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jueves, 20 de agosto de 2020

El Evangelio del día

ChristianArt 
 
Mt 22, 1-14 Todo el mundo está invitado
 
 
Banquete de bodas, Pintura de Martin van Meytens (1695-1770), Pintado en 1763, Óleo sobre lienzo
 © Palacio de Schönbrunn, Viena
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.
Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Comentario

Bulle
San Antonio de Padua (1195-1231)
franciscano, doctor de la Iglesia
Sermón del 20º domingo después de Pentecostés, (Une Parole évangélique, Franciscaines, 1995), trad. sc©evangelizo.org

"El reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo” (Mt 22,2)
Existen tres clases de bodas: las de unión, las de justificación, las de glorificación. Las primeras fueron celebradas en el Templo de la Virgen María. Las segundas son celebradas cada día en el templo del alma fiel. Las terceras se celebrarán en el templo de la gloria celeste.
Lo propio de las bodas es unir dos personas: el esposo y la esposa. Si dos familias son en desacuerdo entre ellas, el matrimonio habitualmente los une, porque alguien de un partido toma una mujer perteneciente a otro partido. Entre nosotros y Dios, había una gran discordia. Para eliminarla y restablecer la paz fue necesario que el Hijo de Dios tomara su esposa entre nuestra familia. Para poder celebrar el matrimonio, intervinieron mediadores y pacificadores. Lo pudieron obtener con oraciones insistentes y grandes penas. Finalmente, el mismo Padre dio su consentimiento y envió a su Hijo, que se unió a nuestra naturaleza en la cámara nupcial de la Virgen María. Así, el Padre “celebraba las bodas de su hijo” (Mt 22,2).
Lo mismo, las segundas bodas son celebradas cuando la gracia del Espíritu Santo sobreviene y el alma se convierte…El esposo del alma es la gracia del Espíritu Santo. Cuando con su inspiración interior él llama a la penitencia, todo llamado de los vicios queda sin efecto.
Las terceras bodas serán celebradas el día del juicio, cuando vendrá el esposo Jesucristo, del que está escrito: “Ya viene el esposo, salgan a su encuentro” (Mt 25,6). Él tomará a la Iglesia por esposa, como dice Juan en el Apocalipsis: “Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero…, Jerusalén, que descendía del cielo, y venía de Dios,…con la gloria de Dios en ella” (cf. Apoc 21,9-11). La Iglesia de fieles desciende del cielo, donde está junto a Dios, ya que ella obtuvo de Dios que su morada fuera en el cielo. Por eso en el presente ella vive por la fe y esperanza, pero dentro de poco celebrará sus bodas con su esposo. “¡Felices los que han sido invitados al banquete de bodas de Cordero!” (Apoc 19,9). (EDD)




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