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martes, 2 de abril de 2024

Llegó la Pascua, y ahora, ¿qué tengo que hacer?

Qué hacer en Pascua


Terminó la Cuaresma, estamos viviendo la Pascua y la vida continúa, pero, ¿Ahora?, ¿Acaso hay que seguir adelante, como si nada? o ¿Qué tengo que hacer?

Por gracia de Dios, ha terminado la Cuaresma y nuevamente estamos viviendo la Pascua. Sabemos bien, por la preparación que hemos tenido, que si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, como lo afirma san Pablo en la Primera Carta a los Corintios (15, 14)

Ahora nos adentramos en el tiempo más feliz del Año Litúrgico, pues tenemos la certeza de que Jesucristo, el Señor, ha vencido a la muerte y que da la oportunidad de ganar la gloria a todos los que crean en Él, pues así lo ha prometido.

Pero, ¿será que eso es suficiente? Es decir, ¿ya no tenemos que hacer nada, mas que creer y sentarnos a esperar a que llegue la salvación? ¿sin que tengamos que mover un dedo? ¿sin poner nada de nuestra parte?

Creer es solo el primer paso

Algunos hermanos dicen que basta con creer en que somos salvos para entrar al Cielo. Sin embargo, esa es la primera parte: creer en que Cristo ha abierto la puerta y que entrará todo el que crea. Pero hay más. El Señor pasó tres años de su vida enseñando a sus apóstoles lo habrían de enseñar, luego de que Él regresara al Padre.

Así pues, creer es el primer paso. En seguida, habrá que conocer su voluntad, conocerlo a Él para amarlo y servirlo. Amarlo sobre todas las cosas. Servirlo en la Iglesia y en todos los hermanos. La Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia nos enseñan todo lo que debemos hacer.

Entonces, ¿qué tengo que hacer?

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Por supuesto, hay que acudir a los sacramentos, sobre todo a la Confesión y a la Comunión, ir a Misa, cumplir con los mandamientos, participar en las celebraciones y tiempos especiales -como la Cuaresma y ahora la Pascua– pero una vez que hemos cumplido en esto, ¿qué sigue?

El mismo Señor nos lo dice, como en su momento a los Apóstoles:

«Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio» (Mc 16, 15).

A nosotros nos toca hacerlo a diario, con nuestras palabras y nuestras acciones. En este mundo revuelto, el cristiano debe brillar como Cristo Luz del mundo. El testimonio es lo que debe preceder a las palabras. Está perfecto hablar, pero primero hay que dar ejemplo.Acompañarlo con buenas obras

Y a ello, sumarle las buenas obras, como dice la carta de Santiago:

«¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta».

Sant 2, 14-17

Creamos, actuemos y ganaremos la gloria. El Señor lo garantiza:

«Por tu obstinación en no querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras. El dará la Vida eterna a los que por su constancia en la práctica del bien, buscan la gloria, el honor y la inmortalidad».

Rom 2, 5-7
Mónica Muñoz, Aleteia

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