¡Amadle y veréis!
Para ser fiel a la misión matrimonial hay que estar enamorado del Señor, porque hay muchos momentos de dificultad y es necesario ese amor más grande que tire de nosotros en esas circunstancias.
Y viceversa, demostraré mi amor al Señor en la medida en la que sea fiel a Su misión. Él me pide que le ame más que los que me rodean, entregándome a mi esposo más que otros, y juntos, entregándonos por nuestros hijos y los matrimonios de nuestro entorno más que otros. Queda aun más claro cuando me dice “otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”.
Señor, te entrego mi voluntad, haz de mí lo que quieras.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Pedro (83 años): Recién casados me sentía el rey del mundo, más fuerte que otros. Quería dominar todas las situaciones tanto en casa como fuera de ella. La vanidad me cegaba. Pero luego, María, te descubrí como un don de Dios. Aprendí a mirar al Señor como tú lo miras, y me enamoré de Él. Aprendí muchas cosas de ti y me hice más misericordioso, más pequeño.
María (81 años, esposa de Pedro): Sí, lo recuerdo bien. Eras un poquitín duro de cerviz, como dice la Escritura, pero eras un luchador, tenías muchos dones. Y yo pensé: Este hombre al servicio de Dios tiene que ser una maravilla. Yo también tenía mis cosas, era muy sensible hacia mí y todo me dolía muchísimo. Luego me costaba perdonar. Pero tú me enseñaste que cada vez que pensaba en mí, dejaba de tener tiempo para pensar en Dios y en Su obra. Así, juntos, hemos construido una familia, con muchas dificultades, con momentos de prueba fuertes, y yo siempre me apoyé en ti, porque eras la persona que Dios me ha puesto a mi lado para llegar a Él.
Pedro: Es una bendición haber compartido mi vida contigo por la gracia de Dios. Todavía seguimos teniendo proyectos juntos y ganas de crecer en el amor, hasta que la muerte… nos una más.
María: Hasta que la muerte, nos una más. ¡Gloria a Dios!
El ángel de la guarda (Hoy, 30 años antes de la escena anterior): Pedro y María, os he llevado en sueños al futuro y os he mostrado una escena de lo que pueden ser los últimos años de vuestra vida, si os dejáis llevar por el Espíritu. Dejad vuestras exigencias, vuestros reproches tontos, y centraos en vuestra misión de entrega el uno por el otro. Ya no os toca ir donde queráis, es el momento de renunciar y dejaros llevar por la voluntad de Dios. ¡Amadle y veréis!
María (81 años, esposa de Pedro): Sí, lo recuerdo bien. Eras un poquitín duro de cerviz, como dice la Escritura, pero eras un luchador, tenías muchos dones. Y yo pensé: Este hombre al servicio de Dios tiene que ser una maravilla. Yo también tenía mis cosas, era muy sensible hacia mí y todo me dolía muchísimo. Luego me costaba perdonar. Pero tú me enseñaste que cada vez que pensaba en mí, dejaba de tener tiempo para pensar en Dios y en Su obra. Así, juntos, hemos construido una familia, con muchas dificultades, con momentos de prueba fuertes, y yo siempre me apoyé en ti, porque eras la persona que Dios me ha puesto a mi lado para llegar a Él.
Pedro: Es una bendición haber compartido mi vida contigo por la gracia de Dios. Todavía seguimos teniendo proyectos juntos y ganas de crecer en el amor, hasta que la muerte… nos una más.
María: Hasta que la muerte, nos una más. ¡Gloria a Dios!
El ángel de la guarda (Hoy, 30 años antes de la escena anterior): Pedro y María, os he llevado en sueños al futuro y os he mostrado una escena de lo que pueden ser los últimos años de vuestra vida, si os dejáis llevar por el Espíritu. Dejad vuestras exigencias, vuestros reproches tontos, y centraos en vuestra misión de entrega el uno por el otro. Ya no os toca ir donde queráis, es el momento de renunciar y dejaros llevar por la voluntad de Dios. ¡Amadle y veréis!
Madre,
Amo mucho a Dios, pero aumenta mi amor por Él para que deje de resistirme a su voluntad del todo. Quiero ser suyo y para eso, necesito amarle más que a mí mismo. Te lo pido por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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