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domingo, 8 de marzo de 2020

Cómo ser un buen profesional sin perder tu alma

Ya sea que seas gerente o empleado de una compañía, no es fácil vivir como cristiano en el ámbito profesional. Estrategia, eficiencia, conflictos, celos, presión… Algunos cristianos sienten a veces que el trabajo les aleja de sus convicciones.
¿Sigue siendo posible combinar una vida cristiana y una vida profesional?
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Conciliar la fe cristiana y la responsabilidad ante los retos y desafíos del mundo laboral es posible pero bajo ciertas condiciones. El coach Alain Setton revela cómo triunfar en el mundo profesional gracias a los valores cristianos.
¿Pueden ser los valores evangélicos un obstáculo en el mundo profesional?
Por el contrario, son una garantía de éxito y valores con futuro para la empresa. La fe hace posible vivir mejor. Le da sentido a la vida, a las pruebas y a los conflictos.
Se convierten en puntos de apoyo para transformarnos y crecer espiritualmente. Como la estrella de un pastor, los valores bíblicos ayudan a manejar mejor las relaciones y la vida en el trabajo.
Los problemas comienzan cuando el dinero, no el hombre, se convierte en el fin de la empresa. No abogo por las empresas con pérdidas, pero el dinero no debe hacernos perder de vista lo esencial: el hombre. Hay que encontrar un equilibrio.
Conozco a propietarios de pequeñas y medianas empresas que quieren hablar con sus empleados y compartir sus beneficios.
El tamaño de la empresa es importante. Cuanto más grande sea, más difícil es. La vida profesional debe estar marcada por un mayor grado de sabiduría. ¿Y qué podría ser más sólido que la sabiduría divina?
Sin embargo, la empresa tiene sus imperativos: estrategia, éxito, eficiencia. ¿Cómo reconciliarlos con el ideal cristiano?
“Dad al César lo que es de César…”. Depende de nosotros manejar el mundo visible, y para hacerlo, debemos ser hábiles. Jesús reprochó a los “hijos de la luz” ser menos sabios que los “hijos de este siglo”.
Reconocer la existencia de César no nos invita a desatender nuestra dimensión espiritual.
Todo consiste en discernir lo que es correcto, confrontando los diferentes componentes de nuestro ser: nuestro ego y nuestra profunda aspiración como hijos de Dios.
El cristiano tiene un plus: quiere escuchar su dimensión espiritual. Esta referencia le permite hacer una distinción.
Cuando se ignora esta estrella, el alma se seca, y muchos lo sufren hoy en día, especialmente los jóvenes. Aislados de lo esencial, parecen peces tratando de sobrevivir en aguas contaminadas.
Con el pretexto de la caridad, ¿no le cuesta a veces a una persona honesta expresarse en caso de conflicto?
Poner palabras a los males es liberador. Para decir las cosas sin herir al otro, se necesitan dos condiciones: encontrar el momento adecuado, y permanecer objetivos.
Incluso lo más delicado puede ser verbalizado, en un espíritu constructivo, “win-win”. Como una frágil flor, se mantiene una relación profesional.
¿Conoces el “deber de sentarse” de las parejas de los Equipos de Nuestra Señora? ¡También es válido en el mundo laboral!
Las entrevistas anuales son una posibilidad. Dan la oportunidad de expresar lo que va bien, lo que no está bien, y lo que se puede mejorar. De manera recíproca, tanto con el gerente como con el empleado.
Un subordinado tiene derecho a expresar su frustración. Lo que no está dicho es el veneno de la relación. Por ejemplo, un empleado puede comentar tranquilamente: “Me has pedido que haga este trabajo tres veces. Siento que mi opinión no está siendo tomada en cuenta. ¿Podemos hablar de ello?” El otro se da cuenta de su comportamiento y puede corregirlo.
Ayudémonos mutuamente a transformarnos, a crecer, a ser más efectivos. Con este fin, el diálogo mantiene la calidad de una relación, desactiva las crisis. Mientras exista, hay esperanza.
Sin embargo, las críticas no siempre son constructivas y a menudo son unilaterales. ¿Cómo decir la verdad sin faltar al respeto o herir a la persona?
Los juegos psicológicos habituales siempre terminan con uno o incluso dos perdedores. A menudo, con el pretexto de la crítica, sólo se destaca lo negativo, sin nombrar el 95% de lo positivo. Esto es muy perjudicial.
Imaginemos un equipo trabajando durante tres meses en un proyecto. El día de la presentación, la dirección sólo señala los defectos. El equipo se desanima durante un año o más.
Es una situación en la cual todos pierden. Se generan creencias negativas sobre uno mismo y sobre los demás, lo que provoca estrés, agotamiento e ineficiencia.
Las empresas saldrían beneficiadas si se desarrollara una relación “adulto-adulto”, un diálogo igualitario y no el inducido por el patrón jerárquico “padre-hijo”.
