente”.

San Felipe Neri: “Si tan sólo llegáramos al cielo, qué cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre diciendo con los ángeles y los santos, Sanctus, sanctus, sanctus”.

San Anselmo de Canterbury: “Nadie tendrá ningún otro deseo en el cielo que lo que Dios quiere; y el deseo de uno será el deseo de todos; y el deseo de todos y de cada uno de ellos será también el deseo de Dios”.

San Juan María Vianney: “Oh mis queridos feligreses, ¡tratemos de llegar al cielo! Allí veremos a Dios. ¡Qué felices nos sentiremos! Si la parroquia se convierte vamos a ir allí en procesión con el párroco a la cabeza… ¡Tenemos que llegar al cielo!”

Santa Bernadette Soubirous: “Mi corona en el cielo brillará con inocencia, y sus flores serán radiantes como el sol. Los sacrificios son las flores que Jesús y María eligieron”.

Santo Tomás Moro: “La tierra no tiene ninguna tristeza que el cielo no pueda curar”.

El cielo es un lugar maravilloso, y todos deben esforzarse para llegar allí. Pero quizás la cita “celestial” más alentadora de todas viene de santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”, quien señaló que tan gloriosa como el cielo, Dios encuentra la presencia de sus hijos infinitamente más deseable: “Nuestro Señor no desciende del cielo todos los días para estar en un copón de oro. Se trata de encontrar otro cielo que es infinitamente más querido para Él, el cielo de nuestras almas, creado a su imagen, los templos vivos de la adorable Trinidad”.

Kirsten Andersen / Aleteia

10 tips para los que quisiéramos que la Cuaresma dure menos


Sebastián Campo, catholic-link
Uno esperaría que para cuaresma se nos relaten historias de grandes santos o al menos de personajes reconocidos que con su testimonio nos motiven a aspirar a cosas grandes, a alcanzar esos planes que Dios tiene para cada uno de nosotros. Pero esas historias a veces nos suenan un poco lejanas, parecidas a leyendas de súper-héroes, como si ellos tuvieran un “gen de santidad” que les ayuda a poder acercarse al querer de Dios y en algún momento de sus vidas dar el paso radical de conversión para volverse plenamente hacia el Señor y correr a sus brazos.
Cuando tenemos todas esas historias y las sentimos así de distantes nos agarra la desmotivación y dejamos todo a medias. Ya sea por la frustración de no poder cumplir lo que nosotros mismos nos propusimos hacer, por la voluntad debilucha y flaca que no alcanza ni para ayunar un vaso de agua o porque estamos metidos en ambientes laborales, académicos y familiares que nos hacen todo cuesta arriba.
Hoy les comparto mi propio camino, un camino que es de tres pasos para adelante y dos para atrás. Avanzo, pero no a la velocidad que quisiera y cada vez que logro avanzar, sé que voy a retroceder un poco.  No es un anti testimonio, sino un compartir desde la sencillez y fragilidad de un cristiano de a pie, que no tiene su foto en una estampita sobre los altares.
Esta Cuaresma, en el marco del Jubileo de la Misericordia, es un tiempo perfecto para ponerse el calzado deportivo, la ropa más cómoda y emprender el camino guiados por la voluntad de Dios.
Acá te dejamos 10 tips que debes poner en práctica para que la Cuaresma para ti no sea un camino tortuoso, lleno de privaciones y sacrificios imposibles de alcanzar 😉



10 tips para los que quisiéramos que la Cuaresma dure menos



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1

Tratar de no detenerse de emergencia para el miércoles de ceniza

En el hemisferio sur es verano (soy chileno) por lo tanto el comienzo de la Cuaresma nos toma en vacaciones. Playa, comida, algunas copas de más, horarios desordenados y poca disciplina es lo común en este tiempo. No pocas veces me descubrí diciendo: «no puede ser que mañana sea miércoles de ceniza», casi con pena por no poder “disfrutar” lo que queda de verano. Muchas otras veces, hace años atrás me pasó que nunca me enteré que era miércoles de ceniza mientras estaba envuelto en siestas de varias horas (algunas con resaca), almuerzos y una vida que poco tenía de austeridad y ayuno. Si a ti también te ocurrió, pues ya no hay más que intentar ponerte al día. ¡Si recordaste y celebraste miércoles de ceniza, pues todo bien! Ahora viene la parte buena...


