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jueves, 10 de marzo de 2016

¿Qué me pongo hoy? 5 tips para convertir el pudor en buen gusto




María Belén Andrada, catholic-link
Yo creo firmemente en que hay que ir bien puestos. Tengo varias razones, pero voy a compartirles solo tres de ellas. La primera, por caridad: hay que presentarse bien ante los demás (por ejemplo, a una reunión de trabajo no vamos en zapatillas), es una manera de demostrarles respeto y decir al otro «me importas, por eso me arreglo». La segunda, porque desde que somos chiquitos nos enseñan que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo: como es así, el arreglo personal es parte del cuidado de este templo. La tercera: somos una caja de sorpresas, tenemos un montón de cosas buenas para transmitir y nuestra vestimenta puede tirar pistas sobre esto; si acertamos estaremos invitando a la gente a conocer más de nosotros, pero si erramos estaremos enviando una imagen equivocada.
Para ir bien puestos y responder favorablemente a cada una de estas razones, creo que el ingrediente esencial es la modestia. ¿Por qué? Porque lleva a evitar lo que no es necesario, lo que puede resultar ofensivo, guarda una sana discreción, no se deja arrastrar por cualquier impulso e invita a escoger en todo el punto justo. Además, San Agustín decía que «la modestia ganada lleva a percibir más finamente todo lo que pasa en el alma con mayor claridad» y, como veremos en los consejos que voy a compartir, lo básico y primero –en este tema como en cualquier otro– es conocerse a uno mismo.
Una observación: Si bien la modestia es para todos, me dirigiré en esta oportunidad directamente a las mujeres, solo para facilitarme en algo la redacción. Además, porque creo que así puedo hablar con mayor propiedad 😉

1. Resaltar la verdadera belleza

tu
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Lo que nos ponemos tiene que estar a nuestro servicio: debemos descubrir los determinados encantos que nos hacen atractivas y resaltarlos. Pero ¡ojo!, muchas veces, la moda nos pone delante de conjuntos que lo que hacen es destacar partes que en realidad no constituyen su verdadera belleza. Por ejemplo, los escotes pronunciados o las minifaldas no están descubriendo a la verdadera mujer sino “partes” de ella. ¡La mujer es mucho más que partes! Es algo tan hermoso, complejo y extraordinario que me parece inútil y hasta ridículo pretender simplificarla a partes de su anatomía.
Repito que hay estar atractivas, pero esto no es sinónimo de “provocativas”. Hay que aprender lo primero sin caer en lo segundo (aunque nos toque movernos en un contexto que no diferencia mucho estos términos). ¿Qué hacer, entonces? Ante esto, yo pensaría: ¿qué es lo que estoy queriendo mostrar o  destacar? ¿Para qué, con qué fin? ¿Cuál es el mensaje que quiero dar? ¿Cómo quiero que me conozcan o reconozcan? Y acorde a las respuestas que pueda dar a estas preguntas sabré escoger qué es lo que compraré o me pondré.
Lo bueno es que podemos encontrar una grandísima variedad de prendas –también a la moda– que van mostrando más de la propia personalidad que del cuerpo. Porque mucho de aquello que no se ve –la alegría, la inteligencia, algún talento, etc., etc.– es parte de los principales encantos a los que me refiero y los que debemos hacer visibles.Conociéndolos y teniendo esto en cuenta, sabremos escoger siempre lo mejor de lo que nos puedan ofrecer, lo que de verdad hable de nosotras, lo que pueda exteriorizar lo que nos hace únicas. Una frase dice: «No dejes que la ropa te vista, tú viste la ropa», la ropa no te debe distraer de quién eres: tu sonrisa, tu humor, tu cariño, tu inteligencia.
Por ejemplo, existen muchos accesorios bastante simpáticos. A mí me gusta pintar y llegué a encontrar un collar cuyo dije tenía la forma de un lápiz. O si no, prendas de vestir con ciertos estampados o diseños que hablen de nuestras preferencias, como gatos, cupcakes, formas geométricas, letras del abecedario, libros… ¡hoy día hay tantas opciones!