Se puede aprender a hablar con el otro directamente, de forma simple y comprensiva. Esta relación de confianza es más responsable y más cristiana, en definitiva.
Buscar un trabajo mejor, un salario más alto, un trabajo más interesante… ¿Signos de motivación o celos?
El deseo de progreso es una fuerza motriz eminentemente justa: tenemos que desarrollar nuestros talentos. ¡Sería grave enterrarlos! “La higuera estéril será cortada y arrojada al fuego…”.
El mundo de los negocios debe ser el lugar por excelencia donde crezcan las habilidades, el dominio técnico y los talentos interpersonales.
Un criterio para distinguir entre el deseo de progreso y los celos: el primero lleva a uno a avanzar, el otro lo hace dar vueltas en círculos. Depende de nosotros transformar un deseo estéril en admiración y aprendizaje.
¿Es necesaria la humildad cuando en la vida profesional se da un lugar de honor a los “ruidosos” y a los que se adelantan?
¿Conoces la expresión “cuanto más alto sube el mono, más muestra su culo”? Estas personas corren el riesgo de una inflación del ego que rápidamente revela sus límites. No son necesariamente los más interesantes o los más escuchados.
La humildad no significa desvalorizarse a uno mismo, los propios éxitos o la falta de confianza en las habilidades. La verdadera humildad es la capacidad de cuestionarse a sí mismo, de escuchar a los demás, de observar y analizar, sin ser obstaculizado por el propio ego. Es un recurso tanto en la vida como en la empresa.
Algunas teorías de gestión presionan a los dirigentes para que se aparten, permitiendo a otros tomar más espacio y desplegar sus talentos.
Además, toda acción comienza con una fase de observación y reflexión. La humildad alienta este tiempo de retiro, que ayuda a tomar decisiones en el momento adecuado.
Si la empresa fomenta la perfección y el “cero defectos”, ¿se puede admitir un error y seguir siendo creíble?
¡Negar las propias imperfecciones es negar la realidad! Todo el mundo comete errores. Cada uno tiene sus cualidades y limitaciones.
Ocultar la culpa de uno o culpar a un tercero es perjudicial para la persona y su autoridad. Condena a la persona al papel de acusador, da a la otra persona el sentimiento de ser una víctima y el deseo de venganza.
Al contrario, el reconocimiento de las propias deficiencias o del daño causado es una prueba de la capacidad de cuestionarse a sí mismo que honra a su autor.
Esta grandeza de espíritu refuerza su autoridad porque tal comportamiento afecta al orador, aunque no verbalice nada. Le invita a una forma de reconocimiento.
“Tengo un buen puesto en mi empresa. Los jóvenes están vigilando mis errores”, ¿cómo reaccionar?
Un debate interno permite tomar conciencia de lo que está en juego. Las voces del ego se elevan. Nuestra máscara social invita a la protesta: “¡Voy a perder mi estatus!” Nuestros impulsos llaman a la rabia: “¡Voy a mostrar a estos jóvenes cómo soy!”.
Y entonces la pequeña voz espiritual dentro de nosotros susurra: “Debo disminuir y ellos deben crecer…”. Desde una perspectiva más grande que tu propio ego, llegas a elegir la generosidad: dar, ayudar a otros a encontrar su camino.
“El poder es como el amor: aumenta cuando lo compartes”, dijo el teórico de la gestión americana Peter Drucker.
Algunas culturas empresariales ejercen presiones tácitas y negativas, como la competencia por irse a casa tarde por la noche. ¿Cómo se equilibra el trabajo y la vida familiar sin ser visto como un holgazán?
El desafío es no convertirse en prisionero del mensaje “Estar en conformidad”. Sé fiel a tu familia, a tu entorno social, a tu cultura corporativa, etc. Tienes que aceptar tu libertad.
Jesús sigue siendo el modelo supremo de comportamiento social: nunca siguió un modelo de conformidad. Afirmó su identidad con poder y simplicidad.
Mi responsabilidad es discernir lo esencial: estar en línea con mi lugar de trabajo, o unirme a mi cónyuge, ver crecer a mis hijos, y no negarme a mí mismo.
Quedarse en el trabajo hasta las 9:00 p.m. para hacer lo que hacen tus colegas adictos al trabajo puede perjudicarte.
El Evangelio nos invita a proclamar el Reino. ¿Cómo podemos dar testimonio de nuestra fe en el trabajo?
Una petición explícita requiere una respuesta progresiva y delicada. Pero la mayoría de las veces, el proselitismo resulta ser un fracaso y conduce al rechazo.
El testimonio se basa entonces en la calidad del ser, la coherencia con los propios valores, el sentido del servicio, el respeto, la apreciación del prójimo y la benevolencia. En una palabra, en la capacidad de amar, que se profundiza cada día.
Podemos ser la levadura en la masa dondequiera que estemos. Si nos conectamos con Jesús, puede ayudarnos a hacer milagros. Con una condición: que tengamos fe.
Por Stéphanie Combe, Edifa Aleteia
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