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jueves, 20 de junio de 2024

Evangelio del día


 


Libro de Eclesiástico 48,1-14.

Surgió como un fuego el profeta Elías,
su palabra quemaba como una antorcha.
El atrajo el hambre sobre ellos
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor, cerró el cielo,
y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.
¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios!
¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la palabra de Altísimo.
Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes:
tú escuchaste un reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación;
tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tu sucesores
Tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego
en un carro con caballos de fuego.
De ti está escrito que en los castigos futuros
aplacarás la ira antes que estalle,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
¡Felices los que te verán
y los que se durmieron en el amor,
porque también nosotros poseeremos la vida!
Cuando Elías fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su vida ningún jefe lo hizo temblar, y nadie pudo someterlo.
Nada era demasiado difícil para él y hasta en la tumba profetizó su cuerpo.
En su vida, hizo prodigios y en su muerte, realizó obras admirables.


Salmo 97(96),1-2.3-4.5-6.7.

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son

la base de su trono.
Un fuego avanza ante él
y abrasa a los enemigos a su paso;
sus relámpagos iluminan el mundo;

al verlo, la tierra se estremece.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria.
Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,
los que se glorían en dioses falsos;

todos los dioses se postran ante él.


Evangelio según San Mateo 6,7-15.

Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
Conferencias. De la oración (SC 54 (Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org


¡Venga a nosotros tu Reino!

En la segunda demanda de la oración del “Padre Nuestro”, el alma pura expresa el deseo de pronto ver llegar al Reino de su Padre.
Puede implicar, en primer lugar, al Reino inaugurado cada día por Cristo en el alma de los santos. Eso se produce cuando el diablo es expulsado de nuestro corazón junto con los vicios con los que lo infectaba y su imperio desaparece. Entonces Dios entra en nosotros como soberano, al mismo tiempo que se expande la fragancia de las virtudes. Una vez que la fornicación es vencida, la castidad reina en nuestra alma. Cuando la furia es superada, reina la tranquilidad y si el orgullo es pisoteado, es el tiempo de la humildad.
También, la demanda del Reino implica directamente lo prometido a todos los perfectos, a todos los hijos de Dios. Cristo les dirá: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo” (Mt 25,34). Por eso, el alma mantiene su mirada ardientemente fijada en este término feliz, plena de deseo, y en la espera exclama: “¡Venga a nosotros tu Reino!”. Sabe bien, ya que su conciencia le rende testimonio, que en cuanto lo vea, entrará en ese Reino. (EDD)

Oración

(La del Evangelio)


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