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jueves, 21 de agosto de 2025

Evangelio del día - Invitación a las Bodas


 

Libro de los Jueces 11,29-39a.

El espíritu del Señor descendió sobre Jefté, y este recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y desde allí avanzó hasta el país de los amonitas.
Entonces hizo al Señor el siguiente voto: "Si entregas a los amonitas en mis manos,
el primero que salga de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva victorioso, pertenecerá al Señor y lo ofreceré en holocausto".
Luego atacó a los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos.
Jefté los derrotó, desde Aroer hasta cerca de Minit - eran en total veinte ciudades - y hasta Abel Queramím. Les infligió una gran derrota, y así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.
Cuando Jefté regresó a su casa, en Mispá, le salió al encuentro su hija, bailando al son de panderetas. Era su única hija; fuera de ella, Jefté no tenía hijos ni hijas.
Al verla, rasgó sus vestiduras y exclamó: "¡Hija mía, me has destrozado! ¿Tenías que ser tú la causa de mi desgracia? Yo hice una promesa al Señor, y ahora no puedo retractarme".
Ella le respondió: "Padre, si has prometido algo al Señor, tienes que hacer conmigo lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos, los amonitas".
Después añadió: "Sólo te pido un favor: dame un plazo de dos meses para ir por las montañas a llorar con mis amigas por no haber tenido hijos".
Su padre le respondió: "Puedes hacerlo". Ella se fue a las montañas con sus amigas, y se lamentó por haber quedado virgen.
Al cabo de los dos meses regresó, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho. La joven no había tenido relaciones con ningún hombre. De allí procede una costumbre, que se hizo común en Israel:


Salmo 40(39),5.7-8a.8b-9.10.

¡Feliz el que pone en el Señor
toda su confianza,
y no se vuelve hacia los rebeldes
que se extravían tras la mentira!

Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “Aquí estoy.

En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón».

Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.


Evangelio según San Mateo 22,1-14.

Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Procatequesis, 3-4 (Les catéchèses, coll. Les Pères dans la foi 53-54, Migne 1993), trad. sc©evangelizo.org


¿Cómo has entrado sin la vestimenta de bodas?

3. Se narra en los Evangelios que alguien fue a una boda, pero entró con una vestimenta inapropiada. Se acomodó y comió, ya que el esposo lo había permitido. Sin embargo, cuando vio la vestimenta blanca de los otros invitados, tendría que haberse vestido del mismo color.
A pesar de todo, se servía los mismos platos que los demás, pero se diferenciaba por su vestimenta e intención. El esposo, aunque magnánimo, era hombre con discernimiento. Al dar una vuelta mirando a cada uno de los comensales, ponía su atención no en el hecho de que comían sino en el modo de comportarse. Al ver a un extraño vestido con un traje que no era para una fiesta de bodas, le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí?» (Mt 22,12) ¿Con qué color de vestimenta? ¿Con qué conciencia? Entiendo que el portero no te lo haya prohibido por la liberalidad del intendente. Entiendo también que ignorabas con qué vestimenta era preciso entrar al banquete. Pero, una vez dentro, viste las vestimentas resplandecientes de los comensales. ¿No debías haber aprendido una lección de tus observaciones? ¿No debiste entrar del modo honesto adecuado para poder salir también adecuadamente? Pero entraste de manera intempestiva y eres también intempestivamente expulsado. (…)
4. Has visto lo que le ocurrió a ese hombre aquel día, sé vigilante en tu situación. (…) Es posible que hayas entrado con un alma pecadora y una intención deshonesta. (…) Haz hoy una salida honesta y mañana un honestísimo retorno. Si tu alma tenía por vestimenta la avaricia, entra con otra vestimenta. Despójate de la vestimenta que has portado, no pongas nada por encima, líbrate de la fornicación e impureza y revístete de la castidad. Te doy este aviso para que, cuando entre Jesús, el Esposo de las almas, no vea tu vestimenta. (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

La boda campesina de Pieter Brueghel el Viejo, pintada en 1567, presenta una animada boda rústica en un granero durante el verano. La escena está repleta de invitados, música y comida sencilla: pan, gachas y sopa se sirven en mesas y bancos de madera tosca. En el centro está sentada la novia, coronada y enmarcada por una colgadura textil verde, pero sorprendentemente pasiva. Ni come ni participa en la celebración, aparece casi como una estatua, casi como una imagen esculpida de la Virgen, serena. Los eruditos suelen encontrar un trasfondo simbólico y moral en la obra de Brueghel, y aquí muchos interpretan una tranquila advertencia contra el pecado de la gula. Casi todas las figuras, salvo la novia, parecen preocupadas por la comida. Incluso uno de los músicos mira anhelante hacia los servidores de comida, con la mente claramente en otra parte.

