Homilía en Casa Santa Marta
Para amar a Dios concretamente, hay que amar a los hermanos, o sea, rezar por ellos, sean simpáticos o antipáticos, también por el “enemigo”, no dejar espacio a sentimientos de celos y envidia, y no hacer “murmuraciones” que destruyan a las personas. Es una fuerte exhortación al amor, la que el Papa dirige esta mañana, en la homilía de la Misa en Casa Santa Marta. Lo que da la fuerza para amar así es la fe,, que vence al espíritu del mundo, que es mentiroso y divide
Francisco reflexiona a partir de la primera carta del apóstol san Juan propuesta por la Liturgia. Juan habla de “mundanalidad”. Cuando dice que: “los que han nacido de Dios, son capaces de vencer al mundo”, está hablando de la “lucha de todos los días” contra el espíritu del mundo, que es “mentiroso”, es un “espíritu de apariencias, sin consistencia”, mientras que “el Espíritu De Dios es veraz”.
“El espíritu del mundo es el espíritu de la vanidad, de las cosas que no tienen fuerza, que no tienen fundamento y que caerán”, subraya Francisco. Como los dulces que se ofrecen en Carnaval, los buñuelos – llamadas en dialecto “las mentiras” – no son consistentes, sino “llenos de aire”, así es el espíritu del mundo: “lleno de aire” y engaña porque es “hijo del padre de la mentira”.
El apóstol ofrece la vía de la concreción del Espíritu de Dios, que “no va por las fantasías”: decir y hacer es la misma cosa. “Si tu tienes el Espíritu de Dios” – recuerda el Papa – harás cosas buenas. Y el apóstol Juan dice algo “cotidiano”: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. “Si no eres capaz de amar algo que ves, ¿cómo amarás algo que no ves? Eso es fantasía”, subraya Francisco, exhortando a amar “a este al que ves, que puedes tocar, que es real. Y no las fantasías que no ves”.
Si no eres capaz de amar a Dios en lo concreto, no es verdad que ames a Dios. Y el espíritu del mundo es un espíritu de división, y cuando se mete en la familia, en la comunidad, en la sociedad, siempre crea divisiones: siempre. Y las divisiones crecen y viene el odio y la guerra … Juan va más allá y dice: “Si uno dice ‘yo amo a Dios’ y odia a su hermano, es un mentiroso”, es decir, un hijo del espíritu del mundo, que es pura mentira, pura apariencia. Y esto es algo sobre lo que nos hará bien reflexionar: ¿yo amo a Dios? Vamos a la comprobarlo y veamos cómo amas a tu hermano: veamos cómo le amas.
El Papa Francisco se detiene en las tres señales que indican que uno no ama al hermano. La sonrisa se puede hacer de muchas maneras: en el circo los payasos sonríen, y a veces están llorando en el corazón. Lo primero, por tanto, es rezar por el prójimo, también por esa persona que “me es antipática” y que sé que “no me quiere”, también por ese que “me odia”, también por “el enemigo”, como Jesús dijo. Si no rezo, es una señal de que no amo.
La primera señal, pregunta que tenemos que hacernos: ¿rezo por esas personas? Por todas, concretas, las que me son simpáticas y las que me son antipáticas, las que son amigas y las que no son amigas. Segunda señal: cuando siento dentro sentimientos de celos, de envidia, y me vienen ganas de desearle el mal o no … es una señal de que no amas. Deténte. No dejes crecer estos sentimientos: son peligrosos. No dejes que crezcan.
Y después, la señal más cotidiana de que no amo al prójimo y por tanto no puedo decir que amo a Dios, es la murmuración. Metámoslo en el corazón y en la cabeza: si yo murmuro, no amo a Dios, porque con las murmuraciones estoy destruyendo a esa persona. Las murmuraciones son como los caramelos de miel, que son buenos, uno lleva a otro, y el estómago se enferma, con tantos caramelos … Porque es bueno, es “dulce” murmurar, parece algo bueno, pero destruye. Y esta es una señal de que no amas.
Si una persona deja de murmurar en su vida, “yo diría que está muy cerca de Dios”, porque – explica Francisco – no murmurar “custodia al prójimo, custodia a Dios en el prójimo”.
Y el espíritu del mundo se vence con este espíritu de fe: creer que Dios está en mi hermano, en mi hermana. La victoria que ha vencido al mundo es nuestra fe. Sólo con mucha fe se puede ir por este camino, no con pensamientos humanos de buen sentido … no, no: no sirven. Ayudan, pero no sirven para esta lucha. Sólo la fe nos da la fuerza para no murmurar, para rezar por todos, también por los enemigos, y para no dejar crecer los sentimientos de celos y de envidia. El Señor, con este pasaje de la primera carta del apóstol San Juan nos pide amor concreto. Amar a Dios, pero si no amas al hermano, no puedes amar a Dios. Y si dices que amas a tu hermano pero en verdad no le amas, le odias, eres un mentiroso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario