Raad Salam Naaman
Cristiano católico caldeo de origen iraquí
Una valiente joven, de nacionalidad alemana, me mandó un escrito, reflejando su experiencia personal y su convivencia con los refugiados sirios, como traductora intérprete voluntaria; merece ser analizado. A continuación:
Mi nombre es Layla, tengo 19 años, terminé el bachillerato este verano y en octubre comenzaré mis estudios en la universidad. Soy de origen iraquí, cristiana católica caldea, llegué a Alemania hace trece años con mi familia, como exiliados, escapando de la persecución, que hemos estado sufriendo los cristianos, sin motivo, a manos de los musulmanes en mi país natal Iraq. Como cristianos, mi familia, siempre me ha educado a amar al único Dios verdadero y al prójimo, me ha enseñado a ser agradecida a los quien nos ha acogido y quien nos ha protegido. Mi padre siempre me dice, no hay que olvidar nuestros orígenes, pero, ahora Alemania es nuestra patria, porque allí donde hemos nacido, en nuestros orígenes, nos humillaban, nos perseguían y nos querían matar, sin embargo aquí en Alemania, el país de acogida, nos respeten, nos ayudan y nos amparan con todos los derechos humanos.
En todos los medios de comunicación se puede seguir el flujo de refugiados en Europa, se está convirtiendo en un fenómeno. Personas de diferentes países están en movimiento, buscando una vida mejor y están especialmente detrás de los Derechos Humanos.
Pero ¿Qué son los derechos humanos?
Además del código básico de la República Federal de Alemania se puede encontrar en Internet una respuesta rápida. Aquí hay un ejemplo de Wikipedia: “Los derechos humanos son aquellas condiciones que le permiten a la persona realizarse. En consecuencia asume aquellas libertades, facultades, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.
Todos nos sentimos pena y tristeza cuando seguimos los medios de comunicación y ver cómo cada día en la huida pierden la vida familias enteras, en mayor número niños.
Como persona y como cristiana practicante, creo en la caridad, en dar y en ayudar a personas necesitadas en toda lo que pueda, a pesar de su sexo, origen, credo, color…etc. y siempre que sea posible.
Así que me puse en mi tiempo libre en el camino a ser voluntaria para ayudar a los refugiados, como traductora voluntaria. Desde la oficina de bienestar social, cada persona o familia refugiada tiene el derecho a un traductor o interprete, para aclarar los asuntos urgentes. El ayuntamiento de mi ciudad me designó para ayudar en el campo de refugiados de Neumünster (Schleswig-Holstein), alojamiento de los refugiados. Intenté hacer lo que podía, estar con ellos cuando me necesitan, traducir todos los documentos oficiales necesarios e importantes para luego acompañarlos a presentarlos en las oficinas correspondientes y a reunir con una autoridad a otra.
Según las normas de la oficina de bienestar social, hay un equipo de bienvenida que da el saludo a todos los refugiados, también les acompaña con intérpretes, para enseñarles la ciudad muestran todas las tiendas, les enseñan el camino en autobús y les ofrecen cursos de idiomas. Incluso organizan una reunión a la semana, los lunes, con una invitación a tomar café y un pastel a todos los refugiados, para que se conozcan entre ellos. Así que los refugiados pueden hacer que las familias se conozcan y los niños juegan juntos. Tanto las ciudades grandes como los pueblos pequeños y los vecinos se esfuercen por ayudar y por una rápida integración a los refugiados. Ofrecen a sus hijos a asistir a la escuela y a los padres cursos de idioma, todo gratuitos, sin embargo, no quieren ir, ni aprecian lo que tienen, nunca están satisfechos. En lugar de escuchar un pequeño agradecimiento, los refugiados siempre están quejando de nosotros y de la oficina de bien estar.
Las familias numerosas se alojan de manera óptima en casas grandes, los niños se asignan en función del nivel de edad en las escuelas respectivas. Los médicos están ubicados en el centro de los refugiados, disponibles 24 horas y les ofrecen una lista de todos los nombres de los médicos en el propio idioma de los refugiados y gratuitamente.
Fuera de mis horarios de trabajo como voluntaria, he ofrecido mi número de teléfono privado a los refugiados para ayudarles en todo tipo de situaciones y a cualquier hora. Para mí, es una cosa muy natural y muy normal, ayudar a las personas necesitadas, pero en muchas ocasiones, me siento decepcionada, muy triste, cabreada y con malas sensaciones acerca de los refugiados. Por mi forma de ser y por mi educación, intento ser amable con los refugiados, que son mi gente y mis compatriotas de orígen, sin embargo, ellos no entienden eso, los jóvenes me llaman a todas horas de día y de noche molestándome y a mi familia, invitándome a salir con la excusa de que necesitan mi ayuda; más tarde me enteré que su familia apoyan lo que hacen. En vez de caras felices y satisfacción infinita en los rostros de la familia a visitar, no veo nada más que problemas y quejas.