Sin embargo, lo que más llama la atención es la figura que Brueghel elige destacar: el sirviente. Vestido con camisa azul claro y delantal blanco, es la figura más grande de la composición, más que la novia, los músicos o cualquier funcionario. En un cuadro sobre la celebración, es el que sirve quien acapara la atención del artista. Y aunque la comida parece abundante, hay poca alegría en el rostro de la novia y poca comida en los platos. La humildad, el servicio y la moderación se yuxtaponen sutilmente a la indulgencia, la distracción y la falta de conciencia espiritual. El significado profundo del cuadro sigue siendo impreciso. ¿Es una crítica moral, una sátira o una simple observación de la vida campesina? No lo sabemos con exactitud.

Sin embargo, bajo la escena rústica se esconde un eco intemporal de la imagen evangélica: el banquete de bodas como símbolo del Reino de los Cielos. Dios extiende su invitación a todos, con generosidad y alegría. Y un lugar está preparado para cada uno de nosotros. Pero una invitación, por graciosa que sea, debe ser aceptada. Cada día, somos libres de responder con un simple sí o un no. Y aunque la oferta es abundante, nunca hay que darla por sentada. Atesoremos la invitación, acerquémonos a la mesa con reverencia y amemos a Aquel que nos convoca a su banquete.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Dios bendito, hoy más que nunca se me ha revelado cuán grande es tu poder. En cada una de las cosas que puebla el universo es clara la energía de Tu amor. Hoy quiero abrir mi corazón para recibir tu espíritu que es dicha y gloria, Oh Padre Celestial, Creador de todo.

Señor, he vivido mucho tiempo a espaldas de Tu Nombre. He sido menos que nada y he habitado en el pecado. Mas el vacío me asfixia y ahora mi único deseo es de sentirme salvo y de agradarte. No ignores esta humilde oración que hago para Ti, bendito Señor.

Padre, mis ojos no me eran útiles. No lograban ver tu presencia que me rodeaba, me aceptaba y cuidaba aun sin que yo lo reconociera. Cuán ciego estuve para no notar lo más evidente: lo gratuito de Tu amor. Cuánto me ha costado comprender que no podía estar más tiempo lejano a Ti.

Mis días eran vacíos, Señor. Mi familia se desmoronaba y todo a lo que aspiraba lo perdía. La muerte era un terror constante. Ignoraba tanto de Ti. De tus sacrificios y misericordia, Amado Padre, permíteme ser digno de Tu Reino.

Permíteme amarte y venerarte y hacer cuanto sea Tu designio. Concédeme la gracia de renovarme en Ti. Este es mi corazón que ha latido por causas impuras, te lo entrego. Llena este pecho sólo con Tu aliento y anímalo a tu voluntad. Porque en Ti ya no habrá miedo, porque hasta la muerte es tu dominio.

Yo llevaré Tu nombre, hazme testimonio de tu poder y de tu amor. Otórgame la dicha de ser tu siervo y ayudar a aquellos a quienes la ceguera aún los condena. O aquello que han perdido o disminuido en el favor de tu gracia.

Sé de mis faltas. He ofendido a mi prójimo, he vivido en pecado. Permíteme, Dios mío, aprender de tu bondad. Ayúdame, Señor, a no reincidir en el error. A rechazar las tentaciones, a ser digno de tu amor. No te apartes de mi lado y permíteme entender que solo contigo puedo obtener la salvación y tu gracia.

Gracias, Padre bendito, porque jamás me abandonaste. Porque Tu Presencia siempre me estuvo abrazando con amor. Porque aún lejano me aceptaste y sembraste en mí este nuevo comienzo. Gracias por darme un camino por donde te seguiré por siempre.

Glorificada sea tu Misericordia, infinita como tu vasto reino que nos tienes reservado. Bendita sea la paz de encontrarte, de saberte cerca. Oh, Padre celestial, he vuelto a la vida. Alabado sea Tu poder de resurrección. Poderoso Dios, que toda lengua pueda alabarte y exaltarte por los siglos de los siglos.

Padre Amado, concédeme tus dones. No cabe nada en mí que no te pertenezca y te busque. Concédeme Tu gracia y el poder de sentir toda Tu luz. De servirte en buenas acciones y llevar Tu palabra. Permanecer contigo, ser hijo tuyo y heredar la vida eterna.

Gracias por permitirme sentir Tu presencia. Santo Dios, nunca dejes de escucharme. Cada palabra mía será una forma de adoración. Porque es justo y necesario, siempre darte honra y alabanza. No nos dejes seguir en el pecado y encamínanos nuevamente por los senderos de tu verdad

Elevo mi plegaria hacia Ti, y a Tu hijo, Jesucristo, Nuestro Señor. Imploro porque ambos desde ahora y para siempre me tengan en su infinita bondad, dejando toda mi confianza puesta a tus benditos pies.

(unidosenoracion.org)


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