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jueves, 11 de enero de 2024

Evangelio del día

Primer Libro de Samuel 4,1-11.

Y la palabra de Samuel llegó a todo Israel. En aquellos días, los filisteos se reunieron para combatir contra Israel. Israel les salió al encuentro para el combate, y acamparon en Eben Ezer, mientras los filisteos acampaban en Afec.
Los filisteos se alinearon en orden de batalla frente a Israel, y se entabló un duro combate. Israel cayó derrotado delante de los filisteos, y unos cuatro mil hombres fueron muertos en el frente de batalla, en campo abierto.
Cuando el pueblo regresó al campamento, los ancianos de Israel dijeron: "¿Por qué el Señor nos ha derrotado hoy delante de los filisteos? Vayamos a buscar a Silo el Arca de la Alianza del Señor: que ella esté presente en medio de nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos".
El pueblo envió unos hombres a Silo, y trajeron de allí el Arca de la Alianza del Señor de los ejércitos, que tiene su trono sobre los querubines. Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, acompañaban el Arca.
Cuando el Arca de la Alianza del Señor llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron una gran ovación y tembló la tierra.
Los filisteos oyeron el estruendo de la ovación y dijeron: "¿Qué significa esa estruendosa ovación en el campamento de los hebreos?". Al saber que el Arca del Señor había llegado al campamento,
los filisteos sintieron temor, porque decían: "Un dios ha llegado al campamento". Y exclamaron: "¡Ay de nosotros, porque nada de esto había sucedido antes!
¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de este dios poderoso? Este es el dios que castigó a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.
¡Tengan valor y sean hombres, filisteos, para no ser esclavizados por los hebreos, como ellos lo fueron por ustedes! ¡Sean hombres y luchen!"
Los filisteos libraron batalla. Israel fue derrotado y cada uno huyó a sus campamentos. La derrota fue muy grande, y cayeron entre los israelitas treinta mil hombres de a pie.
El Arca del Señor fue capturada, y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.


Salmo 44(43),10-11.14-15.24-25.

Pero ahora nos rechazaste y humillaste:
dejaste de salir con nuestro ejército,
nos hiciste retroceder ante el enemigo
y nuestros adversarios nos saquearon.

Nos expusiste a la burla de nuestros vecinos,
a la risa y al escarnio de los que nos rodean;
hiciste proverbial nuestra desgracia
y los pueblos nos hacen gestos de sarcasmo.

¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes?
¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
¿Por qué ocultas tu rostro
y te olvidas de nuestra desgracia y opresión?


Evangelio según San Marcos 1,40-45.

Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 25 sobre San Mateo (PG 57, Lectures chrétiennes pour notre temps, I85, Abbaye d'Orval, 1973), trad. sc©evangelizo.org


Cristo vino para sanarnos de la lepra del pecado

“Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes purificarme” (Mt 8,1-2).
Grandes eran la discreción y la fe del que se aproximó. No interrumpe la enseñanza de Jesús, no atraviesa en medio de la multitud que escuchaba, sino que espera el momento oportuno y se aproxima del Señor cuando descendió. No se dirige a él de forma banal, sino con gran fervor, cayendo de rodillas- como lo relata otro evangelista- con profunda fe y una idea exacta concerniendo a Cristo. No dice “Si pides a Dios” o “Si rezas”, sino “si quieres, puedes purificarme”. No dice tampoco “Señor, purifícame”, sino que se entrega enteramente a él, lo hace dueño de su sanación y testimonia de su poder.
Jesús no responde: “Sé purificado”, sino “Lo quiero, queda purificado” (Mt 8,3). Deseaba con esas palabras confirmar al pueblo y al leproso en la convicción que tenían de su poder. Por eso dijo “Lo quiero”.
¿Por qué aunque para purificarlo le alcanzaba con quererlo y decir una palabra, Jesús lo toca con su mano? Me parece que desea mostrar que no se sitúa bajo la Ley sino por encima de ella. La mano no deviene impura al contacto de la lepra, sino que el cuerpo del leproso fue purificado por la muy santa mano. Ya que Cristo no vino sólo para sanar los cuerpos, sino para elevar las almas a la santidad y enseñarnos que la única lepra a temer es la del pecado. (EDD)

Oración

Jesús, de rodillas ante Ti, te pido que sanes mi corazón, no puedo vivir así, esta  lepra del pecado me consume. No me siento con la fuerza para cambiar, pero sé que una sola palabra tuya bastará para sanarme, pues, la persona que se aproxima a Jesús lo hace con confianza: “Si quieres, puedes limpiarme”.

(cf. uniagustiniana)


















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