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martes, 15 de enero de 2019

Para los que NO fueron a la Santa Misa el domingo: vea lo que ha perdido


Tienes el manjar apostólico; cómelo, y no desfallecerás.
Dice a sus discípulos: Dadles vosotros de comer, no sea que desfallezcan en el camino Mt 14,16. Tienes el manjar apostólico; cómelo, y no desfallecerás. Come de él antes, para venir después al manjar de Cristo, al manjar del cuerpo del Señor, al banquete del sacramento, a aquel cáliz con el que se embriaga el afecto de los fieles; para que te vista con la alegría del perdón de los pecados, te quite los cuidados de este siglo, el miedo de la muerte, las preocupaciones. Con esta embriaguez no titubea el cuerpo, sino que resurge; el espíritu no queda confundido, sino consagrado.
San Ambrosio
Doctor de la Iglesia
Sermón 15 n.28

Ofrecerse humildemente como hostia viva a Dios.
Los bautizados no sólo son participantes del sacrificio mismo, sino que son el mismo santo sacrificio al mandarles que se ofrezcan humildemente como hostia viva a Dios, diciendo: Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios que presentéis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios Rom 12,1.
San Fulgencio de Ruspe
Carta 12 C.11 N24


Nuestra oblación y nuestro sacrificio.
No es celebrado el sacrificio del Señor con legítima santificación si no responde a la pasión nuestra oblación y nuestro sacrificio.
San Cipriano
Carta 63 N.10





Debemos imitar lo que hacemos ofreciéndonos a nosotros mismos.
Es necesario que cuando celebremos el Sacrificio Eucarístico nos inmolemos a nosotros mismos a Dios en contrición de corazón, porque los que celebramos los misterios de la Pasión del Señor debemos imitar lo que hacemos. Pues entonces en verdad será para nosotros la oblación hecha a Dios , cuando nos hiciéremos a nosotros mismos oblación.

San Gregorio Magno, Doctor de la Iglesia
Diálogos L.4 C.59



La Iglesia aprende a ofrecerse a sí misma.
Fue su voluntad divina también que fuese sacramento cotidiano el sacrificio de la Iglesia, la cual, siendo cuerpo místico y verdadero de esta misma y suprema cabeza, aprende a ofrecerse a sí misma en virtud del mandato de Jesucristo.
San Agustín, Doctor de la Iglesia
Ciudad de Dios L.10 C.20



Apostolado de la Santa Misa Diaria




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