Y combátelo así
A las manifestaciones del mal espíritu las podemos clasificar en tres, por un lado duda y aflicción, por otro lado el manejo del tiempo y por último, el mal espíritu caricaturiza la memoria.
Si hay un modo en el que el mal espíritu trabaja y deja su huella en el corazón para apartarnos del camino del seguimiento de Jesús es por el camino de la duda, del camino de la aflicción.
Es propio del mal espíritu poner falta de paz con tristeza y desánimo, debilitamiento de la fe, esperanza, caridad, tristeza y soledad, dejar al alma toda como acurrucada y arrinconada, amordazada y atada, son como características propias con las que el mal espíritu busca atentar contra la vida de Dios en nosotros.
El mal espíritu además maneja los tiempos interiores. No el del reloj, sino los tiempos de la interioridad. Nos aparta del kairos, del tiempo de Dios en el presente, al ritmo en el que Dios conduce la historia.
El mal espíritu lleva hacia el pasado tentando por la seducción con los pecados de antes y haciéndonos creer que no se podía vivir sin ellos, que siguen incidiendo en la vida presente, que de ahí nunca vamos a salir y en todo caso si hay un mal que hoy nos habita, tiene mucho que ver con los males que en otro tiempo nos habitaban y que seguimos enredados entre sus redes.
Al mismo tiempo el mal espíritu nos presenta el futuro con desesperanza y con miedo.
Una forma de manejar el pasado de interferir sobre la lectura del pasado, es con los escrúpulos que torturan desde un pasado en desorden.
Cuando uno ha pecado gravemente en el pasado y en delicadeza busca en el presente ser fiel a Dios y a sus designios, el mal espíritu tiene como este deseo de culpabilizarnos y de acusarnos y entonces escrupulosamente va generando en el corazón la mirada pecaminosa sobre realidades en donde no hay pecado.
El convertido, a veces, es atacado por los escrúpulos. Pensemos que la noche oscura, para san Ignacio de Loyola, fueron eso, sus escrúpulos y no los tuvo al final de su vida sino al inicio, como le pasó también a Pablo de Tarso.
Hacia el futuro el mal espíritu nos presenta los futuribles, es decir, nos presenta lo que vendrá diciéndonos que con aquello no podremos, nos presenta fantasmas de las posibilidades, nos presenta el peor escenario en forma hipotética o condicionales: si ocurriera tal cosa yo no podría, qué va a pasar cuando… cuando en realidad no sabemos si va a pasar.
Estos futuribles generan un temor que no se puede resolver y por lo tanto mantiene a la persona con mucha angustia sobre esa fantasía o ese fantasma que el mal ha generado en nosotros.
Hemos visto cómo en el tiempo el mal espíritu tienta hacia el pasado y hacia el futuro cuando en realidad donde se juega la salvación es en el presente. Hoy es el día de la salvación, “hoy es el tiempo propicio” dice la Palabra.
El mal espíritu ¿qué hace? Nos saca del aquí y el ahora, de la cotidianeidad, del compromiso simple y sencillo en lo laboral, en lo familiar, en lo apostólico, en la ciudadanía, por lo que nosotros podemos poner nuestro pequeño y gran granito de arena en el acontecer del hoy con la fidelidad a nuestra agenda discernida en Dios de cómo obrar y de cómo servir.
No te apures en el andar que en el hoy se juega tu destino. No le hagas caso a lo que pasó cuando te lo muestren mal ni te preocupes por lo que vendrá que hoy comienza a construirse tu futuro.
Nosotros somos invitados, en el tiempo que corre, a detenernos, para vivirlo según el ritmo de Dios, que ni va rápido ni va lento, va y en su ir marca un ritmo que es constante, que es permanente, que no se detiene, que reconoce el cansancio nuestro y nos invita a reposar en él mientras sigue yendo.
El mal espíritu caricaturiza la memoria
El mal espíritu caricaturiza la memoria haciendo que las cosas aparezcan como enfatizando lo negativo de lo que aconteció y minimizándolo.
En un momento de la película El Rito,Anthony Hopkins, que es el actor principal y el exorcista adulto, le dice al aprendiz de exorcismo: atención porque el mal es un farsante, un mentiroso, un embaucador. Está diciendo esto que queremos nosotros recalcar hoy en la denuncia a su modo de actuar.
Busca enfatizar lo negativo deformándolo o minimizando lo que está mal también deformándolo. Para esto se vale de la mentira haciendo perder la memoria del corazón.
Cuando uno lee la Palabra, en las tentaciones de Jesús en el desierto uno se da cuenta que el mal espíritu usa la verdad pero la da vuelta, y miente con la verdad, cita la Palabra de Dios el mal espíritu, y en ese citar la Palabra de Dios, con una intencionalidad hiriente, busca sacarlo a Jesús del camino.
En este trabajar sobre nosotros quiere oscurecer la memoria agradecida haciéndonos olvidar las gracias que hemos recibido en el pasado y entonces, cuando es así, quedamos a la deriva de la tentación, nos hace olvidar los afectos, las alegrías, la paz que han sido confirmatorios de la presencia de Dios en nuestra vida y viene con un espíritu ansioso para ir hacia delante sin rumbo, sin sentido.
Todo esto, cuando se combina con la duda, se hace una mezcla muy particular, el corazón queda todo como enredado, sin memoria y todo con dudas.
Solamente basta una experiencia de Dios fuerte, fundante, para perseverar y sostenerse también en medio de estos embates.
Dice santa Teresa hablando de una experiencia suya donde la esencia del alma ha sido marcada por la presencia del Dios vivo: “No se me olvidará aunque quiera esta gracia recibida”.
Por eso, en medio de las crisis, hay que buscar en la memoria si existió esa experiencia de gracia.
Por eso es recomendable, cuando hagamos los ejercicios de Ignacio, llevar nuestro cuaderno y anotar las gracias que vamos recibiendo, porque cuando nos olvidamos, volver sobre ellas es como cuando se nos apaga el fuego y al hacerle un poquito de viento y comienza a arder de nuevo, vuelve a recuperar el alma su fuerza.
Es que Dios no se muda, dice santa Teresa, Dios permanece, Dios queda, Dios es fiel.
Ernesto Sábato, en otro contexto, decía: el hombre sin memoria es una hoja de otoño a la deriva del viento, es como un barco sin rumbo.
En el pasado de alguna manera, marcado ya por Dios, están las claves de la brújula que nos conduce hacia el futuro.
El mal espíritu lo que busca es enfatizar lo malo en el pasado y minimizar lo bueno, caricaturizar la realidad.
Es un payaso, es un embaucador, es un mentiroso y nosotros; al ponerlo al descubierto no hacemos más que, con mucha sencillez, confiando en la bondad de Dios, desarticular sus estrategias para liberarnos y recorrer un nuevo camino.
Artículo publicado originalmente por Radio María Argentina
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