Hacernos la Señal de la Cruz es un gesto simple pero a la vez una profunda expresión de fe tanto de los Católicos como de los Cristianos Ortodoxos. Como católicos, es algo que hacemos cuando entramos en una iglesia, luego de recibir la comunión, antes de comer y cada vez que oramos. Pero, ¿qué es realmente lo que hacemos cuando nos santiguamos? Aquí hay 21 cosas:
1) Orar. Comenzamos y finalizamos nuestras oraciones con el Signo de la Cruz, tal vez no comprendiendo que el signo de la cruz es en sí mismo una oración. Si la oración es en esencia “la elevación de nuestra mente a Dios” como lo dice San Juan Damasceno, entonces el Signo de la Cruz califica perfectamente como tal. “No es un gesto vacío, el signo de la cruz es una potente oración que conecta al Espíritu Santo como nuestro Divino Intercesor y generador de una exitosa vida cristiana” escribe Bert Ghezzi.
2) Abrirnos a la gracia. Como un sacramental, el Signo de la Cruz nos prepara para recibir la bendición de Dios y nos dispone para cooperar con Su gracia, de acuerdo a Ghezzi.
3) Santificar el día. Como un acto que realizamos repetidas veces a lo largo del día, la Señal de la Cruz santifica nuestro día. “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz.”, escribió Tertuliano.
4) Consagrar todo nuestro ser a Cristo. En el movimiento de nuestras manos, desde nuestra frente a nuestro pecho y luego hacia ambos hombros, le estamos pidiendo a Dios su bendición para nuestra mente, nuestras pasiones y deseos, nuestros propios cuerpos. En otras palabras, la Señal de la Cruz nos consagra en cuerpo y alma, mente y corazón a Cristo. “Deja que tome todo tu ser –cuerpo, alma, mente, voluntad, pensamientos, sentimientos, tus acciones y omisiones- y sellándolos con la cruz, fortalécelo y conságralo todo con la fuerza de Cristo, en el nombre de la Divina Trinidad” decía el teólogo del siglo XX, Romano Guardini.
5) Recordamos la Encarnación. Nuestro movimiento es hacia abajo, desde nuestra frente a nuestro pecho “porque Cristo descendió de los cielos a la tierra”, escribía el Papa Inocente III en sus instrucciones para hacer la Señal de la Cruz. Sosteniendo dos dedos juntos- ya sea el pulgar con el anular o el índice- también representan las dos naturalezas (humana y divina) de Cristo.
6) Recordamos la pasión de Nuestro Señor. Fundamentalmente, al trazar las líneas de la cruz sobre nosotros, estamos recordando la crucifixión de Cristo. Esta remembranza se ve profundizada si mantenemos nuestra mano derecha abierta, usando los cinco dedos para hacer la señal- correspondiente a las cinco heridas que sufrió Cristo.
7) Afirmar la Trinidad. Al invocar el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, estamos afirmando nuestra creencia en un Dios Trino. Esto también se refuerza si usamos los tres dedos para hacer la señal, de acuerdo al Papa Inocente III.
8) Enfocar nuestra oración en Dios. Una de las tentaciones cuando oramos, es dirigirnos a Dios con nuestra concepción personal de El- El hombre de arriba, nuestro amigo, una especie de genio cósmico, etc. Pero cuando esto sucede, nuestras oraciones se tratan más de nosotros que de un encuentro con el Dios viviente. La Señal de la Cruz inmediatamente nos enfoca en el Dios verdadero, de acuerdo a Ghezzi: “Cuando invocamos la Santísima Trinidad, ponemos nuestra atención en el Dios que nos creó, no en el Dios que nosotros hemos creado. Dejamos de un lado esas imágenes y dirigimos nuestras oraciones a Dios que se ha revelado a sí mismo como: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
9) Afirmar la procedencia del Hijo y El Espíritu. Al levantar primero nuestra mano a la frente recordamos que El Padre es La Primera Persona de la Trinidad. Al bajar nuestra mano nosotros “expresamos que El Hijo procede de El Padre”. Y, al finalizar con El Espíritu Santo, aseguramos que El Espíritu procede del Padre y del Hijo, como lo dice San Francisco de Sales.
10) Confesar nuestra fe. Al afirmar nuestra creencia en la Encarnación, crucifixión y en la Trinidad, estamos haciendo una mini confesión de fe en palabras y gestos, proclamando las verdades fundamentales de nuestro credo.
11) Invocar el poder del nombre de Dios. En la escritura, el nombre de Dios tiene poder. San Pablo nos dice que “ante que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos” (Filipenses 2,10). Y Jesús mismo dijo “Todo lo que pidan en mi Nombre lo haré, de manera que el Padre sea glorificado en su Hijo. Y también haré lo que me pidan invocando mi Nombre” (Juan 14,13-14)
12) Crucificarnos personalmente con Cristo. Todo el que quiera seguir a Jesús debe “negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo” como dijo Jesús a sus discípulos en Mateo 16,24. “He sido crucificado con Cristo”, escribe San Pablo a los Gálatas en el capítulo 2,19. “Proclamar la Señal de la Cruz es proclamar nuestro si a la condición de discípulos de Cristo”, escribe Ghezzi.
