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viernes, 9 de junio de 2023

Evangelio del día


 

Libro de Tobías 11,5-18a.

Ana estaba sentada con la mirada fija en el camino por donde debía volver su hijo.
De pronto presintió que él llegaba y dijo al padre: "¡Ya viene tu hijo con su compañero!".
Rafael dijo a Tobías, antes que él se acercara a su padre: "Seguro que tu padre va a recobrar la vista.
Untale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se desprendan de sus ojos. Así tu padre recobrará la vista y verá la luz".
La madre corrió a echarse al cuello de su hijo, diciéndole: "¡Ahora sí que puedo morir, porque te he vuelto a ver, hijo mío!". Y se puso a llorar.
Tobit también se levantó y, tropezando, salió por la puerta del patio. Tobías corrió hacia él,
con la hiel del pez en su mano; le sopló en los ojos y, sosteniéndolo, le dijo: "¡Animo, padre!". Después le aplicó el remedio y se lo frotó.
Luego le sacó con ambas manos las escamas de los ojos.
Entonces su padre lo abrazó llorando y le dijo: "¡Te veo, hijo mío, luz de mis ojos!".
Y añadió: "¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran Nombre! ¡Benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Que su gran Nombre esté sobre nosotros! ¡Benditos sean los ángeles por todos los siglos!
Porque él me había herido, pero tuvo compasión de mí, y ahora veo a mi hijo Tobías". Tobías entró en la casa, lleno de gozo y bendiciendo a Dios en alta voz. Luego informó a su padre sobre el buen resultado del viaje: le contó cómo había recuperado el dinero y cómo se había casado con Sara, hija de Ragüel. Y añadió: "Llegará de un momento a otro, porque está a las puertas de Nínive".
Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive, bendiciendo a Dios lleno de alegría. Al verlo caminar con todo su vigor, sin la ayuda de nadie, los habitantes de Nínive quedaron maravillados. Tobit proclamaba delante de todos que Dios había tenido misericordia de él y le había devuelto la vista.
Después se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo, diciendo: "¡Bienvenida, hija mía! ¡Bendito sea Dios, que te trajo hasta nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías, y bendita seas tú, hija mía! ¡Entra en tu casa con gozo y bendición!".
Ese fue un gran día de fiesta para todos los judíos de Nínive, y los sobrinos de Tobit, Ajicar y Nadab, vinieron a compartir su alegría.


Salmo 146(145),2-7.8abc-9a.9bc-10.

Alabaré al Señor toda mi vida;
mientras yo exista, cantaré al Señor.
No confíen en los poderosos,
en simples mortales, que no pueden salvar:

cuando expiran, vuelven al polvo,
y entonces se esfuman sus proyectos.
Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:

él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.
Él mantiene su fidelidad para siempre,
Hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos,
Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,

el Señor ama a los justos
El Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.
¡Aleluya!


Evangelio según San Marcos 12,35-37.

Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David?
El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.
Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿Cómo puede ser hijo suyo?". La multitud escuchaba a Jesús con agrado.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 14,27-30 (Les catéchèses, coll. Les pères dans la foi 53-54, Migne, 1993), trad. sc©evangelizo.org


Creo en el Hijo Único, sentado a la derecha del Padre

Recuerda lo que dije acerca de la presencia del Hijo, sentado a la derecha del Padre, porque así afirma el Símbolo: “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”. (…)
El profeta Isaías que había visto ese trono, antes de la presencia del Salvador en la carne, dijo: “Vi al Señor sentado sobre un trono muy elevado” (Is 6,1). Pero como “Nadie vio nunca al Padre” (cf. Jn 1,18; 1Tm 6,16), el personaje que apareció entonces al profeta era el Hijo. El salmista también dice: “Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad” (Sal 93,2). Los testimonios son muchos (…): “Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies” (Sal 110,1).
El Señor en el Evangelio, reforzando esta palabra, revela que David no la pronunció de él mismo sino bajo la inspiración del Espíritu Santo. Jesús dijo: “¿Por qué entonces, David, movido por el Espíritu, lo llama "Señor", cuando dice: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies"? Si David lo llama "Señor", ¿cómo puede ser hijo suyo?” (Mt 22,43-45). En los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés, Pedro con los Once, discutía con los israelitas, citando las mismas palabras del Salmo 110 (cf. Hech 2,34). (…)
Seguramente existen otros testimonios sobre la permanencia del Hijo Único a la derecha del Padre, por el momento retengamos los precedentes. Recordemos una vez más que no entró en posesión de esta dignidad luego de su venida en la carne, sino antes de todos los siglos. Él, engendrado de Dios, el Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, desde siempre posee el trono a la derecha del Padre.  (EDD)

Oración

(Esta vez espontánea, lo que el Espíritu te inspire)






















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