Puede no haber mala intención, pero son pequeños detalles fácilmente corregibles
para que no minen la confianza mutua.
C.L. / ReL
"Antes de profundizar en este tema, es importante saber algo: una mujer debe comprender que, por encima de todo, ella es hermosa a los ojos de su Creador. Aunque quiera superar el examen de su esposo, ante todo «se prendará el Rey de tu belleza» (Sal 44, 12).
Es la reflexión con la que Molly Parker, tras 22 años de matrimonio (tiene tres hijos y vive en California), comenta en Crosswalk diez formas con las que un hombre puede hacer sentir "fea" a su mujer (en un sentido que va más allá de la condición física) sin decir una sola palabra y sin intención alguna de hacerlo. No es que Molly diga que hay todas deben evitarse siempre... pero tampoco deben quedar todas sin evitar nunca. Y el caso es que de todas ellas, de una forma u otra, nos previene la Biblia.
1. Escatima los cumplidos
Una mujer desea que se le preste atención, y si su marido (aquel cuya opinión es más importante) no es capaz de dedicarle un cumplido, ella empezará a preguntarse si hay algo que falla en ella. Si se ha arreglado y está atractiva, si asombra a su marido con su capacidad para la multi-tarea, si prepara unas comidas excelentes, "ella quiere que él se lo diga" y "él debe hacérselo saber".
"La ansiedad en el corazón deprime al hombre, pero una palabra buena le causa alegría" (Prov 12, 25).
2. No tiene en ningún lado una foto de su mujer
"Una vez visité a mi marido en el trabajo y vi algo hermoso: ¡Yo! Ahí estaba, sobre su mesa, dentro de un pequeño marco que todos podían ver. Me sentí honrada y querida y, si he de ser sincera, algo coqueta. No tienes bastante de mí fuera de casa, ¿eh, machote?", cuenta Molly, quien ofrece como alternativa... un fondo de pantalla en el ordenador.
"Que en las puertas la alaben sus obras" (Prov 31, 31).
3. Mira frecuentemente a otras mujeres
Por cada marido que mira como no debe en la playa o en la calle, "hay una esposa que se siente poco deseable e insuficiente", que puede llegar a pensar "que no es lo bastante buena". Y si el hombre no se reprime de esos "exámenes de arriba abajo" a otras mujeres, "él llegará a pensar lo mismo". Molly explica por qué: "Mirar de esa manera en público puede conducir fácilmente a mirar de esa manera en privado", ya sea con una relación extraconyugal o mediante la pornografía.
"Todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya en su corazón cometió adulterio con ella" (Mt 5, 28).
4. Nunca le regala nada
"Nunca olvidaré", recuerda Molly, "lo bien que me sentí el día en el que mi marido me compró una blusa escogida por él mismo. ¿Por qué? Porque él pensó que me sentaría bien. Y entonces me lo imaginé en la tienda diciéndose a sí mismo: 'Me gustaría verla con esto puesto'. Eso le hizo atractivo para mí, y me hizo sentirme atractiva a mí. Ambos ganamos". Porque el mejor regalo de un hombre a una mujer es él mismo, añade.
"El alma generosa será saciada, y quien riega también él mismo será regado" (Prov 11, 25).
5. Siempre está mirando su teléfono móvil
Los tiempos de juntarse en un sofá, o en el coche, o en un restaurante, sin la compañía del celular, puede que hayan pasado para siempre: "Pero el día que un hombre hace el primer movimiento y apaga el móvil, mirándote a los ojos como si fuera la primera cita... sin distracciones... su mujer está segura de que es vista y escuchada... todo lo contrario de sentirse fea".
"Vosotros, hombres, tratad a conciencia con la mujer, dándole el debido honor como coheredera de la gracia de la vida" (I Pe 3, 7).
6. Acurrucarse no le basta
Molly confiesa lo mucho que le gustan que su marido le haga cosquillas en la espalda. O disfrutar de un helado estirando las piernas sobre las de su marido. Sin más pretensiones. "Por eso, cuando un hombre quiere sexo y solo sexo, su mujer se siente usada como un electrodoméstico", dice, "como si él la viese solo cual alguien con una función".
"Que el marido dé a su mujer el débito, y la mujer de igual modo al marido" (I Cor 7, 3).
[En realidad esta referencia neotestamentaria que aduce Molly alude precisamente al débito conyugal {debitum, dice la Vulgata}, esto es, al sexo, y asi la hemos transcrito. Lo que pasa es que la autora cita por la versión protestante de la Biblia conocida como King James o Rey Jacobo, que utiliza "benevolence" {versión antigua} o "affection" {versión nueva} en vez de "débito" ("El marido dé a su mujer cariño", transcribe Molly). Sin embargo, todo el contexto de los versículos 1 a 7 de esa carta de San Pablo, incluso en la versión protestante, alude a la relación propiamente carnal. En cualquier caso, que el versículo aducido por Molly no case bien con la idea que ella quiere apoyar no quita fuerza a la idea misma de la importancia de las muestras de cariño más allá del sexo.]
7. Se come la última magdalena para que no lo haga ella
"Cuando un hombre se come la última magdalena para 'ayudar' a su mujer a perder peso, o le pone estratégicamente las zapatillas de deporte a los pies de la cama, ella se va a sentir fea. Y aunque él cree que es sutil, ella sabe exactamente lo que está pasando", advierte Molly: " Es importante que un hombre muestre afecto hacia su esposa ahora, esté o no en plena forma".
"Regocíjate con la mujer de tu juventud" (Prov 5, 18).
8. Prefiere las cosas de hombres
Molly ve bien que los hombres necesiten su espacio y su momento para sus cosas y sus amigos. "Pero cuando su lugar de esparcimiento se parece más a un lugar de escape, su mujer puede preguntarse por qué él ya no busca su compañía", incluso hasta temer que alejarse de algún vicio, como el alcohol, implique alejarse también de ella.
"Goza de la vida con la mujer que ames todos los días de tu vida fugaz" (Eclesiatés 9, 9).
9. No le importa que otros hombres dediquen atención a su mujer
No todos los celos son pecaminosos, recuerda Molly: "Sin un marido ve que otro hombre intenta seducir a su esposa, tiene derecho a estar celoso; debe estar celoso". Así que "para honrar y defender a su mujer y no descuidar su compromiso con ella, un hombre debe estar ojo avizor. Ese toque de saludables celos no solo protegerá su matrimonio, sino que hará que su mujer se sienta deseable".
"Yahvé tiene por nombre Celoso. Un Dios celoso es" (Éx 34, 14).
10. Habla mejor de otras mujeres que de la suya propia
Si una mujer oye a su marido calificativos respecto a otras mujeres que nunca oye respecto a ella (da igual que sean valoraciones físicas que intelectuales), se sentirá cualquier cosa menos bien, "lo cual es especialmente verdad si Doña Guapísima o Doña Brillante son conocidas de la pareja, no meras estrellas de Hollywood". Porque toda mujer tiene algo hermoso que ofrecer al mundo, pero es dentro del matrimonio donde ha de sentirse única entre un millón.
"Única es mi paloma, única mi perfecta" (Cantar de los Cantares 6, 8).
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