13) Pedir apoyo en nuestro sufrimiento. Al cruzar sobre nuestros hombros le pedimos a Dios “que nos dé apoyo- nos meta el hombro- en nuestro sufrimiento”, escribe Ghezzi.
14) Reafirmar nuestro bautismo. Al usar las mismas palabras con las que hemos sido bautizados, la Señal de la Cruz es un “resumen y aceptación de nuestro bautismo” de acuerdo al Cardinal Joseph Ratzinger.
15) Revertir la maldición. La Señal de la Cruz recuerda el perdón de nuestros pecados y da vuelta a nuestra caída pasando “del lado izquierdo de la maldición al derecho de la bendición” de acuerdo a De Sales. El movimiento de izquierda a derecha también significa nuestro futuro paso de la miseria del presente a la gloria futura, como Cristo ha “cruzado de la muerte a la vida y del infierno al Cielo”, escribió el Papa Inocente II.
16) Rehacernos a imagen de Cristo. En Colosenses 3, San Pablo usa la imagen de la vestimenta para describir como nuestra naturaleza pecadora se transforma en Cristo. Debemos tomar nuestro ser viejo y ponerlo en el ser “que está siendo renovado… a imagen de su creador”, nos dice Pablo. Los Padres de la Iglesia veían una conexión entre este verso y el desnudar a Cristo en la cruz, “nos muestra que debemos despojarnos de nuestra vieja naturaleza en el bautismo y ponernos una nueva como participación de nuestra desnudez con Cristo en Su crucifixión”, escribía Ghezzi. Él concluye que podemos ver la Señal de la Cruz como “nuestra forma de participar en la desnudez de Cristo en la Crucifixión y ser vestidos con la gloria de Su resurrección”. Así que al hacer la Señal de la Cruz, estamos identificando radicalmente con todo el evento de la crucifixión- no solo con esas partes que podemos aceptar o que podemos procesar sin dañar nuestras sensibilidades.
17) Marcarnos a nosotros mismos por Cristo. En la Antigua Grecia, la palabra para señal era “sphragis”, que también era una señal de propiedad, de acuerdo a Ghezzi. “Por ejemplo, un pastor marcaba sus ovejas como su propiedad con una marca que llamaban sphragis” escribe Ghezzi. Al hacer la Señal de la Cruz, nos marcábamos como pertenencia de Cristo, nuestro verdadero Pastor.
18) Ser soldados para Cristo. El “sphragis” era también un término para el nombre de un general que era tatuado en sus soldados de acuerdo a Ghezzi. Esto también es una metáfora de la vida cristiana: mientras podemos ser comparados a ovejas en el sentido que seguimos a Cristo como nuestro pastor, no debemos ser tímidos o mansos. Más bien somos llamados a ser soldados para Cristo como lo escribe San Pablo en Efesios 6 “Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas. Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio. Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios”.
19) Custodia contra el demonio. La Señal de la Cruz es una de las muchas armas que usamos en la batalla con el demonio. Como decía un predicador del medievo llamado Aelfric, “Un hombre puede mover sus brazos maravillosamente sin crear ninguna bendición hasta que hace la Señal de la Cruz. Pero, si lo hace, el enemigo pronto sentirá temor a cuenta de la victoria ya reclamada”. En otra afirmación, atribuida a San Juan Crisóstomo, se dice que los demonios “vuelan lejos” ante la Señal de la Cruz “temiéndola como un bastón con el que están siendo abatidos”. (Fuente: Enciclopedia Católica).
20) Sellarnos con El Espíritu. En el Nuevo Testamento, la palabra “sphragis”, mencionada antes, es a veces traducida como sello, como en 2ª Corintios 1,22, donde San Pablo escribe que “Y Dios es el que nos da fuerza, a nosotros y a ustedes, para Cristo; él nos ha ungido y nos ha marcado con su propio sello al depositar en nosotros los primeros dones del Espíritu”. Al hacer la Señal de la Cruz, estamos nuevamente sellándonos en el Espíritu, invocando Su poderosa intervención en nuestras vidas.
21) Ser testigos para otros. Como un gesto que a menudo hacemos en público, la Señal de la Cruz es una simple forma de testificar nuestra fe para otros. “No nos sintamos avergonzados de confesar al Crucificado. Que la Cruz sea nuestro sello hecho con valentía por nuestros dedos en nuestra frente, y en todo; sobre el pan que comemos, en las copas que bebemos; en nuestras entradas y salidas; antes de dormir, cuando nos acostamos y cuando nos levantamos; cuando estamos en camino y cuando estamos quietos” escribió San Cirilo de Jerusalén.
(Fuentes citadas: La Señal de la Cruz, de Bert Ghezzi y Señales de Vida, de Scott Hahn)
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Adaptación y traducción al español por Manuel Rivas, para PildorasdeFe.net, de artículo publicado originalmente en: Catholic Exchange, autor: Stephen Beale
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