Duelo, ruptura amorosa, accidente, enfermedad, despido, fracaso personal… son muchos los sufrimientos que permanecen grabados en la memoria e impiden apreciar plenamente el presente. Algunos consejos para hacer las paces con el pasado y liberarse de los malos recuerdos
Algunas personas cuya historia personal ha sido dolorosa no consiguen olvidar del todo los males pasados en su vida. Se preguntan cómo vivir con esos malos recuerdos. No se dan cuenta, pero la respuesta está inscrita en la misma pregunta.
¿“Vivir sin” o “vivir con”?
El primer error sería soñar con “vivir sin”, sin esos recuerdos, sin esa herencia, sin esas heridas. Contrariamente a lo que dice la gente, no podemos “rehacer nuestra vida”. Es una expresión falaz.
Es posible escribir un nuevo capítulo pero no podemos arrancar las páginas ya escritas, por tachadas y emborronadas que estén. El pasado es el que es, es una historia, en lo bueno y en lo malo. No podemos ni deshacernos ni escaparnos de ella. Supondría creernos alguien que no somos, vivir fuera de nosotros mismos. Es lo que pasa cuando una persona ya no soporta la realidad: la tentación es huir a otro lugar y, como consecuencia, surgen muchas adicciones antiguas y nuevas.
Bien es sabido que la negación es ilusoria. Aunque no queramos pensar en ello, si borramos de la memoria el trauma, eso no quiere decir que haya desaparecido. Hemos puesto sobre todo eso una tapadera, ¡pero continúa hirviendo! Es como los secretos de familia: están ocultos, pero continúan envenenando a todo el mundo.
¿Quiere decir eso que no saldremos nunca de una historia de desdicha? Ahí precisamente está el otro error, el de “vivir con” la carga, con la herida, con la miseria, pero permitiéndola invadir todo el terreno de nuestra consciencia y ocultar el horizonte. Estoicamente resignado o íntimamente indignado o incluso tristemente agobiado, en cualquier caso, se deja de vivir, se sobrevive. Es un veneno mortal que roe desde el interior.
5 pasos para mirar al futuro
Sin embargo, hay una buena noticia: ¡la historia no ha terminado! “La esperanza, hija mía”, (como decía el filósofo Charles Péguy) viene a darnos la mano y a invitarnos a dar algunos pasos hacia el futuro:
- El primer paso es un acto de fe: no estamos solos. Cristo está ahí todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20). ¡Los días de tempestad y de tinieblas!
- El segundo paso es la aceptación, la humildad ante la realidad.
- El tercer paso es el perdón. Mejor que conservar el rencor y la amargura contra quienes nos hayan causado mal (cosa que no hace sino irritar e infectar la herida), hay que confiarlos a la misericordia de Dios(1 Rey 19,4).
- El cuarto paso es la ofrenda: hay que pedir a la mística Marthe Robin que nos enseñe ese gran secreto. La ofrenda transforma el sufrimiento en amor, la impotencia en fecundidad.
- El quinto paso es vivir a pesar de todo, atreverse a vivir y revivir; porque nada nos impedirá amar.
Alain Bandelier, Edida Aleteia
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