Nos transforma todo enteros en su divina naturaleza.
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Así como un poco de levadura, según la doctrina del apóstol, hace fermentar toda la masa, así también el divino cuerpo de Jesucristo, que padeció la muerte, y es el principio de nuestra vida, entra en nuestro cuerpo, nos le muda y transforma todo en sí. Porque al modo que un veneno que se ha derramado por los miembros sanos, los corrompe en poco tiempo, así por contraria razón, cuando el cuerpo inmortal de Jesucristo se ha llegado a mezclar con el del hombre, que en otro tiempo había comido el fruto envenenado, le transforma todo entero en su divina naturaleza.
San Gregorio de Nisa |
Para que lleguemos a ser lo que Él es.
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El que es eterno, se nos da a todos para que le comamos con el fin de que, recibiéndole en nosotros mismos, lleguemos a ser lo que Él es, porque dice: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. Cualquiera, pues, que ama esta divina Carne, no ama la suya; y cualquiera que tiene amor a esta divina Sangre, está purificado de todos los sentimientos que la sangre carnal puede causarle. Porque la Carne del Verbo, y la Sangre de esta Carne son suaves par los que las gustan, y deseables para los que las pretenden.
San Gregorio de Nisa |
Cada uno se pruebe y examine.
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Sírvanos de ley el hecho de José de Arimatea, para que cuando recibamos aquella prenda del sacrosanto Cuerpo, no le envolvamos en lienzo de una conciencia sucia, ni le depositemos en el monumento del corazón, cuando está lleno de huesos de muertos y de todo género de inmundicias. Cada uno se pruebe y examine, como dice el apóstol: No le sirva de juicio de condenación si la recibe indignamente.
San Gregorio de Nisa |
Llenará tu alma de verdadera suavidad.
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Si toma el alimento y la santa bebida de la Eucaristía, como que viene del Sacramento de la Cruz, pues aquel misterioso madero fue figura suya, el que hizo dulces las aguas del mar, llenará tu alma de verdadera suavidad.
San Cipriano |
Nos da la vida eterna en Jesucristo.
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Vosotros dividís un pan, y este es el remedio para conseguir la inmortalidad, bálsamo que nos preserva de la muerte, y nos da la vida eterna en Jesucristo.
San Ignacio de Antioquía | |
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