8. Llegó
una hora demasiado temprano.
(La Misa -
Una Fiesta del Cielo)
San Félix
de la casa real francesa de los Valois había dejado la corte real, se había
hecho monje y había fundado la orden de la Santísima Trinidad para la
liberación de los prisioneros. En aquel entonces fueron capturados muchos
cristianos por los sarracenos o los corsarios en pequeñas batallas navales y
llevado a África del Norte. Muchos, muchísimos le deben al santo, a su obra y a
sus religiosos la libertad y la vida. Estos tenían un voto especial: si no
había ya dinero para rescatar a los cristianos, ellos mismos se
entregarían al cautiverio en reemplazo de los prisioneros para lograr así su
libertad.
Félix había
llegado a los 85 años. Se celebraba la Fiesta de la Navidad. Luego de una
colación austera en la Nochebuena los monjes habían cantado las vísperas (= la
oración de la tarde de la Iglesia). Luego se acostaron para dormir unas horas
para estar descansados para la celebración de la Misa más importante de la
fiesta, la Misa de Gallo a medianoche. El santo escuchó que el reloj daba las
11.30. Se alistó rápidamente y bajó a la capilla unos minutos antes de las
doce. El recinto estaba pródigamente iluminado, en todas partes ardían velas y
lámparas de aceite. Las ramas de los pinos derramaban su perfume.
Pero Félix
se admiraba porque veía que todos los asientos del coro estaban ocupados. Se
fue a su asiento y a pesar de su severo recogimiento habitual no podía impedir
de echar una mirada alrededor. Miraba y vio que ninguno de sus monjes estaba
presente. En sus asientes estaban sentados los santos ángeles de los cuales
irradió una luz esplendorosa. En el lugar del Superior de la Orden estaba
sentada la Madre de Dios, la Virgen María. Algunos ángeles eran los salmistas y
entonaron los himnos y salmos. Otros ángeles proclamaron las lecturas. Todo el
coro de los ángeles cantaba los salmos con sus antífonas como es costumbre en
Navidad. Lo especial era que esta celebración tenía una armonía especial,
celestial. Las voces entonaban con precisión, las ceremonias eran llevadas con
suma solemnidad; había una especie de gloria que los cubría todo. A Félix se le
rebosó el corazón de gozo. Nunca había vivido así una Navidad.
Por fin
llegaron los monjes del convento. Es que el santo se había levantado una hora
demasiado temprano. Los frailes preparaban todo para la celebración de la Misa
e Gallo y los cantos de la celebración de Navidad. Descubrieron a su venerado
patriarca sentado en su lugar, inmóvil, el rostro inundado de alegría. Le preguntaron:
"¿Qué ha sucedido?". Les dijo: "Ya he celebrado la Navidad con
los ángeles y la Madre de Dios, la Virgen María. No me distraigan o no podré
seguirles en el canto de los salmos". Luego inclinó su cabeza sobre el
libro de los salmos. Había muerto. Podía continuar la celebración de Navidad en
el cielo y cantar con los ángeles.
Los monjes
comenzaron pronto la Misa de medianoche. No estaban tristes por la muerte de su
fundador. Su corazón estaba lleno de alegría porque sabían que los ángeles ya
habían comenzado a celebrar la fiesta y que ellos cantaban en el lugar de los
ángeles.
No hay por
qué envidiar a estos buenos monjes. Una fiesta celestial la tenemos nosotros
también, cada domingo, cada día. Es la Santa Misa. Cuando viene Cristo, vienen
con Él todos sus santos.. Él viene para orar con nosotros, para hablarnos, para
ser nuestro sacrificio y nuestra comida. Allí no pueden faltar los santos ni
los ángeles.
Los ángeles
y santos son mencionados en la Santa Misa. Alrededor de cuarenta nombres son
proclamados en el cánon romano(= las oraciones de la Misa alrededor de la
consagración). El canto de Santo, Santo nos hace unirnos al canto de los
ángeles. Esto no se hace en sueños o por medio de ritos rutinarios. Cuando se
llama a los santos ellos están invisiblemente presentes. Se menciona a los
ángeles, se canta su canto. Ellos están allí y cantan con nosotros. Ángeles y
santos rodean invisiblemente el altar durante la Santa Misa. Ellos llevan
nuestros dones al Padre. Ellos hacen de la Misa una fiesta del cielo en medio
de nosotros.
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