Este diácono que experimentó este proceso en Estrasburgo pertenece a Chemin Neuf, una comunidad católica con vocación ecuménica de origen francés, nacida en 1973 en un grupo de oración carismática. Y esta es precisamente la espiritualidad de la que bebe Mustapha.
Este joven llegó a Francia desde Argelia cuando tenía 5 años y fue educado en lo que él define como un “musulmán de viernes”, similar a lo que sería de un “cristiano de domingo”. En una entrevista que recoge Mater Mundi TV, que aprendió “a rezar, a respetar el Ramadán, respetando las normas. Tuve a la vez una educación moderada y una infancia normal”.
Las preguntas de Mustapha
Fue estudiando Literatura y Filosofía en Estrasburgo donde empezó a cuestionarse su vida a través de profundas preguntas. “¿Dios existe o no? ¿Soy musulmán porque mi familia me lo ha enseñado o prefiero tener una experiencia de Dios?”, se preguntaba.
Mustapha reconoce que así empezó este camino. En su clase de la universidad había compañeros musulmanes, ateos y cristianos. Allí se debatía sobre el porqué de la vida, la muerte, el mal… Lo que eran preguntas intelectuales –asegura- se acabaron convirtiendo en una gran pregunta existencial. Hasta tal punto que se dijo: “Si no respondo a esta pregunta no podré vivir la vida honestamente”.
En su interior se debatía esta educación musulmana y las preguntas profundas que surgían en él. Y decidió que seguiría buscando a través de la Filosofía.
Un día –relata este joven- leyó a Pascal, que dijo: “No hablemos del dios de los filósofos y de los sabios sino del dios que llega al corazón”.
El descubrimiento de la Biblia
Esto le interpeló y le llevó a leer la Biblia. “Conozco el Corán pero no la Biblia, y si quiero posicionarme tengo que leerla”, se dijo. Y comenzó con un Nuevo Testamento que le dio un amigo.
Empezó con San Mateo. Mustapha cuenta que “cuanto más lo leía más me gustaba. Descubrí a Jesús porque yo tenía una imagen de Jesús algo así como ‘haz el amor y no la guerra’, como una caricatura. Me di cuenta que el Evangelio no da esa imagen de Jesús”.
Esa lectura dejó en este joven un profundo impacto. “Era la primera vez que leía una página del Evangelio entera y se me reveló sin darme cuenta. Y un día sin saber por qué tuve verdaderamente la experiencia del amor de Dios. Vi de repente toda mi vida desde el principio”.
Es más, añade que descubrió al “Dios de amor que me hablaba a través de Jesús y siempre estaba ahí para mí. Entendí que yo existía porque me supe amado”.
Mustapha, a la izquierda, el día de su ordenación diaconal
La hostilidad de su familia
Pero este proceso de conversión no fue un camino nada sencillo para Mustapha pues pertenecía a una familia musulmana. Entonces él tenía 20 años y recuerda que su padre “empezó a ver que algo estaba pasando y comenzó a tener conmigo una relación cada vez más tensa al ver que me estaba volviendo católico”.
Pronto llegó un ultimátum por parte de su padre. Le dijo: “Si eres musulmán te quedas en casa, pero si eres cristiano tienes que irte”. Mustapha confiesa que ese día “elegí a Jesús”. “
“Como no quería mentirle dije a mi padre: ‘papá, soy cristiano’. Él dio un puñetazo encima de la mesa y tuvo que cortar con todo. Me tuve que ir a Estrasburgo y desenvolverme solo”.
En ese proceso descubrió las grandes diferenciabas entre el islam y el cristianismo. En el islam –cuenta- “Dios está en el cielo y hay que hacer esfuerzos para merecer algo. Dios no se daba a sí mismo, hacía falta mucho esfuerzo. Y el Dios de los cristianos es Él quien viene a nosotros. Para mí la diferencia es quien hace el trabajo. En el cristianismo es Él quien lo hace”.
Mustapha es un sacerdote muy activo en la evangelización entre los jóvenes
La elección definitiva
Estuvo cinco años completamente separado de su familia. Y un día rezando pidió a Dios que al igual que en el Evangelio hiciera un milagro y le reconciliase con su padre. Una semana después sus padres fueron a verlo a Estrasburgo. “Dios escuchó la oración”, reconoce.
En realidad su padre quería convencerlo para que regresara a la fe musulmana, pero al menos pudo verlo. “Le dije que iba a ser sacerdote y célibe. Me dijo entonces que la única forma de volver a casa es siendo musulmán, pero que si seguía siendo cristiano no sería su hijo”.
“Sé que él me quiere”, afirma Mustapha, que explica que su padre actúa así porque “para ganar su cielo no puede aceptar que yo sea cristiano”.
Apoyado por su comunidad de fe Mustapha comenzó su formación. En estos momentos ya como sacerdote es responsable de un grupo de jóvenes católicos, los forma teológicamente, les da argumentos, les ayuda a que tengan experiencias propias de fe.
El secreto de su vida: “La gracia del celibato en mi comunidad, la oración diaria, la misa con adoración, y la oración personal. Y como soy carismático me dejo abandonar en el Espíritu Santo”. Mustapha es un cristiano feliz.
Javier Lozano, ReL
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