7. La Campana Ambulante
(La Misa - Obligación)
En una ciudad grande vivía un muchacho
llamado Carlos Enrique al que le encantaba ir a Misa los domingos. Un día, un
chico que no valía la pena le dijo: "La Misa es aburrida. Hoy en día nadie
va a Misa". Al muchacho le impresionó tanto este comportamiento fatuo que
el domingo siguiente no entró a la iglesia sino que se fue al estadio. Había
competencias de natación. Su madre se dio cuenta que el vástago ya no iba a
Misa. No dijo nada. Solo acotó de pasada: "Quien no va a Misa, a este lo
recoge la campana grande de la Iglesia. Baja de la torre, persigue al renegado,
lo recoge bajo su manto y lo lleva a la iglesia".
También el domingo siguiente y
subsiguiente, Carlos Enrique dio un rodeo en lugar de ir a Misa y fue al
estadio. El cuarto domingo era igual. Las campanas tocaban. El jovencito salió
de casa en dirección a la iglesia, dio un rodeo y fue al estadio. De repente
escuchó detrás de él unos pasos apurados, unas sacudidas y un raspar como si le
persiguiera un camión pesado con mucha carga. Pensó enseguida: "Es laa
campana grande de la torre del templo". Se puso pálido como un muerto.
Quiso escapar pero la campana lo alcanzó, lo cubrió con su manto. Quiera o no
tenía que ir con ella. Así lo llevó la campana de regreso a la iglesia.
"El muchacho al que han traído a la
emergencia aún no despierta; sigue inconsciente", dijo la enfermera por
teléfono al médico residente. Los padres llegaron al hospital preocupadísimos.
La enfermera los llevó a la cama del accidentado. Su brazo izquierdo estaba
enyesado, su cabeza cubierta de vendas. Cuando sus padres se acercaron a la
cama abrió los ojos. Miraba y miraba. Luego preguntó: "¿Dónde estoy?"
Cuando, alejándose de la iglesia cruzaba la pista para llegar al estadio,
realmente le habían alcanzado y perseguido unas sacudidas. El remolque de un
camión había hecho un movimiento brusco y había golpeado al muchacho. Este fue
lanzado contra un árbol donde quedó en el suelo, sangrando e inconsciente. El
camión siguió su camino. Un momento más tarde llegó ayuda. Una ambulancia lo
llevó a la emergencia del hospital. Allí lo lavaron, lo limpiaron, lo vendaron
y le pusieron cantidad de inyecciones. Al despertar de su inconsciencia había
soñado. En el sueño se cumplió el aviso de su mamá. El ruido del camión se
convirtió en el sueño en la carrera de la campana. El sueño hizo del choque y
de la caída una campana que lo tapó con su manto para hacerlo regresar al
templo.
Por eso, después de preguntar dónde se
encontraba, lo primero que dijo Carlos Enrique era": De ahora en adelante
iré a Misa todos los domingos". Más tarde dijo: "No es por lo de la
campana. Es que he leído en los días que tenía que pasar en el hospital un
relato que dijo lo siguiente: "Cuando arreció la persecución de los
cristianos en África del Norte, los soldados tomaron preso en la pequeña ciudad
de Abilene a un grupo de cristianos. Se les condenó a muerte sólo porque iban a
Misa los domingos. Se les llama a ellos los mártires del domingo. Dieron su
vida en favor de la Misa dominical, ¿y nosotros no queremos dar ni siquiera una
hora para ir la Misa dominical?"
La Misa es nuestro deber. Cada domingo las
campanas nos llaman a ella. En cada fiesta grande nos llega su voz:
"¡Venid todos! Cristo está presente. A Él queremos cantar". Quien no
viene descuida su deber. Quien no viene se excluye de la comunidad del amor y
de la gratitud. Actúa como quien que no quiere saber nada de sus hermanos y su
de su hermano mayor. Los hermanos - estos son los demás cristianos. El hermanos
mayor - este es Cristo, el Hijo de Dios. Él murió por nosotros. Por Él tenemos
vida - ¿y nos ausentaremos cuando renueva su sacrificio y se le ofrece la
acción de gracias dominical?
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