Andrés Jaromesuk, catholic-link
Muchos creen que la Edad Media fue una «Edad de Tinieblas»; un abismo que separó la Antigüedad griega y romana de las «nuevas luces» de la Edad Moderna. Más aún, muchos otros ven en la religión el factor responsable del atraso, la precariedad y la ignorancia en la que habría vivido la sociedad medieval.
Sin embargo… ¡nada más errado! Los diez siglos que separaron el saqueo de Roma -acontecido en 475 dC- del comienzo del siglo XVI dC en que se que inicia el mundo moderno; han sido no solo de un brillo inigualable sino, además, portadores de una cultura literaria, filosófica y científica que dejó su sello en la cosmovisión occidental.
Si bien es cierto que la Alta Edad Media (siglo V al XI dC) perdió mucho del vigor científico que caracterizó al mundo antiguo, esta realidad no respondió al factor religioso. Para refutar esta apreciación basta decir que en las mismas fechas, el mundo islámico -que había heredado la tradición griega- realizaba progresos en diversas ciencias. La causa de la demora en el cultivo intelectual debe buscarse, quizás, en el desorden posterior a la caída del Imperio Romano de Occidente y en el hecho de que en este no había sido plenamente asimilada la cultura científica griega y tuvo que ser recuperada posteriormente.
Cuando a partir del siglo XI dC las condiciones sociales y económicas mejoraron, una sociedad con una Fe tan ferviente y militante como la de los siglos anteriores produjo un despegue intelectual que le abrió las puertas al Mundo moderno.
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Las Ciudades
Los efectos del buen gobierno en la ciudad, de Ambrogio Lorenzetti (Siglo XIV dC).
La ciudad medieval, que surgió en el marco de la sociedad señorial, fue la más lograda concreción de los ideales sociales de la Edad Media. La filosofía política del Medievo estaba caracterizada por la idea de la unidad, de tal forma que la sociedad era concebida como un cuerpo donde cada miembro desempeñaba una función indispensable. En esta concepción, cada persona del cuerpo social era un fin en sí misma, y su oficio o quehacer una forma de servir a Dios por la cual participa en la vida común de todo el cuerpo social. La ciudad medieval configuró una auténtica y efectiva comunión y comunicación de bienes sociales, donde la pobreza material era compensada por un amplio despliegue de actividad comunal.
Los cuadros sociales: cofradías y gremios.
La vida del muy noble conde Gerard de Roussillon (Mediados del siglo XV dC).
La fuerza del grupo estaba presente en la mentalidad y la sociedad medievales. Una de estas formas de organización comunal fueron las cofradías, verdaderas instituciones fraternales ligadas a la vida religiosa; la mayoría de las veces reunidas por un culto común -a un santo patrono, a la Virgen o al Espíritu Santo, por ejemplo. Constituían una asociación de socorros mutuos que ayudaba a los miembros más desamparados y que realizaba una importante labor comunitaria –sobre todo para con viudas y huérfanos.
De las cofradías se desprendieron las corporaciones de oficios, cuando a aquellos intereses religiosos se le agregaron preocupaciones profesionales. Estos gremios se caracterizaban por intensos lazos de solidaridad y una compleja combinación de actividades religiosas y seculares tales como celebraciones de misas por cófrades difuntos, representaciones religiosas en las grandes fiestas o la comida comunal, la regulación del trabajo y el salario, y la asistencia a los agremiados en caso de enfermedad o desgracia.
Estas agrupaciones constituyeron formas de cooperación recíproca y brindaron un importante marco de contención a los sujetos.
La labor monástica
El monje Eadwine, Miniatura inglesa anónima (Mediados del siglo XII dC).
Tras las invasiones de los pueblos bárbaros (siglo V dC) que disgregaron los últimos vestigios del Imperio Romano de Occidente, toda la vida intelectual se refugia en la Iglesia. Los monjes celtas –que por entonces tenían el mejor dominio del latín y el griego- fueron los que iniciaron este movimiento copiando manuscritos y decorándolos con miniaturas ornamentadas (siglos VII y VIII dC).