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2

Pensar en tus propósitos

Esto es algo nuevo en mi vida. Mi conversión fue tardía, hice mi confirmación a los 21 años y recién comprendí todas estas cosas como a los 25 (actualmente tengo 30) por lo que cuando me acordaba de miércoles de ceniza y lo celebraba, luego me esperaba hasta Semana Santa y de vez en cuando pedía que en casa no se cocinara carne los viernes (más por superstición y miedo que por fe y amor). Ahora es diferente y me siento llamado a establecer propósitos para la Cuaresma. En lenguaje de videojuego: logros a desbloquear. Para este año pocos de mis propósitos tienen que ver con ayunos alimenticios pues soy un tipo flaco y generalmente como poco, más bien están relacionados con sanar las relaciones con algunas personas. ¿Ya meditaste sobre tus propósitos para esta Cuaresma? El ayuno, la oración y la limosna ayudan mucho para poder ordenar esas ideas y darles una forma concreta que te ayude a medir si has avanzado o no. Una buena idea es conversarlo con el Señor. Esto no se trata de una carrera personal, sino lo que Él quiera para ti.

3

Tener presente que también puedes ayunar cosas que no son alimentos

Como te decía y para envidia de muchos, la comida no es tema para mi por lo que no significa un real sacrificio. Sé que para algunos saltarse una comida en el día y casi como la pena de muerte y ayunar es realmente un calvario reservado para viernes Santo. Como sea te invito a proponerte un ayuno, algo realizable para que la frustración no te destroce, pero al mismo tiempo algo desafiante para que el ayuno tenga valor real. Te comparto algunas ideas que he vivido en este tiempo sobre el ayuno, nada nuevo ni muy original, pero recordar siempre ayuda:

Ayuno sin oración es dieta: si vas a dejar de comer pero no vas a rezar entonces hazlo en otra fecha del año.
El ayuno entrena tu fuerza de voluntad: la voluntad es como un músculo que luego vas a necesitar, si tu voluntad sólo es capaz de ayudarte a renunciar a algo pequeño o no tienes fuerza para renunciar a nada, cuando vengan tentaciones grandes que un pedazo de carne asada con tocino y una rica salsa, entonces vas a salir muy mal parado de esa. Mira el ayuno como un entrenamiento para vencer la tentación.
El ayuno si no es de alimentos, entonces debe ser de algo serio: no te consueles con borrar aplicaciones de tu teléfono. Vamos, ponle ánimo y ofrece en ayuno algo grande.

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4

Por hoy no

Lo aprendí de “Dunga”, un misionero brasileño de la comunidad Canción Nueva, quien tiene un show de televisión llamado “PHN” (por hoy no) y me sirvió mucho para preparar mi cuaresma de hace 3 años. Si te dices a ti mismo: «Esto no lo haré nunca más» y al pasar un par de días vuelves a caer, es probable que luego de un par de intentos de vivir el “nunca más” te sentirás frustrado, frágil, débil y sin  ganas de seguir dando esa pelea. Si en cambio te dices: «esto por hoy no lo haré», el objetivo es mucho más fácil de alcanzar, la sensación de victoria luego de lograrlo es incomparable.  Si llegas a fallar, pues te acuestas, te levantas y al día siguiente te vuelves a repetir a ti y a Dios “por hoy no” como si el marcador volviera a cero cada día, pues recuerda que su «amor y misericordia se renuevan cada mañana» ( Lamentaciones 3, 23).


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5

Confesarse frecuentemente

Un sacerdote que me confesó por mucho tiempo me decía: «¿has visto cuando tienden los cables eléctricos por las carreteras? Si los postes que los sostienen están muy distanciados los cables estarán más sueltos. Pero si están cerca, entonces el cable estará tenso». Si te confiesas muy distanciado uno de otro, lo que queda colgando se hará pesado y con cualquier viento y que lo mueva saldrán chispas que pueden producir un cortocircuito. Pero si frecuentas el sacramento de la reconciliación como si fueran postes muy cercanos uno del otro, entonces no habrá espacio para cables sueltos y todo estará mucho más en orden.


