Ante el desafío de la educación en tiempos de coronavirus, podemos tomar la oportunidad de enseñar lo esencial de la vida
Millones de niños en todo el mundo han visto interrumpida su educación por culpa de la pandemia de la Covid-19. Como maestros y padres no queremos que se atrasen y puedan estar al día con las actividades desde casa, pero es una tarea que no resulta siempre fácil.
Si los adultos nos sentimos abrumados, es comprensible que ellos también estén ansiosos y aún adaptándose al cambio de vida. De repente ya no pueden salir, tienen que ver a sus maestros a través de una pantalla y asociar el hogar como el nuevo ambiente de estudio.
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¿Qué aprenderán nuestros hijos en este tiempo de confinamiento o cuarentena? Esto puede ser algo que nos preocupe pero, en momentos como estos, vale la pena recordar el verdadero significado de la educación: ayudar a crecer. Y esto es algo que se hace desde adentro.
Hoy tenemos la oportunidad de relacionarnos con la gente desde el corazón y con un conocimiento que nos impulsa a comprometernos. El corazón es la sede de los sentimientos profundos que se conectan con la realidad de las cosas a través del intelecto.
Por eso, para una verdadera pedagogía intelectual y moral hace falta algo más que contenidos. Ser capaces de llegar al corazón de nuestros niños es lo que puede dejar una huella en sus vidas y aprender mucho aunque no estén recibiendo el currículo escolar completo.
Cuando estamos más preocupados por introducir verdades a la fuerza, la verdad es que no estamos educando. En cambio, si buscamos mover las fuerzas interiores del alma en el conocimiento de la verdad, podemos tocar su sensibilidad en los valores y su capacidad para decidir con responsabilidad y libertad.
Más que instrucción o comunicación, se trata de lograr despertar la inteligencia mostrando la verdad que la atrae. Y lo que atrae queda grabado.
En medio de la situación que nos toca vivir, contamos con posibilidades concretas para tocar el corazón humano que responde y se siente atraído hacia lo bueno y se compromete.
Cuando les hablamos desde el corazón no solo estamos “cumpliendo” con nuestra tarea de educadores, sino entregando lo que sabemos y nuestra experiencia de vida. Y ahora que podemos pasar más tiempo juntos en casa, es bueno poder ejercer ese rol con ellos.
Si sentimos como una misión propia ayudarlos a crecer, sabremos que esto significa tener que romper los esquemas o el horario varias veces. Dejar de lado las tareas y dedicar tiempo para los juegos, leer un libro o simplemente estar juntos puede ser lo más acertado.
Tenemos que recordar que esto es algo que todas las familias estamos pasando y si hay algo que no hayan hecho durante este tiempo, podrán ponerse al día más adelante. Lo más importante es su bienestar emocional y la manera en que son valorados. Intentemos que puedan sacar lo mejor de ellos mismos y recibir una enseñanza que recuerden para siempre.
Cecilia Zinicola, Aleteia
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