Todos los refugiados sirios, sobre todo las familias, piden vivir en el centro de las ciudades y en casas amplias con todas sus comodidades. Debido a las enormes olas de refugiados no hay casa para todos. Muchas familias tienen que compartir un hotel, con suficiente espacio y dentro del hotel, cada familia tiene su propia zona, su propia habitación con instalaciones completas y su cuarto de baño. Lo único que tienen que compartir, es el garaje, la cocina comedor con TV y un gran jardín. Con todo eso, algunas familias me llaman a media noche para quejarse; si el TV no se conecta de inmediato, o las programaciones de la TV no están en árabe, o que otra familia ha cambiado el canal de TV que ellos están viendo, o en el hotel no hay ordenador para conectar al Internet, otros piden un desayuno especial o una marca especifica de leche o de te, sobre todo comida halal, preparada según la Ley islámica, otros dicen que el hotel no está justo en el centro de la ciudad o que los vecinos tienen perros ruidosos, u otras peticiones que no son ni lógicas ni urgentes.
Un día me llama el padre de una familia siria de cuatro miembros, urgentemente y muy disgustado, me dice “¡Venimos huyendo y queremos recuperar todo lo que hemos perdido en nuestro país, queremos conseguir una casa grande con un jardín, cerca de las comunidades árabes musulmanas, para practicar nuestras tradiciones y rezar juntos, además, pido un Smartphone de alta tecnología! Estas son peticiones decentes, entran dentro de nuestros derechos humanos ¿Dónde están nuestros derechos humanos? Alemania no respeta los derechos humanos”. Que gracioso, un Smartphone, Wikipedia no mencione esto.
A decir que Alemania no respeta a los derechos humanos, tuve que reír, Alemania que está pagando todos sus gastos; alojamiento, alimentación, vestimenta, protección, escuelas, medicamentos…etc. Pensando en nuestros países de origen, en sus países, ¿Cómo les trataban allí? ¿Qué derechos tenían allí? Si no hay derechos humanos aquí y están muy mal tratados ¿Por qué han venido a este país?
En una visita a otra familia siria, para preguntarla por sus necesidades y después de entregarme una lista larga de peticiones, me llamó la mujer, que estaba sentada en el suelo fumando una pipa “Shisha”, tamaño grande con todos sus accesorios, me dijo la mujer “Por favor, quiero que me traes una cosa muy, muy importante, que necesito urgentemente, una alfombra, varios paños de oración y un Corán”. La pregunté sorprendida “Si son tan importantes ¿Por qué no las has traído contigo? Y ¿Cómo te empeñas ahora para tenerlos?” Me contestó sonriendo “Me olvidé a traerlas conmigo” Fijando en la pipa y la preguntó por curiosidad enseguida “¿Cómo no has olvidado de la pipa?” Me contestó convencida “La pipa es mi vida, no puedo alejarme de ella”.
Otra mujer siria, que tiene dos hijos menores, de dos y cuatro años, llegó a Alemania los finales del mes de Junio 2015, sin marido, y nunca quiso hablar de su marido. Yo la conocí recen llegada sola con los dos niños, una mujer seria musulmana practicante, va con su hiyab y su yilaba larga. Hace un par de semanas me llamó llorando, que tenía dolores en el estomago y para acompañarla al hospital, después de examinarla al médico de urgencias, la dijo que está embarazada, y la preguntó por el padre (yo traduciendo), ella no quiso responder, pero la doctora insisto y la dijo que no pasa nada, está en un país libre y puede tener un novio o amante si no tiene un marido. La mujer no respondió y se quedó callada. Después de investigar a fondo está mujer, la autoridad descubrieron que su marido vive en Grecia y trabaja como contrabandista, tiene un barquito y trafica con los emigrantes desde Turquía a Grecia y gana muchísimo dinero, tiene una casa propiedad muy hermosa en Atenas, Grecia, de vez en cuando él va a visitar a su esposa en Alemania en secreto. Además, la mujer lleva tres meses viviendo gracias a las ayudas sociales, ni siquiera los nativos mismos tienen estas ayudas.
La verdad, cuando veía las imágenes de los refugiados en los medios de comunicaciones me encogía el corazón, me conmovía el sentimiento y quería ayudar sea como sea, sin embargo, es increíble lo que he visto, en un corto tiempo con los refugiados sirios que son ingratos, traviesos y mentirosos, solamente reclamando sus derechos sin preocupar por sus obligaciones. Fijaos, a pesar de la acogida y todas las ayudas que presta Alemania a los refugiados, casi todos los refugiados sirios que he estado con ellos, tachan Alemania como un país “kafir- infiel”, portador del pecado, porque no practican el Islam y tarde o temprano los musulmanes conquistaran Alemania.
Al principio estuve entusiasmada, feliz y contenta en ayudar a los refugiados, pero en este momento siento sola una cosa: miedo.