Andar tras las pisadas del Señor nunca es fácil. Seguirle implica negación de sí mismo y sostener la cruz que tanto pesa. Además, implica, con frecuencia, soledad. Los cristianos actuales nos sentimos solos. La sociedad nos ignora o nos repudia, porque no damos importancia a sus objetivos. Nos sentimos distantes entre nosotros, porque hemos sido atacados por otros cristianos. Vivimos temerosos de tomar cualquier mano que se ofrezca como ayuda. Hemos recibido muchos golpes y eso nos hace temer. Tenemos miedo, desesperación y recelo. Nos falta esperanza y fe (confianza). Las misas van quedándose sin fieles, poco a poco. La razón es evidente. Ya no entendemos ni sentimos lo que en la misa ocurre. Creemos en Dios, pero cada vez más lo sentimos distante e indiferente. San Jerónimo, ve claro hacia dónde nos dirigen nuestros pasos actualmente:
Esto que dice: "El que lee entienda", se expresa para que busquemos el sentido místico. Leemos, pues, en Daniel de este modo: "Y en medio de la semana cesará el sacrificio y las ofrendas; y en el templo habrá abominación de desolaciones hasta la consumación del tiempo, y la consumación se dará sobre la soledad" (Dn 9,27). (San Jerónimo. Catena Aurea. San Mateo, 24:15-22)
¿Qué nos permite seguir a Cristo? El Agua Viva que brota de Él. La Fuente de Agua Viva nunca se seca, pero algo nos sucede. Olvidamos lo necesaria que es para nosotros. El Card. Sarah nos habla de personas que son como río secos, “ríos inmensos privados de cualquier fuente que alimente su vida”. Cuando los seres humanos perdemos la fe, olvidamos el Agua Viva y perdemos la capacidad de llevarla a otras personas.
… la fe es una confianza total y absoluta del hombre en un Dios con el que ha tenido un encuentro personal. Algunos se declaran no creyentes, ateos o agnósticos. Según ellos, el espíritu humano está sumido en una ignorancia absoluta acerca de la naturaleza íntima, el origen y el destino de las cosas. Son personas profundamente desgraciadas. Son como ríos inmensos privados de cualquier fuente que alimente su vida. Son como árboles inexorablemente cortados de raíz y condenados a morir. Antes o después, se secan y mueren. Los hombres sin fe son como quienes no tienen ni un padre ni una madre que los engendren y renueven su percepción de su propio misterio. (Card. Robert Sarah. Se hace tarde y anochece)
San Jerónimo indica en el texto anterior lo que el profeta Daniel muestra como resultado de la falta de esperanza: “la consumación se dará sobre la soledad”. ¿Qué soledad? Aquella en la que nos vamos sumiendo lentamente y nos puede petrificar espiritualmente. Si dejamos de beber el Agua Viva, morimos espiritualmente. Esta muerte es la pérdida de toda esperanza en Dios y en su Divina presencia entre nosotros. En este momento que vivimos, el mundo va tomando posiciones para que olvidemos a Cristo y dejemos de beber el Agua Viva que nos mantiene con vida espiritual. Nos presenta múltiples sustitutos, que sólo son apariencias huecas, valoradas por la sociedad. Lo podemos ver, por ejemplo, en el Sínodo Alemán o en cómo las mismas posturas se repiten en el Sínodo de la “Sinodalidad”. ¿Son estas las pisadas del Señor o es un sendero que nos lleva lejos de Él? ¿Es Cristo el centro y sentido o una simple excusa para dar preeminencia al mundo? La pregunta que todos nos hacemos es, ante todo esto ¿Qué podemos hacer? No es sencillo contestar. San Juan Bautista señala a Cristo porque sólo Él es la solución. Nos recuerda que estamos comprometidos a andar hacia la Luz, aunque el camino sea pedregoso y solitario. Cristo mismo nos indica que Él es el sentido de todos y todo.
"Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su vientre correrán ríos de agua viva". Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyesen en El; porque aún no había sido dado el Espíritu, por cuanto Jesús no había sido aún glorificado (Jn 7,37-39).
¿Dónde encontrar la esperanza que tanto necesitamos? En Cristo. Así de simple y directo. Pensemos en la Camino de Emaús. Como aquellos desanimados discípulos, andamos sin darnos cuenta que Él está con nosotros y nos habla. Quizás tardemos un poco en darnos cuenta. Estemos atentos. Cuando seamos consientes su presencia, miremos a sus ojos. Cuanto llame a la puerta de nuestro ser, abramos a Él lo que somos. Dejemos que Él nos transforme, nos convierta, nos tome de la mano para que no seamos tragados por las aguas del mundo. Si sabemos que sólo Él tiene Palabras de vida eterna ¿Qué hacemos siguiendo las huella de tantos líderes humanos y segundos salvadores? ¿Cuántas veces nos chocamos unos con otros por seguir las huellas equivocadas?
La Nueva Evangelización debe nacer en primero en cada uno de nosotros. De nada valen cursos, seminarios, actividades o divertidas sesiones, si antes no llenamos nuestro ser el Agua Viva que tanto necesitamos y que nos llenará de sentido al compartirla con los demás.
la divina proporción, ReL
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