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viernes, 14 de marzo de 2025

Evangelio del día


 

Libro de Ezequiel 18,21-28.

Así habla el Señor Dios:
Si el malvado se convierte de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá.
Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá.
¿Acaso deseo yo la muerte del pecador -oráculo del Señor- y no que se convierta de su mala conducta y viva?
Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá.
Ustedes dirán: "El proceder del Señor no es correcto". Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido.
Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida.
El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá.


Salmo 130(129),1-8.

Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.

Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.

Como el centinela espera la aurora
Espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.


Evangelio según San Mateo 5,20-26.

Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 1,5


La Cuaresma: “tiempo favorable” para la confesión y el perdón antes de acercarse al altar del Señor

Es ahora el tiempo de la confesión. Confiesa tus faltas de palabra y de obra, las cometidas de noche y las de día. Confiésalas en este “tiempo favorable”, y el “día de salvación” (Is 49,8; 2C 6,2) recibe el tesoro celestial... Deja el presente y cree en el futuro. Durante tantos años has recorrido sin parar tus vanos trabajos de aquí abajo, y ¿no puedes ahora parar durante cuarenta días para ocuparte de tu propio fin? “Rendíos, reconoced que yo soy Dios” dice la Escritura (Sl 45,11). Renuncia a la ola de palabras inútiles, no difames, no escuches al que maldice, sino más bien acostúmbrate a orar. Muestra mediante la ascesis el fervor de tu corazón; purifica este receptáculo para que recibas una abundante gracia. Porque la remisión de los pecados se da igualmente a todos, pero la perfección del Espíritu Santo se concede según la medida de la fe de cada uno. Si no te esfuerzas, recogerás poco; si trabajas mucho, será grande tu recompensa. Es tu propio interés que está en juego, vigílate a ti mismo.
Si tienes contra alguien algo que reprocharle, perdónale. Vienes a recibir el perdón de tus faltas, es preciso que también tú perdones al pecador, porque ¿con qué rostro irás a decir al Señor: “Quítame mis numerosos pecados” si tú ni tan sólo has perdonado a tu compañero de servicios sus errores contra ti? (cf Mt 18,23ss).(EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento nos enseñan lo que debemos hacer y lo que debemos evitar. En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús cita uno de estos mandamientos: "No matarás". Sin embargo, Jesús nos invita a ir mucho más allá. No basta con abstenerse de matar; nos llama a transformar nuestras actitudes. No basta con seguir la letra de la ley. Lo que realmente se espera de nosotros es un corazón bondadoso y generoso.

Para ilustrar esto, Jesús les dice a sus contemporáneos judíos que si alguien desea ofrecer una ofrenda en el altar del templo, primero debe reconciliarse con cualquier hermano o hermana con quien se haya peleado. Sólo después de hacer las paces debe presentar su ofrenda. Jesús subraya que, aunque ir al templo es importante, gran parte del trabajo esencial se realiza fuera de sus muros. Aquí es donde se vive verdaderamente nuestra vida cristiana, fuera de los muros del templo, siendo amables con los que nos rodean, perdonando y buscando el perdón. Estamos llamados a dar el primer paso hacia la reconciliación antes de acercarnos a Dios en el culto. Por supuesto, Jesús no está sugiriendo que debamos ser perfectos antes de entrar en el templo o en la iglesia. Más bien, nos advierte que no pensemos que el culto por sí solo define nuestra fe. Lo que hacemos fuera de la iglesia es tan importante como lo que hacemos dentro.

Nuestro cuadro refleja este tema y representa a un grupo de judíos preparando una ofrenda en el templo. La obra es del Maestro de la Recogida del Maná, un artista anónimo cuyo nombre procede de su cuadro del Museo de la Chartreuse de Douai. En esta obra, vemos figuras ataviadas con tocados tradicionales que recogen leña para quemarla en el altar. Encima del altar, un relieve monocromo rojo representa la historia de Caín matando a Abel, un duro recordatorio de las consecuencias de la ira no resuelta y la importancia de la reconciliación.

by Padre Patrick van der Vorst

 Oración  

Padre, me declaro culpable, pido clemencia, perdón por mis pecados.

Me acerco a ti con absoluta confianza, porque sé que tú prefieres la penitencia a la muerte del pecador. (Ezequiel 33:11)

A ti no te gusta ni la venganza ni el rencor, tu corazón es compasivo y misericordioso, y sé que sólo estás esperando a que tenga la humildad de reconocer mi pecado, arrepentirme y pedir perdón, para desbordar la abundancia de tu misericordia.

"Cuando confesamos nuestros pecados, Dios, fiel y justo, nos los perdona." (1 Juan 1:9).

Miro al horizonte: veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.

Padre, perdóname, quiero recibir el abrazo eterno.

tu enseñanza es muy clara: para ser perdonados y poder entrar en el reino de los cielos debemos tener un corazón como el tuyo.

"Perdonad y se os perdonará." (Lucas 6:36).

"El que odia a su hermano es un homicida." (1 Juan 3:15).

"Con la medida que midiereis se os medirá." (Mateo 7:2).

"Si no perdonáis, tampoco el Padre os perdonará." (Marcos 11:23).

Nos pides que seamos buenos cristianos por la práctica de la caridad evangélica.

Que seamos benévolos con quienes nos han hecho daño, con quienes nos han ofendido, nos han traicionado y nos odian, pues de otro modo no mereceremos que lo seas tú con nosotros.

El siervo al que se le condonó su deuda, cuando no quiso él hacer lo mismo con otro que le debía, fue encarcelado.

Perdió el perdón que había obtenido al no ser él capaz de perdonar. (Mateo 18:23-25).

Padre, envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados, purifícame, sáname, restáurame, renuévame con la sangre redentora de tu Hijo; ayúdame a tener un corazón como el suyo, un corazón humilde y generoso capaz de perdonar, arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de carne. Amén

Oración de santa Faustina para tener un corazón misericordioso

“Oh Señor, deseo transformarme toda en tu misericordia y ser un vivo reflejo de ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. (...)

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo (...)

Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.

Oh, Dios misericordioso que no nos desprecias, sino que continuamente nos colmas de tus gracias, nos haces dignos de tu reino y en tu bondad llenas con los hombres los lugares abandonados por los ángeles ingratos. Oh Dios de gran misericordia que has apartado tu santa vista de los ángeles rebeldes dirigiéndola al hombre arrepentido, sea honor y gloria a tu misericordia infinita.

Oh Jesús, deseo vivir el momento actual, vivir como si este día fuera el último de mi vida: aprovechar con celo cada momento para la mayor gloria de Dios, disfrutar de cada circunstancia de modo que el alma saque provecho. Mirar todo desde el punto de vista de que, sin la voluntad de Dios, no sucede nada. Oh Dios de misericordia infinita, abraza al mundo entero y derrámate sobre nosotros a través del piadoso Corazón de Jesús.

Oh Dios de gran misericordia, bondad infinita, hoy toda la humanidad pide, desde el abismo de su miseria, tu misericordia, tu compasión, oh Dios; y llama con la potente voz de la miseria. Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta ti, te imploramos, anticípanos tu gracia y multiplica incesantemente tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que, con confianza, como tus hijos, esperemos tu última venida. Amén”

(hozana.org)























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