El siguiente impulso lo daría el Renacimiento Carolingio, consecuencia de un conjunto de disposiciones que el monarca franco Carlomagno (742-814 dC) había tomado para mejorar el nivel intelectual del clero, asesorado por el clérigo anglosajón Alcuino. Esta reforma incentivo el ansia de conocimiento en monasterios e iglesias del continente, que se volcaron a la búsqueda de nuevos códices y multiplicaron sus copias.
Mientras la vida espiritual se guarecía en los monasterios, se planteó el problema de salvar y conservar la cultura antigua que comenzaba a perderse. La labor de los intelectuales del siglo V al IX dC fue simplemente recopiladora. La mayor parte de las obras de la Antigüedad clásica que han llegado a nosotros proceden de copias hechas en esta época.
Las universidades
Liber ethicorum des Henricus de Alemannia, de Laurentius de Voltolina (Miniatura de la Universidad de Bolonia. Mediados siglo XIV)
Las universidades fueron corporaciones de maestros y estudiantes que surgieron de forma espontánea desde el siglo XI dC bajo la autoridad episcopal. Si hasta ese momento, la actividad intelectual había estado centrada en la tradición monástica, a partir de entonces, con la aparición de las universidades, la cultura occidental adquirió una nueva disciplina científica de la cual se desprendieron los logros posteriores.
A estas instituciones educativas acudían maestros y discípulos de todo el Occidente. Los primeros estaban organizados en facultades y los segundos en naciones. Todos los alumnos tenían que estudiar, primeramente, filosofía en la facultad de artes para tener acceso a las facultades superiores donde se impartía Teología, Filosofía, Estudios Jurídicos, Artes o Medicina –dependiendo de la universidad. Toda la enseñanza se daba en latín, lo que contribuía a la formación de una cultura supranacional, unitaria y universal.
Las universidades más antiguas fueron las de Bolonia, París, Salerno, Montpellier y Oxford. En torno a estas y muchas otras, se fueron agrupando círculos académicos que protagonizaron apasionados debates filosóficos. De estas organizaciones hemos heredado las prácticas de los exámenes, la instrucción, las cátedras y la colación de grados.
Literatura
Manuscrito de la Divina Comedia de Dante Alighieri copiado por Giovanni Boccaccio (Siglo XIV dC).
El Medioevo brindó un prolífico trabajo literario cuyos géneros podrían dividirse según los grupos sociales. Las escuelas catedralicias, los conventos y las Universidades produjeron obras devoción, historia, filosofía, teología y ciencia; los caballeros y los castillos divulgaron la épica, la lírica y el romance caballeresco; y las ciudades y los sectores burgueses difundieron el drama y el fabliau (poemas narrativos breves).
De la literatura francesa hemos recibido el Juramento de Estrasburgo, elaborada en 842 dC, que preparó el desarrollo para la más importante canción de gesta -épica que narra las hazañas de un héroe- que fue El Cantar de Roldán, escrita hacia el año 1000 dC. De igual forma, la literatura española nos ha legado el célebre Mío Cid, redactado a mediados en el segundo tercio del siglo XII dC.
Luego, a partir del siglo XIV, el factor urbano es preponderante y surge una literatura de signo realista, crítico y mordaz. Característicos de esta etapa fue la Divina Comedia de Dante Alighieri, Canzioniere de Francesco Petrarca o Decameron de Giovanni Boccaccio.
Filosofía
La Edad Media, contrariamente a los que suele afirmarse, estuvo atravesada por importantes debates intelectuales. Los grandes problemas que cautivaron la inteligencia estuvieron centrados en tres temas capitales: la Creación, y si esta se basta a sí misma o debe ser conservada por Dios; la «cuestión de los universales», es decir, la entidad que le correspondían a los géneros y las especies; y la razón y el objeto al cual esta debía aplicarse.
La filosofía medieval, a rasgos generales, puede dividirse en dos períodos. El primero de ellos influenciado por la tradición patrística, de ascendencia agustiniana y neoplatónica. La segunda etapa, probablemente más fecunda, comienza con la paulatina irrupción del aristotelismo, que había sido conservado por la intelectualidad islámica y se difundió por los estrechos contactos con el mundo musulmán.
