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sábado, 2 de mayo de 2020

Cómo celebrar en casa este 3 de mayo, cuarto domingo de Pascua

La celebración de la Resurrección de Jesús continúa en las siete próximas semanas de Pascua hasta culminar en Pentecostés. Durante este tiempo de confinamiento Aleteia, en colaboración con la revista Magnificat, sigue ayudándole a celebrar la Palabra de Dios en casa.

Guía general a la celebración
  • Puede escogerse el horario más conveniente, entre la tarde del sábado hasta la tarde del domingo.
  • Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
  • Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración, respetando las distancias establecidas por las autoridades.
  • En la medida de lo posible se renovará la decoración del espacio de oración: estatuas, imágenes, iconos, velas, flores… Para subrayar el carácter festivo, se podrán añadir dibujos de los niños, flores de papel, huevos de colores, e incluso bellas guirlandas de Navidad.
  • Una cruz o un crucifijo deberá siempre ponerse en el fondo.
  • Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas.
  • Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio y preparará la celebración.
  • Se designan los lectores para las diferentes lecturas.
  • Los presentes pueden preparar las oraciones de los fieles (aquí se propone una fórmula). Se pueden preparar cantos apropiados.

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CUARTO DOMINGO DE PASCUA
Celebración de la Palabra“Yo he venido –dicel el Señor– para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Nos sentamos.  La persona que guía la celebración toma la palabra:
Hermanos y hermanas:
el domingo, primer día de la semana,
es para nosotros, los cristianos, el día del Señor,
el día instituido para celebrar su Resurrección.
En este cuarto domingo de Pascua,
quisiéramos responder al llamamiento del buen Pastor,
salir de nuestras casas,
y reunirnos en nuestra querida iglesia parroquial,
para participar en la misa dominical.
Por desgracia, en este domingo, nuestro Pastor
no puede reunir a su rebaño
para ofrecerle el sacramento de la unidad en el amor…
Hermanos y hermanas,
que estas circunstancias adversas
no desalienten nuestra confianza:
nuestro buen Pastor ha vencido al mundo
del que Satán es el príncipe.
Deshaciendo todas las trampas del enemigo del género humano,
nuestro buen Pastor ha venido a buscar, una a una,
sus ovejas dispersas,
para darles a cada una su Vida,
una Vida en abundancia que supera todas las pruebas,
y triunfa incluso sobre la muerte.
De este modo, en este domingo,
en el que estamos reunidos para rezar en su Nombre,
Cristo Jesús, nuestro Pastor,
se hace presente entre nosotros.
Es verdad, nuestros ojos no podrán ver la fracción del pan,
y nuestras bocas no recibirán el pan de su mano.
Sin embargo, dado que vamos a leer su Palabra en Iglesia,
el mismo Verbo de Dios se hará realmente presente entre nosotros,
y no lo dudemos: nos hablará.
Reconozcamos su voz.
Nos explicará por qué era necesario que sufriera su pasión,
y nosotros con Él,
para entrar en la gloria,
y nosotros en Él.
Hermanos y hermanas,
ya que no podremos recibirlo en nuestra boca,
que se abran nuestros oídos,
que ardan nuestros corazones.
Y que nuestro deseo de comulgar
nos dé la gracia de ser,
para toda nuestra vida,
el Cuerpo de Cristo que no deja nunca de actuar en el mundo
para que sus ovejas tengan vida,
y una vida en abundancia.
El guía hace una pausa de un minuto de silencio y continúa diciendo:
Jesús, nuestro buen Pastor,
En este domingo no podemos
celebrar la Eucaristía,
la entrega de tu vida por tus ovejas,
pero tú nos pides actualizarla
amándonos los unos a los otros
como tú nos has amado.
R/. Amén
Después de un momento de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
El guía de la celebración sigue diciendo: 
Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y de este modo se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.
Sigue el rito penitencial:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.Muéstranos, Señor, tu misericordia.Y danos tu salvación.
Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Se pronuncia o canta:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Recitamos el Gloria.
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre. 
Amén.
Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.
ORACIÓN
El guía de la celebración recita la siguiente oración:
Padre nuestro,
condúcenos a la asamblea gozosa del cielo
para que la debilidad del rebaño llegue
hasta donde le ha precedido la fortaleza del Pastor.
Por Jesucristo nuestro Señor,
R/. Amén

Nos sentamos. El lector asignado lee la primera lectura.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 14a. 36-41)
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Sepa todo Israel con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado”.
Estas palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les contestó: “Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos”.
Con éstas y otras muchas razones, los instaba y exhortaba, diciéndoles: “Pónganse a salvo de este mundo corrompido”. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
El mismo lector u otro asignado lee el Salmo 22.
SALMO RESPONSORIAL
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
Por ser un Dios fiel a sus promesas,
me guía por el sendero recto;
así, aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú está conmigo,
tu vara y tu cayado me de seguridad.
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán
todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin termino.
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.

