Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
El papel de los padres en
la educación de los hijos
259. Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de
sus hijos, para bien o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que
acepten esta función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta,
razonable y apropiado. Ya que esta función educativa de las familias es tan
importante y se ha vuelto muy compleja, quiero detenerme especialmente en este
punto.
260. La familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de
acompañamiento, de guía, aunque deba reinventar sus métodos y encontrar nuevos
recursos. Necesita plantearse a qué quiere exponer a sus hijos. Para ello, no
se debe dejar de preguntarse quiénes se ocupan de darles diversión y
entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas,
a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre. Sólo los momentos
que pasamos con ellos, hablando con sencillez y cariño de las cosas
importantes, y las posibilidades sanas que creamos para que ellos ocupen su
tiempo, permitirán evitar una nociva invasión. Siempre hace falta una
vigilancia. El abandono nunca es sano. Los padres deben orientar y prevenir a
los niños y adolescentes para que sepan enfrentar situaciones donde pueda haber
riesgos, por ejemplo, de agresiones, de abuso o de drogadicción.
261. Pero la obsesión no es educativa, y no se puede tener
un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo.
Aquí vale el principio de que «el tiempo es superior al espacio»[291].Es decir, se trata de generar procesos más que de
dominar espacios. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y
por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese
modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los
desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor,
procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento
integral, de cultivo de la auténtica autonomía. Sólo así ese hijo tendrá en sí
mismo los elementos que necesita para saber defenderse y para actuar con
inteligencia y astucia en circunstancias difíciles. Entonces la gran cuestión
no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino
dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de
vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de
vida. Por eso, las preguntas que hago a los padres son: «¿Intentamos comprender
“dónde” están los hijos realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma,
lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo?»[292].
Capítulo VII De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (FORTALECER LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS)
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