Ángelus, 3 de agosto de 1986
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1.Nos recogemos hoy durante la oración del Ángelus para recordar, oh Madre de Cristo, el acontecimiento que tuvo lugar en Caná de Galilea. Esto ocurrió al comienzo de la actividad mesiánica. Jesús había sido invitado Contigo y Sus primeros discípulos, a las bodas. Y cuando faltó el vino, Tú, María, dijiste a Jesús: Hijo, "no tienen vino" (Jn 2,3). Tú conocías Su Corazón. Sabías que es generoso para aquellos que lo invocan. Con Tu oración en Caná de Galilea hiciste que el Corazón de Jesús se revelase en su generosidad.
2. Este es el Corazón generoso, puesto que en Él habita efectivamente la plenitud. En Cristo verdadero hombre habita la plenitud de la divinidad, y Dios es Amor. Es generoso porque ama, y amar quiere decir prodigar, quiere decir dar. Amar quiere decir ser don; quiere decir ser para los demás, ser para todos, ser para cada uno. Para cada uno que llama. Llama a veces, incluso sin palabras. Llama por el hecho de poner al descubierto todo su verdad, y, en esta verdad, llama al Amor.
La verdad tiene la fuerza de llamar al amor. Mediante la verdad todos aquellos que son "pobres de espíritu", que "tienen hambre y sed de justicia" que, ellos mismos, "son misericordiosos" tienen la fuerza de llamar al Amor. Todos ellos -y tantos otros más- tienen un maravilloso "poder" sobre el Amor. Todos ellos hacen que el Amor se comunique, se dé y se manifieste así la generosidad del Corazón. Entre todos ellos, Tú, María, eres la primera.
3. ¡Corazón de Jesús, generoso para todos lo que te invocan! Mediante esta generosidad el amor no se agota, sino que crece. Crece constantemente. Esta es la naturaleza misteriosa del amor. Y este es también el misterio del Corazón de Jesús, que es generoso para con todos. Se abre a todos y cada uno. Se abre completamente por Sí mismo. Y en esta generosidad no se agota. La generosidad del Corazón de Jesús da testimonio de que el amor no está sometido a las leyes de la muerte, sino a las leyes de la resurrección y la vida. Da testimonio de que el amor crece con el amor. Esta es su naturaleza.
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1.Nos recogemos hoy durante la oración del Ángelus para recordar, oh Madre de Cristo, el acontecimiento que tuvo lugar en Caná de Galilea. Esto ocurrió al comienzo de la actividad mesiánica. Jesús había sido invitado Contigo y Sus primeros discípulos, a las bodas. Y cuando faltó el vino, Tú, María, dijiste a Jesús: Hijo, "no tienen vino" (Jn 2,3). Tú conocías Su Corazón. Sabías que es generoso para aquellos que lo invocan. Con Tu oración en Caná de Galilea hiciste que el Corazón de Jesús se revelase en su generosidad.
2. Este es el Corazón generoso, puesto que en Él habita efectivamente la plenitud. En Cristo verdadero hombre habita la plenitud de la divinidad, y Dios es Amor. Es generoso porque ama, y amar quiere decir prodigar, quiere decir dar. Amar quiere decir ser don; quiere decir ser para los demás, ser para todos, ser para cada uno. Para cada uno que llama. Llama a veces, incluso sin palabras. Llama por el hecho de poner al descubierto todo su verdad, y, en esta verdad, llama al Amor.
La verdad tiene la fuerza de llamar al amor. Mediante la verdad todos aquellos que son "pobres de espíritu", que "tienen hambre y sed de justicia" que, ellos mismos, "son misericordiosos" tienen la fuerza de llamar al Amor. Todos ellos -y tantos otros más- tienen un maravilloso "poder" sobre el Amor. Todos ellos hacen que el Amor se comunique, se dé y se manifieste así la generosidad del Corazón. Entre todos ellos, Tú, María, eres la primera.
3. ¡Corazón de Jesús, generoso para todos lo que te invocan! Mediante esta generosidad el amor no se agota, sino que crece. Crece constantemente. Esta es la naturaleza misteriosa del amor. Y este es también el misterio del Corazón de Jesús, que es generoso para con todos. Se abre a todos y cada uno. Se abre completamente por Sí mismo. Y en esta generosidad no se agota. La generosidad del Corazón de Jesús da testimonio de que el amor no está sometido a las leyes de la muerte, sino a las leyes de la resurrección y la vida. Da testimonio de que el amor crece con el amor. Esta es su naturaleza.
4. De esta verdad sobre el amor dio testimonio en nuestros tiempos Pablo VI. Su corazón humano cesó de latir hace ocho años, en la fiesta de la Transfiguración del Señor. Su humilde sucesor hace suya la misma verdad sobre el amor, que el difunto Pontífice proclamó con la palabra y con la vida hasta el final, invocando al Corazón divino. Y por ello, pensando en el Papa Pablo VI, hoy, durante la oración del Ángelus, nos unimos de modo particular a María, y decimos: Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan, acoge a Tu siervo en Tu eterna luz
ACUÉRDATE
Nuestra Señora del Sagrado Corazón
de las maravillas que Dios hizo en Tí.
Te escogió como Madre de Su Hijo
a quien seguiste hasta la Cruz.
Te glorificó con Él,
escuchando con agrado
tus plegarias por todos los hombres.
Llenos de confianza en el Amor del Señor
y en Tu intercesión,
venimos Contigo a las fuentes de Su Corazón,
de donde brotan para la vida del mundo
la esperanza y el perdón, la fidelidad y la salvación.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón,
Tú conoces nuestras necesidades:
habla al Señor por nosotros
y por todos los hombres.
Ayúdanos a vivir en Su Amor.
Para eso alcánzanos las gracias
que te pedimos y las que necesitamos.
Tu petición de Madre es poderosa:
que Dios responda a nuestra esperanza. Amén.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón
de las maravillas que Dios hizo en Tí.
Te escogió como Madre de Su Hijo
a quien seguiste hasta la Cruz.
Te glorificó con Él,
escuchando con agrado
tus plegarias por todos los hombres.
Llenos de confianza en el Amor del Señor
y en Tu intercesión,
venimos Contigo a las fuentes de Su Corazón,
de donde brotan para la vida del mundo
la esperanza y el perdón, la fidelidad y la salvación.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón,
Tú conoces nuestras necesidades:
habla al Señor por nosotros
y por todos los hombres.
Ayúdanos a vivir en Su Amor.
Para eso alcánzanos las gracias
que te pedimos y las que necesitamos.
Tu petición de Madre es poderosa:
que Dios responda a nuestra esperanza. Amén.
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