Ángelus, 23 de julio de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. Esta invocación de las Letanías del Sagrado Corazón nos invita hoy a contemplar el Corazón de Cristo obediente. Toda la vida de Jesús está bajo el signo de una perfecta obediencia a la voluntad del Padre, suprema y coeterna fuente de Su Ser ( Jn 1,1-2): Uno solo es Su poder y su gloria, una sola Su sabiduría; es reciproco Su infinito Amor. Por esta comunión de vida y de amor, el Hijo se adhiere plenamente al proyecto del Padre, que quiere la salvación del hombre mediante el hombre: en la "plenitud de los tiempos" nace de la Virgen Madre (Gal 4,4) con un Corazón obediente, para reparar el daño causado al género humano por el corazón desobediente de los primeros padres. Por esto, al entrar en el mundo Cristo dice: "He aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10,7). "¡Obediencia" es el nuevo nombre del "Amor"!
2. Los Evangelios nos muestran a Jesús, en el transcurso de su vida, siempre dedicado a hacer la voluntad del Padre. A María y José, que durante tres días, afligidos, lo hablan buscado, Jesús, que tenia doce años, les responde: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que Yo debía estar en la casa de Mi Padre? (Lc 2,49). Toda su existencia está dominada por este "Yo debo" que determina sus opciones y guía su actividad. A los discípulos dirá un día: "Mi alimento es hacer la voluntad del que Me ha enviado y llevar a cabo Su obra" (Jn 4,34); y les enseñara a orar así: "Padre Nuestro... hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).
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