Aquí estoy Jesús. He venido a verte en el Sagrario. Eres un prisionero de amor, por nosotros. Eres la bondad suma, la Misericordia perfecta, la Ternura infinita.
Estaba escribiendo en mi casa, haciendo un trabajo y de pronto tuve que detenerme. Sentí tu llamado.
“Ven Claudio”.
Sabía que me llamabas. Tu voz me es familiar.
Antes no la conocía o no estaba seguro. Recuerdo una vez que me llamaste y no te hice caso. Estaba tan complicado haciendo mandados. Me llamabas de un oratorio en particular. Al final pudo más tu insistencia, dejé lo que estaba haciendo, me desvié y fui a verte.
Cómo de costumbre te saludé desde la puerta. Fue entonces cuando comprendí. Estaba solo. Tú el Rey de Reyes, el Hijo del Altísimo estabas abandonado en aquél Sagrario sin nadie que te hiciera compañía, ni te adorara, ni te dijera que te quiere.
Me dolió en el alma saberte solo, pero más, que preferí las cosas mundanas antes de venir. Te dejé de último. Cuánto lo lamento, Señor. Perdóname.
Me quedé un rato acompañándote y cuando debía marcharme te pedí que enviaras alguna persona. Al segundo llegó una señora con un niño. Se arrodilló y empezó a rezar con gran devoción. Antes de marcharme le conté que te había pedido que enviaras alguien para hacerte compañía. Y que era ella la respuesta.
Se conmovió y me dijo: “NO IBA A VENIR. SENTÍ QUE ME LLAMABA”.
Hoy estoy aquí ante ti, para decirte que te quiero y para agradecer tantas gracias. Me encanta saber que eres mi amigo. Qué nos esperas en el sagrario.
Los lectores de Aleteia suelen pedirme por ellos, que te recuerde que te aman, que tienen dificultades y necesitan tu ayuda. No los dejes solos. Son tantos. Colocó sus peticiones a tus pies.
Hay cinco personas contigo en este hermoso oratorio. Cinco adoradores en silenciosa y devota oración. No imaginas cuánto me alegro cuando vengo y tienes compañía. Me da esperanza. El mundo puede cambiar.
Perdona que escriba estando contigo.
Quiero decirles a todos que estás vivo, escondido en el sagrario, que eres Jesús y los esperas con ilusión.
…………….
Amable lector, me permites un favor? Ya sabes que me encanta sorprenderlo.
Cuando vayas a verlo al Sagrario dile: “Claudio te manda saludos”.
¡Dios te bendiga!
Claudio de Castro, Aleteia
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