La oración, nos recuerdan todos los grandes santos y místicos, es la savia del alma católica. Pero el camino de la oración puede parecer a veces árido, difícil, incluso esquivo. Nuestras mentes se aceleran, las palabras se vuelven huecas, y el sentido de comunión que anhelamos parece flaquear. Aquí es donde la -a menudo olvidada- facultad de la imaginación se convierte en una fuerza vital, abriendo profundidades inesperadas en nuestra práctica espiritual.
Los grandes santos de nuestra tradición comprendieron el poder de la imaginación. Santa Teresa de Ávila, la gran Doctora de la Iglesia, llamó a la imaginación “la loca de la casa”. Reconocía su tendencia a tejer historias que nos distraen, pero también su potencial para guiarnos hacia una oración más profunda.
Sin embargo, fue san Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, quien realmente codificó el uso de la imaginación en su “composición de lugar”, pero que también implica “situarse en la escena”. Ignacio comprendió el poder de la imaginación para tender puentes entre el pensamiento y el sentimiento, transformando la oración en un encuentro con Dios centrado en el corazón.
He aquí cómo
He aquí cómo funciona la oración ignaciana con imaginación (algunos la llaman “contemplación imaginativa”):
1
ELIJE UN PASAJE DE LAS ESCRITURAS
Selecciona una escena rica en detalles, como Jesús calmando la tormenta (Marcos 4,35-41) o la Última Cena (Juan 13,1-17).
2
ACTIVA TUS SENTIDOS
Aquí es donde la imaginación desempeña el papel principal. El orante debe imaginar las imágenes: las olas, la habitación donde Jesús compartió su última cena. Ignacio recomienda “oír” los sonidos: el aullido del viento, el murmullo de los discípulos. Incluso se puede “sentir” el rocío de la tormenta, o el calor de la habitación.
3
CONVIÉRTETE EN PARTICIPANTE
Ignacio recomienda no solo observar la escena, sino entrar en ella. Ponte al lado de los discípulos en la barca o siéntate con Pedro en la Última Cena. Una vez aquí, uno puede interactuar con Jesús o con cualquiera de los otros apóstoles o personas de la sala.
4
REFLEXIONAR Y RESPONDER
Ahora bien, no se trata solo de jugar con la imaginación. Después de detenerse en la escena, uno está llamado a reflexionar sobre las emociones que evoca. ¿Qué te enseñan las acciones de Jesús? ¿Cómo te afecta su presencia? Es, si se quiere, una versión imaginativa de la clásica Lectio Divina. La respuesta a este ejercicio suele ser una oración sincera y espontánea: una conversación suscitada por tu experiencia imaginativa.
¿Qué ocurrirá?
1. Personalizar las Escrituras: Al situarnos en las historias, conectamos con los personajes y las enseñanzas a un nivel más profundo. La lectura se convierte en una experiencia “vivida”.
2.Encuentro con Jesús: Utilizando nuestra imaginación, vamos más allá de los conceptos abstractos y la experiencia y fomentamos una relación más íntima con Dios.
3. Involucrar nuestras emociones: La imaginación llega a nuestros sentimientos, lo que hace que la oración sea más significativa e impactante.
Así que la próxima vez que reces, considera la posibilidad de invitar a tu imaginación a la mesa en lugar de tratar de “controlarla”. Deja que pinte un cuadro vívido, que te permita entrar en la narración y encontrarte con lo divino de un modo transformador. Recuerda que la oración no consiste solo en palabras, sino en construir tu relación con Dios. La imaginación puede ser un poderoso puente que nos lleve hasta allí.
Dabu Esparza, Aleteia
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