La corriente filosófica representativa del Medioevo fue la Escolástica, cuyo primer representante fue San Anselmo (1033-1109 dC). El saber escolástico fue fundamentalmente filosófico y teológico, y se cultivaba en las escuelas. Un sello distintivo de esta corriente fue el trabajo colectivo, en equipo, que constituyó un saber unitario conservado como un bien común que reunía los aportes de diversos pensadores.
Los principales filósofos medievales fueron Santo Tomás de Aquino, Guillermo de Ockam, Juan Dus Escoto, Rogerio Bacon, Juan de Salisbury, entre muchos otros.
Arte
“La Escala de la Virtud” en Hortus Deliciarum (1180 dC)
El arte, además de cumplir un fin devocional característico de una sociedad profundamente religiosa, tuvo esencialmente un carácter pedagógico. El arte cristiano del Medioevo no fue un arte de formas sino de ideas, y se convirtió en un lenguaje simbólico que se aplicó a diversos aspectos y buscó educar al espectador.
Los grandes valores que se representaron tuvieron una jerarquía en la cual la preeminencia la tuvo la Virtud, por ser considerada el fin supremo del hombre. Esta enseñanza moral solía representar alegorías de las virtudes y los pecados opuestos a estas.
En un segundo orden se encontraba la ciencia -entendida como el trabajo manual e intelectual- a la cual se le encomendaba la tarea de redimir al hombre cristiano, cooperando el sacrificio de Cristo con el trabajo dignamente aceptado del hombre.
Finalmente, se hallaba la naturaleza que, en la Edad Media, era comprendida en relación a un plano trascendente. En este sentido, desde una perspectiva divina, se buscaba conocer la naturaleza, pero no en sí misma, sino como un camino para llegar a Dios.
Ciencia
“La Filosofía y las Artes Liberales” en Hortus Deliciarum (1180 dC).
Los primeros pasos que Occidente dio hacia el desarrollo de las ciencias estuvieron motorizados por el contacto con la tradición científica de los árabes y el ingreso del conocimiento de las ciencias griegas. Intelectuales como Abelardo de Bath traducen al latín Los Elementos de Euclides o la Aritmética de al-Kwarizmi . Lo mismo haría su coetáneo Roberto de Chester con la obra Álgebra del mismo autor árabe, mientras en Toledo, en el siglo XII dC era traducido el Almagesto de Ptolomeo –tratado de Astronomía- y la Física de Aristóteles. En ciencias de la Naturaleza, se siguió el modelo de la Historia Natural de Plinio. Este sustrato abonaría el terreno para los desarrollos futuros.
En los siglos XIII y XIV dC, se gestarían el humanismo filosófico de Santo Tomás que representa el origen de la filosofía occidental y el idealismo científico de Rogerio Bacon que marca un nuevo ideal científico para Occidente. Este último puede ser considerado el fundador de la ciencia positiva. Aplica la matemática a la física y fabrica instrumentos ópticos. Sus obras Opus majus, Opus minus y Opus testium reunieron los conocimientos científicos de la época. Su maestro, Pedro de Maricourt, escribe un tratado sobre el imán, en tanto otros, como Leonardo de Pisa, Jordán Nemorario y Roberto Grosseteste, desarrollaban las matemáticas occidentales. La astronomía haría grandes avances de la mano de Bernardo de Verdún, Guillermo de San Clodio y Juan de Sicilia.
Dawson, Christopher, Historia de la cultura cristiana.
Heers, Jacques, El trabajo en la Edad Media.
Lacarra y De Miguel, Historia de la Edad Media (Primera Parte)
Lortz, Joseph, Historia de la Iglesia (Tomo 1)
Pirenne, Henri, Las ciudades de la Edad Media.
Reglá Campistol, Juan, Historia de la Edad Media (Segunda Parte)
Sebastián, Santiago, Mensaje simbólico del arte medieval. Arquitectura, liturgia e iconografía.
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