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6

Busca un confesor fijo, no cambies cada vez

Eso ha sido de las cosas que más me han ayudado y lo descubrí en la Cuaresma pasada: tener un confesor que no necesariamente es tu director espiritual pero si es el mismo sacerdote a quien hay que ir a poner la cara. Ellos representan a Jesús mismo perdonando tus pecados y tener una imagen a quien “rendirle cuentas” te hará pensarlo bien la próxima vez que quieras hacer la misma tontería, pues tendrás que ir donde tu confesor y decirle: «padre, ¿se acuerda lo de la última vez?, pues lo mismo pero ahora dos veces. Anótelo a mi cuenta». Tampoco la idea es que te pongas creativo e inventes pecados nuevos para no confesar lo mismo de siempre, sino que aproveches este tiempo especial para hacer desaparecer esos pecados y no pasar la vergüenza de tener que volver a confesarlos. No obstante eso, el mismo San Pablo declaraba tener una espina clavada en su carne de la que no podía deshacerse (Cf 2 Corintios 12,7) que le recordaba su debilidad. Quizás vas a tener que luchar con el mismo pecado mucho tiempo y confesarlo más de una vez, que eso no te desanime, no dejes de confesarte.

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7

Sin dinero también puedes hacer limosna

Nunca he sido un tipo con dinero, mucho menos cuando era estudiante, por lo tanto hacer limosna y actos de caridad para los más desfavorecidos se me hacía complicado, pero no porque el dinero fuera una limitante sino porque yo era poco creativo y pensaba que sin plata no se podía ayudar. Hay muchas formas de hacer limosna. La clásica es que lo que ahorras al haber ayunado, en realidad no lo consideras como ahorro, sino como ofrecido en caridad y ese dinero lo destinas para quien lo necesite. Muchas veces preferí caminar o andar en bicicleta y el dinero del autobús lo junté para alguna causa benéfica. Junto a mis amigos siempre nos ha gustado organizar cosas. Quizás no tienes mucho dinero pero si puedes ayudar a reunirlo. Sé generoso con tus recursos aunque estos sean tus dones personales y no tus recursos económicos.


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8

No vivas la Cuaresma solo

A veces esto de  buscar la santidad y establecerse propósitos nos puede hacer mirar tan hacia dentro de nosotros mismos que terminamos haciendo de estos cuarenta días un tiempo para nuestro crecimiento personal en vez de que sea un tiempo para Dios. Yo descubrí que estaba un poco perdido porque aunque luchaba y luchaba no lograba avanzar y claro, nunca se me ocurrió hacer esto a medias con Dios, todo lo estaba haciendo con mis propias fuerzas. Algo así como pedirle al Señor que te ayude a darle justamente aquello que él mismo te pidió que le ofrecieras.

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9

No seas de los que prefieren “el ramito del domingo” y la “velita del viernes”

La primera Semana Santa que viví a conciencia me propuse participar de todo, algo que obviamente debí haber hecho toda mi vida.Comenzamos, como todos saben, con Domingo de Ramos. La gente en Chile es casi supersticiosa con la bendición del Ramo. Van a la  celebración para que le bendigan su ramo y tenerlo en casa como si el ramo tuviera algún poder para atraer bendiciones. Recuerdo ni siquiera haber tenido un ramo esa primera vez. Luego pasó la semana y el viernes conmemoramos el Vía Crucis en una peregrinación por las calles. Hacía frío, llovía un poco y solo habían algunas personas mayores. Que triste fue ver que se repite la historia. Para el Domingo de Ramos todos reciben felices al Señor pero pocos lo acompañan en su momento más difícil. No dejes solo a Jesús en este momento, toma tu vela y camina la vía dolorosa junto a él.


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10

Prepara tu Semana Santa con expectación

No son solo días de muchas misas y celebraciones solemnes, es un momento para dejar de Dios hable en tu historia. Deberías estar emocionado de haber terminado la Cuaresma e independiente de cómo la hayas vivido y si lograste o no lo que te propusiste, la expectación de de celebrar que Jesús venció a la muerte y nos regala Vida Eterna debería emocionarte. Me costó comprenderlo. Solo lo logré el año en que desocupé mi agenda y participé de todo lo que se podía participar y convertí la Semana Santa en una semana de siete días y no solamente de viernes, sábado y domingo.


10 tips para los que quisiéramos que la Cuaresma dure menos