2. ¡Sé tú misma!

misma
misma
No atarnos incondicionalmente a los dictámenes del último grito de la moda o a tendencias que en realidad no nos favorecen nos permite ir armando nuestro propio estilo, seleccionando lo que nos gusta, lo que habla de nosotras, lo que dice algo de nuestra manera de pensar, de actuar, de amar, de soñar… etc. Al mismo tiempo, sabremos presentarnos actuales, elegantes, lindas y de manera que podamos llamar positivamente la atención, lo que significa ser advertidas por el conjunto de lo que somos en realidad.
Claro que para esto primero hay que conocerse, saber quiénes somos, qué nos gusta y por qué, para encontrar el estilo que más se ajuste a nuestra personalidad y con el que más cómodas nos sintamos. Así, podemos encontrar algunas alternativas clásicas, románticas, trendy, bohemias, etc. y escoger la que nos describa y siente mejor.

3. Saber elegir

ropero
ropero
Esto puede parecer difícil, pero no es complicado. Cuesta a veces decidirse a decir que “no” a algunas cosas, pero vale la pena porque en realidad no hablamos de vivir de negaciones, sino de afirmacionesEn primer lugar, de la afirmación de una misma. En la vida en general siempre pasa esto: si se elige un camino, se renuncia a la posibilidad de andar por otro. Por eso es que conviene no mezclar todos los estilos habidos y por haber. Me enseñaron que hasta dos o tres estilos puede tener una persona, aunque lo ideal es que tenga uno solo. Esto es así porque la persona es un todo y su forma de vestirse debe transmitir la misma coherencia.
Entonces, si nos decidimos por querer presentarnos de una manera, será lógico que tengamos que aprender a discernir qué podemos usar para ello y qué no. Pero no en un tono negativo, no a modo de “prohibición”; simplemente porque si bien todo me es lícito, no todo me conviene (1 Cor. 10:23).  Conócete: pide a Dios que te enseñe a amar tu cuerpo y a saber lo que le va mejor. 
De la misma manera que vimos en el punto anterior, esto nos permitirá una consistencia en lo que transmitimos de nuestra forma de ser. Si bien es cierto que lo que la apariencia transmite no lo dice todo de uno, dice mucho, o al menos algo. Y yo pienso que “algo” es mejor que “nada”, porque al menos da pie a conocer mejor.

4. Vestir según las distintas circunstancias

ocasion
ocasion
Otro tip para vestirse siempre de la mejor manera, es haciéndolo según las circunstancias, según el escenario en el que nos vamos a desenvolver. No es lo mismo vestirse para ir a la cancha a ver un partido de fútbol que para irse a una cena con amigas, ni vestirse para ir a una boda que para ir a la Misa. Pensar a dónde voy, con quién me voy a encontrar, qué voy a hacer ahí, nos tira algunas pistas para saber qué podemos ponernos para estar acordes a la situación.
Esto no significa perder el propio estilo, sino ir ajustándolo o adaptándolo al contexto en el que nos vamos a encontrar. Se lo mantiene, y al mismo tiempo evitamos esa incomodidad que sentimos al ver que no nos hemos preparado lo suficiente o la ridiculez al sentir que estamos súper producidas.

5.  Para una buena cristiana: mirar a la Virgen

maria
 maria
Sobre la modestia y el buen vestir, un amigo (sí, varón) una vez me dio este consejo. A la hora de elegir una ropa determinada, pensar si la Virgen la usaría si viviera en nuestros tiempos. Obviamente no nos imaginamos a la Madre de Dios mal vestida ni descuidada y por eso es un buen parámetro para preguntarnos si estamos bien puestas y si, al arreglarnos, no estamos exagerando un poco, si no estamos dejándonos llevar por la vanidad o si estamos exhibiendo de más… Mirar a María es la mejor manera de elegir bien, de estar bien puestas, bien arregladas, a la vez que sencillas. Obviamente esto no quiere decir que solo nos pondremos cosas largas y súper cubiertas, se trata de conservar el principio y aprender a discernir. Ana Catalina Emmerick en sus revelaciones privadas pudo ver a la Virgen María y describe sus vestidos y su actitud: «Vestida con su hermoso traje, era su andar lleno de gracia, de decencia y de gravedad».
Y ya sabes lo que se dice: no hay mayor belleza que en la sencillez, porque ella es «la clave de la elegancia», como lo decía Coco Chanel.



Todas las fotos fueron tomadas de Pixabay.com.

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