Ángelus, 3 de septiembre de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. Rezando con fe esta hermosa invocación de las letanías del Sagrado Corazón, un sentimiento de confianza y de seguridad se difunde en nuestro espíritu: Jesús es de verdad nuestra paz, nuestra suprema reconciliación.
Jesús es nuestra paz. Es bien conocido el significado bíblico del término "paz": indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído, a los hombres. Por esto, el don de la paz marca el inicio de Su misión sobre la tierra, acompaña su desarrollo y constituye su coronamiento. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (Lc. 2,14; Is 9,5). "Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (Lc. 8,48)o en el espíritu (Lc. 7,50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a Sus discípulos (Lc. 24,36; Jn 20,19.26), que Él, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu Santo, manantial de "amor, alegría, paz" (Gal 5,22).
2. Jesús es nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador, y el hombre, su criatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.
En el Corazón de Cristo, lleno de Amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el Cielo y la tierra: "Fuimos reconciliados con Dios - dice el Apóstol - por la muerte de su Hijo" (Rom 5,10). Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a Él (Mt 11,28). En Su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.
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