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viernes, 5 de marzo de 2021

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Mateo 21, 33-43. 45-46 Parábola de los viñadores
 
 

Cristo tendiendo la mano, Fotografía de Kristina Linton, Fotografiada en 2016,
Impresión digital en color © Kristina Linton artista

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.

Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.

Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?” Ellos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.

Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?

Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.

Comentario

Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Carta 45 al Conde de Fondi (Lettres, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org


La viña de nuestra alma

Mi queridísimo Padre y Hermano en Cristo, el dulce Jesús: Yo, Catalina, esclava de los servidores de Dios, le escribo en su preciosa Sangre. Tengo el deseo de verlo buen obrero en la viña de su alma, para que dé mucho fruto en el tiempo de la recolección. Es decir, en el momento de la muerte, cuando toda falta es castigada y toda virtud recompensada.
Sabe que la Verdad eterna nos ha creado a su imagen y semejanza. Dios hizo de nosotros su templo, donde quiere habitar con su gracia, siempre que el obrero de esta viña quiera cultivarla si no está cultivada. No podrá habitar si está cubierta de zarzas y espinas. Veamos qué obrero ha ubicado el Maestro. Le ha dado el libre arbitrio, al que confió todo poder. Nadie puede abrir o cerrar la puerta de la voluntad si el libre arbitrio no lo desea. La luz de la inteligencia le es dada para conocer amigos y enemigos que quieran pasar por la puerta. En esta puerta está ubicado el perro de la consciencia, que ladra cuando escucha llegar, levantado y sin dormir. Al obrero, esta luz hace ver y discernir el fruto. Saca la tierra para que el fruto sea puro y lo pone en su memoria como en un granero, en el que apila el recuerdo de los beneficios de Dios. En medio de la viña se encuentra el vaso de su corazón, lleno de preciosa Sangre, para regar las plantas y que no se sequen.
Es así que es creada y dispuesta esta viña (su alma). Ella también es, como dijimos, el templo dónde Dios debe habitar con su gracia. (EDD)





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