¡Aprende qué es lo que embelesa su corazón y actúa!
En la universidad, conocí a una pareja de personas mayores que sentían un gran afecto por mí y me invitaban a menudo a cenar. Aunque eran perfectamente agradables conmigo, eran increíblemente hostiles el uno con el otro. Todas sus conversaciones terminaban en riñas y a menudo se dirigían al otro usando duras palabras y acerbas críticas.
Nunca supe la historia de esta pareja ni las razones de su acritud, pero puedo afirmar que no son los únicos que se comportan de esta manera hoy en día.
El matrimonio está en crisis y la tasa de divorcio ya se eleva a casi el 50% de las uniones. A pesar de que la Iglesia siempre ha defendido la indisolubilidad del matrimonio, también los católicos se divorcian. Así es la triste realidad.
Las causas de la crisis del matrimonio son numerosas, pero las soluciones para ponerle remedio, no obstante, son sencillas. Los que estamos llamados a la vocación del matrimonio, debemos amar a nuestras esposas.
No podemos cambiar el matrimonio de los demás, pero sí podemos cambiar el nuestro. En vista de tantísimas rupturas conyugales, nuestros matrimonios católicos deberían convertirse en testimonio profético de una vida dichosa, de amor y fidelidad.
Hay cientos de maneras de decirle a tu esposa que la amas, pero para empezar, aquí tienes 25:
- Escúchala y presta siempre atención a lo que te quiera explicar.
- Muéstrate afectuoso físicamente, pero no con un afecto puramente sexual.
- Sorpréndela con flores.
- Llévala a cenar (sin los niños).
- Cómprale un libro que sepas que tiene ganas de leer (o al menos reflexiona sobre qué le gustaría leer).
- Escríbele pequeñas palabras de amor (una vez al día, mínimo).
- Adelántate, no le des oportunidad a que friegue los platos.
- Haz algo de la lista de tareas que te ha confiado.
- Si tenéis un bebé, cambia los pañales (linimento oleo calcáreo, algodón, pañal nuevo y listo).
- Deja que salga con sus amigos y amigas mientras cuidas de los niños.
- Sostenle la puerta al pasar.
- Reza con ella y por ella.
- Pídele perdón cuando la hayas ofendido.
- Perdónala a ella siempre y nunca guardes rencor.
- Pídele consejo.
- Conoces los temas que la irritan, así que evítalos.
- Acompáñala a hacer la compra, a correr, a los bolos… a lo que quiera.
- Ayuna por ella.
- Compréndela y confórtala, disipa sus temores.
- Háblale de tu forma de ver la vida.
- Hazle cumplidos.
- Bésala en público y delante de los niños.
- Cógela de la mano.
- Renuncia a algo que querrías hacer en favor de algo que ella querría hacer.
- No la critiques… ¡dedícale elogios!
Resumiendo, quiérela como el primer día
En otro tiempo, tu principal preocupación fue la de conquistar el corazón de tu mujer y de darle pruebas de tu afecto. ¿Te acuerdas? Muchos hombres dejan de esforzarse después del intercambio de consentimientos. Algo así no puede durar mucho.
Tu misión, como marido católico, es estudiar a tu mujer a lo largo de toda vuestra vida juntos. Estudiarla para conocer mejor sus esperanzas y sueños, sus miedos y preocupaciones.
¿Cuáles son sus gustos? ¿Qué cosas detesta? ¿Qué es más probable que la haga feliz? ¿Cuál es su lenguaje del amor? ¡Aprende qué es lo que embelesa su corazón y actúa!
Señores, el matrimonio es un sacramento, igual que la confesión y la Eucaristía.
Un buen matrimonio puede hacernos crecer en nuestra vida espiritual y en nuestras gracias. ¿No es maravilloso? Y sin embargo, muchos de entre nosotros descuidan a sus esposas, mantienen una actitud irrespetuosa hacia ellas y las consideran un fastidio, algo nocivo, o peor, un enemigo. Qué triste…
Los santos nos dicen que podemos obtener más de los sacramentos si los recibimos con una buena disposición. Cuanto mejor preparados estén nuestros corazones, más gracias recibiremos.
Los que estamos llamados a vivir el sacramento del matrimonio, ¿por qué descuidamos tan a menudo nuestro matrimonio e ignoramos a nuestras esposas? Vuestra mujer es un signo sacramental para vosotros. Tratadla como tal.
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