La santa Misa es el tesoro más grande que tiene la Iglesia, por eso, los santos la deseaban y acudían a ella cada vez que podían
No hay riqueza más grande en la Iglesia católica que la Eucaristía. Misa y comunión, nos acercan a nuestro Señor Jesucristo de una manera real e indescriptible.
Las gracias que recibimos son inmensas, pues Jesús está ahí presente, como lo recuerda la Sacrosactum Concilium:
“Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, ‘ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz’, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas”. (SC 7).
San Josemaría Escrivá y la Misa
Un santo enamorado de la santa Misa fue san Josemaría Escrivá de Balaguer. En sus escritos y presentaciones, habló de ella constantemente, pues es la fuente de agua viva de donde bebe el alma para saciar su sed de Dios.
¿Qué pensaba esta gran santo de la Eucaristía en todas sus formas? en su libro Camino lo revela. Aquí tienes algunas citas:
1
EL SAGRARIO
“Cuando te acercas al Sagrario piensa que ¡Él!… te espera desde hace veinte siglos”.
2
LA URBANIDAD DE LA PIEDAD
“Dan pena esos hombres «piadosos», que no saben asistir a Misa —aunque la oigan a diario—, ni santiguarse —hacen unos raros garabatos, llenos de precipitación—, ni hincar la rodilla ante el Sagrario —sus genuflexiones ridículas parecen una burla—”.
3
EL REY DE REYES
“Ahí lo tienes: es Rey de Reyes y Señor de Señores. —Está escondido en el Pan. Se humilló hasta esos extremos por amor a ti”.
4
AMOR A LA MISA
“Una característica muy importante del varón apostólico es amar la Misa. La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto.
Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario… —Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz.
Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! («Nuestra» Misa, Jesús)”.
5
LA SAGRADA COMUNIÓN
“¡Cuántos años comulgando a diario! —Otro sería santo —me has dicho—, y yo ¡siempre igual!—Hijo —te he respondido—, sigue con la diaria Comunión, y piensa: ¿qué sería yo, si no hubiera comulgado?
Comulga —no es falta de respeto— Comulga hoy precisamente, cuando acabas de salir de aquel lazo. —¿Olvidas que dijo Jesús: no es necesario el médico a los sanos, sino a los enfermos?”
Mónica Muñoz, Aleteia
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