Una vez visité a un amigo en España, y una noche mientras nos preparábamos para dormir, me preguntó si quería rezar con él...
Viajar es una excelente opción para rodearse de gente nueva y conocer otras culturas, y también para encontrar inspiración en todo lo que nos rodea y más aún en las personas que uno logra conocer. Cuando decidas viajar, hazlo con Dios, porque desde el momento que le permitas actuar a través de ti y guiarte en tu viaje, seguro vivirás una gran aventura.
En lo personal, poder viajar ha llenado mi memoria de recuerdos inolvidables y permitido vivir encuentros inesperados, pero también me ha llevado a afrontar desafíos tanto físicos como espirituales.
Uno de esos desafíos ha sido siempre poder mantener mi vida de constante oración las veces que viajo, con la permanente diferencia horaria, los lugares desconocidos y las personas que recién conozco. A continuación te doy 7 recomendaciones para que puedas orar durante tu viaje:
1. No esperes viajar para comenzar a orar, ¡hazlo ya!
Una vez, un sacerdote con el que me encontraba conversando acerca de la vocación, me dijo que un hombre que no ora es un seminarista que no ora, y un seminarista que no ora es un sacerdote que no ora. Lo que quiso decir con esto fue que no podemos pensar que nuestra vida de oración va a crecer de un momento para otro en el transcurso de nuestro viaje, sino que tiene que estar presente desde mucho antes.
De igual manera, no podemos suponer que en nuestro viaje vamos a encontrar ‘‘un momento para orar’’ de improviso. Es importante considerar que la oración que hagas cuando viajes estará fundada en la vida de oración que hayas tenido en tu hogar.
Tal vez tengas muchos momentos para orar a solas durante tu viaje, sin embargo, por lo general, si no oras en tu casa, entonces no serás capaz de orar de un momento para otro cuando estés fuera de ella. Así que, ¡comienza desde ya!
2. La misa. ¿Por qué está todo el mundo de pie?
Cuando estás de viaje, participar de la eucaristía puede suponer todo un desafío, pero jamás permitas que el idioma o las costumbres propias del lugar sean un impedimento para participar fervorosamente de ella.
La asamblea podría, en algunos casos, ponerse de pie cuando generalmente tú te arrodillas o, sentarse cuando normalmente tú te pones de pie, pero ¡no te preocupes!, lo importante es que estás ahí, participando de la misa.
Lo más práctico en esos casos es imitar a la asamblea. La Conferencia Episcopal local deberá disponer de las normas litúrgicas correspondientes para ser aplicadas por los feligreses, y rápidamente notarás cómo te irás adecuando el ritmo de la celebración.
Hace poco conocí la Liturgia según el Rito Bizantino, puesto que donde yo me encontraba no se celebraba la misa según el Rito Latino y, sin duda, fue algo distinto pero hermoso a la vez, algo que no había vivido nunca antes, y de lo cual estoy muy agradecido.
3. Hazte hábitos (pero prepárate para los cambios)
Cuando te vayas de viaje, piensa en cosas que vayas a ser capaz de hacer e inclúyelas en tu rutina diaria. Puede ser una simple oración cada mañana, o durante el trayecto que realizas a diario, o en cualquier otro. La clave está en elegir cosas que seas capaz de hacer todos los días.
Una vez me encontraba acampando en un hermoso lugar de la costa de Croacia y cada mañana me sentaba alrededor de 20 minutos en la orilla de la playa a rezar el rosario, lo cual funcionó muy bien para mí. No fue algo que hubiera planeado, sino que la oportunidad se presentó y yo la tomé, y así se volvió un hábito.
Por suerte donde quiera que vayas habrá un lugar magnífico que podrás visitar a diario como un estímulo para orar. Lo puedes hacer en un momento del día que no tengas nada que hacer, o en ese lugar con vista increíble que te deja sin palabras. Ambas pueden ser buenas oportunidades.
4. Ora junto a un amigo/a
Si estás acompañado de más personas (ya sea con un compañero/a de viaje, alguien a quien te encuentras visitando, o incluso alguien que conociste de camino) seguramente querrás saber si a ellos les gustaría rezar contigo. Esto no solo permite que ellos sepan que necesitas tener un momento para hacerlo, sino que también se vuelve una oportunidad para que ellos lo hagan contigo. Orar junto a un amigo/a, o con un grupo de amigos, es indescriptiblemente especial.
Una vez visité a un amigo en España, y una noche mientras nos preparábamos para dormir, me preguntó si quería rezar con él y rezamos juntos. Este se ha convertido en uno de mis recuerdos más preciados. Cuando rezamos con un amigo/a estamos invitando a Dios a esa amistad que es compartida.
5. ¡Llama a tu madre!
Cada vez que me voy de viaje, a mi mamá le gusta que la mantenga al tanto sobre el lugar donde me encuentro y hacia dónde me dirijo, pero ¡siempre olvido llamarla! (lo siento mamá). Sin embargo, soy muy bueno para mantener al corriente a mi madre celestial.
La Virgen María es quien guía nuestro caminar, así lo dice una famosa canción. Estar a su lado es lo que alegra el corazón del viajero. Ella toma nuestras preocupaciones, proyectos (aunque no los haya), tristezas y alegrías para ponerlas a los pies de su Hijo Jesús.
¿Cómo te pones en contacto con ella? Ya le había recomendado a los viajeros rezar el rosario. Es fácil y muy efectivo.
6. Reza la oración de Jesús
Esta oración es nueva para mí, un descubrimiento reciente que no he podido profundizar todavía, pero del cual he escuchado historias conmovedoras donde gracias a ella se ha podido encontrar alegría y consuelo. Esta oración es simple pero sumamente poderosa, y se puede rezar donde y cuando tú quieras (ideal para cuando viajes). Tiene su origen en la Iglesia Oriental y fue considerada por los primeros padres de la Iglesia como la clave para descifrar la oración incesante del más íntimo interior del corazón.
Tienes que decir: “Señor Jesús, ten piedad de mí que soy pecador”, y decirlo varias veces en silencio, y en el silencio profundo de tu corazón.
7. Contempla
Mi último consejo para que puedas orar en tu viajes es que lo disfrutes. No permitas que la ansiedad te aleje de las maravillas que vas a apreciar y las experiencias que vas a vivir. El viaje puede ser nuestra oración mientras tengamos a Dios ante nuestros ojos y Él nos revele sus misterios.
Hildebrand, al hablar de la contemplación, nos dice: “¡Quién de nosotros no conoce el momento supremo cuando una gran verdad, la belleza gloriosa de una pieza de arte o de la naturaleza, o el alma de una persona amada se manifiesta por sí sola a la nuestra como el esplendor de un relámpago, adornando nuestros ojos con una visión de realidad alternativa e impulsandonos a exclamar, ‘‘¡Oh Señor, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”.
De eso se trata viajar.
Traducido del original de Benedict Hince en Catholic Link en inglés, por Mauricio González Salgado.
Artículo publicado por Catholic Link
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