Era domingo por la tarde y me dirigía a Misa, al entrar a mi parroquia observé cómo una señora encargada de la liturgia reprochaba a una joven sobre el modo de vestir con el que acudía esa tarde al templo. La joven, por su parte, alegaba que a Dios no le importaban esos detalles, que Él miraba su corazón y la amaba, más allá de las apariencias. No puedo estar más de acuerdo contigo, le dijo la señora. Pero, también le dijo: pero no olvides que demostramos lo que hay en nuestro corazón con la manera en que vestimos. La joven, se quedó callada.
Quedé sorprendido por la respuesta de esta señora, pues tenía razón. Tantas personas que acuden cada domingo a Misa sin guardar un poco de respeto por la casa del Señor. Muchos son los que acuden con shorts, minifaldas, escotes pronunciados, gorras o, incluso, en chanclas, como si se tratara de una reunión sin importancia.
Me ha tocado ver en algunas parroquias anuncios que antes de entrar, recuerdan a los fieles que es la casa de Dios y, por lo tanto, se debe ingresar a ella adecuadamente vestidos. Pero pareciera que no muchos ponen atención a este recordatorio.
Dice El santo cura de Ars, San Juan María Vianney: “Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella”. Y yo añadiría: asistir a ella “apropiadamente vestidos.” Y es que participar de la celebración eucarística no es para menos, es el acto más importante en la vida del católico.
Dios mismo se hace presente entre nosotros. El creador de cielo y tierra, nuestro Padre, baja del firmamento para convertirse en pan, alimento de vida. Y no sólo nosotros participamos de este momento, sino que también, junto con los ángeles y santos, somos testigos de este gran milagro único. Por lo tanto, ¿Sería correcto participar de este momento en short y chanclas? ¿No vale la pena vestirse bien por aquel que nos ha dado todo?
Un joven que tiene su primera cita de amor, acude bien bañado y bien vestido para así demostrarle a la chica lo mucho que le interesa, pues de lo contrario, si decide presentarse con chanclas y short, daría muestras de un poco o nulo interés. Igualmente, cuando acudimos a una fiesta o evento social, procuramos ir lo más presentables posible, nos gusta vernos bien. Además, de no acudir así, podríamos ser motivo de críticas y señalamientos. Y qué decir de una entrevista de trabajo. Mucho tiene que ver el cuidado que tengas en tu presentación personal para que decidan contratarte o no.
En consecuencia, si podemos vestir bien para ir a una fiesta o a un evento social, en definitiva también podríamos hacerlo para acudir a la casa de Dios. Y es que, nuestra forma de vestir, dice mucho de la estima que tenemos por los demás y por la que guardamos de nosotros mismos. Del mismo modo, cuando acudimos a Misa de tal o cual modo de vestir, demostramos cuánto aprecio y respeto guardamos a Dios y a nuestra relación con Él.
Con esto, no intento establecer un reglamento de cómo vestir para ir a Misa, sino que sólo quiero invitarte a que reflexiones en qué y cuánto amor guardas a Dios y se lo expresas en tu forma de vestir. Pues en definitiva, Él mira nuestro corazón y nos ama, pero ese amor se muestra también con actos externos.
Daniel Alberto Robles Macías, conmasgracia.org
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