El lector encargado de la segunda lectura se levanta para leer,
mientras el resto de la asamblea permanece sentado.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2, 20b-25)
Hermanos: Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien, es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas.
El no cometió pecado ni hubo engaño en su boca; insultado, no devolvió los insultos; maltratado, no profería amenazas, sino que encomendaba su causa al único que juzga con justicia; cargado con nuestros pecados, subió al madero de la cruz, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Por sus llagas ustedes han sido curados, porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
EVANGELIO
Para aclamar el Evangelio, cantamos el Aleluya triunfal.
Todos se ponen de pie.
R/. Aleluya, aleluyaaleluya.
Yo soy el buen Pastor, dice el Señor;
yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
El lector establecido lee el Evangelio,
mientras los presentes permanecen de pie.
Lectura del santo evangelio según san Juan (10, 1-10)
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’’.
Todos aclaman:
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Todos se sientan. El guía repite lentamente,
como si se tratara de un eco lejano:
“Yo he venido –dice el Señor–
para que tengan vida y la tengan en abundancia”
Permanecemos tres minutos en silencio de meditación personal.  
Nos levantamos para profesar el Credo.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
ORACIÓN UNIVERSAL
Si los presentes han preparado la Oración de los fieles, pueden presentarlas en este momento.
Si no se han preparado, pueden elevarse estas oraciones que aquí presentamos. El guía de la celebración dice:
Pidamos a Dios que el poder de Jesús resucitado se manifieste en su Iglesia. Digamos juntos:
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia: para que en este tiempo de alegría pascual reconozca en sus pastores la presencia viva y misteriosa de Cristo, único Pastor universal. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por los sacerdotes y consagrados y por todos aquellos a quienes se les confía el anuncio del evangelio: para que transmitan el mensaje salvador de Cristo desde un compromiso radical con la verdad. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por nuestra sociedad: para que vivamos como hermanos y reinen entre nosotros la paz y la concordia. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por los jóvenes: para que sean generosos en el seguimiento del Señor y sean muchos los que le sigan en el sacerdocio y en la vida consagrada. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por los enfermos y los que sufren a causa de la pandemia: para que Jesús los conforte y alivie. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros, por nuestros familiares y amigos, y por los que se encomiendan a nuestra oración. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Pueden elevarse otras intenciones de oración.
Señor Jesús, buen Pastor y guía de tu Iglesia, tú diste tu vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia. Escucha nuestras oraciones y no permitas que nos apartemos de ti. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén. 
Manifiéstate, Señor, en nuestras vidas, explícanos el sentido de las Escrituras, y ayúdanos a reconocerte en la fracción del pan y cada vez que compartimos nuestros bienes con los más necesitados. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

PADRE NUESTRO
El que guía la celebración introduce el Padre Nuestro.
Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Se reza o canta el Padre Nuestro:
Padre nuestro,que estás en el cielo,santificado sea tu nombre;venga a nosotros tu reino;hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.Danos hoy nuestro pan de cada día;perdona nuestras ofensas,como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;no nos dejes caer en la tentación,y líbranos del mal.
E inmediatamente todos proclaman:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El guía sigue diciendo:
Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.
Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.Nos sentamos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
El guía dice:
Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.
El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.
El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.
Podemos ahora  inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.
Pausa en silencio
En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.
Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
Podemos aclamar o cantar el Aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Todos juntos mirando hacia la cruz,
piden la bendición del Señor:
La persona que guía la celebración, con las manos juntas, 
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:
Dios Padre, que por la resurrección de su Unigénito
nos ha redimido y nos ha dado la gracia de la adopción filial
nos colme con el gozo de su bendición.
R/. Amén.
Cristo, que por su redención nos obtuvo la perfecta libertad,
nos conceda participar de la herencia eterna.
R/. Amén.
Y que, resucitados con él en el bautismo por la fe,
por medio de una vida santa
podamos llegar a la patria celestial.
R/. Amén.
Y todos juntos, con las manos unidas, dicen:
Y la gracia de Dios descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre. Amén.
Todos hacen la señal de la cruz.Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.

Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.


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Para seguir santificando la Resurrección del Señor, Aleteia presentará para cada domingo y fiesta del tiempo pascual propuestas para la celebración de la Palabra en casa. De este modo, usted podrá seguir celebrando el día del Señor en tiempo de confinamiento para la gloria de Dios y la salvación del mundo.
Para seguir santificando cada día, ayudará mucho la renovación de la venerable tradición de las vísperas en familia, hacia el final de la tarde, siguiendo la Liturgia de las Horas, o podrá recitarse la Oración de la tarde, que puede consultarse aquí.
Usted podrá encontrar de manera gratuita otros recursos tanto en la página de Aleteia como en la de Magnificat.


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