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sábado, 25 de abril de 2020

Cómo celebrar en casa este tercer domingo de Pascua

La celebración de la Resurrección de Jesús continúa en las siete próximas semanas de Pascua hasta culminar en Pentecostés. Durante este tiempo de confinamiento Aleteia, en colaboración con la revista Magnificat, seguirá ayudándole a celebrar la Palabra de Dios en casa.


Guía general a la celebración
  • Puede escogerse el horario más conveniente, entre la tarde del sábado hasta la tarde del domingo.
  • Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
  • Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración, respetando las distancias establecidas por las autoridades.
  • En la medida de lo posible podrán adornarse el espacio de oración: estatuas, imágenes, iconos, velas, flores… Para subrayar el carácter festivo, se podrán añadir dibujos de los niños, flores de papel, huevos de colores, e incluso bellas guirlandas de Navidad.
  • Una cruz o un crucifijo deberá siempre ponerse en el fondo.
  • Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas.
  • Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio y preparará la celebración.
  • Se designan los lectores para las diferentes lecturas.
  • Los presentes pueden preparar las oraciones de los fieles (aquí se propone una fórmula). Se pueden preparar cantos apropiados.

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*    *

TERCER DOMINGO DE PASCUA
Celebración de la Palabra“Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas”.

Nos sentamos.  La persona que guía la celebración toma la palabra:
Hermanos y hermanas:
En este tercer domingo  de Pascua
circunstancias excepcionales nos impiden
participar en la celebración sacramental de la Eucaristía.
Sin embargo, sabemos que
cuando nos reunimos en su nombre,
Jesucristo está presente en medio de nosotros.
Y recordamos que, cuando se lee la Escritura en la Iglesia,
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
Su palabra es alimento para nuestra vida;
por ello, en comunión con toda la Iglesia,
vamos juntos a ponernos a la escucha de esta Palabra.
Durante esta celebración,
seguiremos llamando al Corazón de Dios
especialmente para que cese la pandemia
que amenaza al mundo,
por los enfermos y los que han muerto,
por sus amigos y sus familiares,
y por todos aquellos que trabajan
al servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.
En medio del dolor
y la tristeza que supone esta situación,
pedimos al Señor resucitado
que la alegría de su victoria
inunde nuestro corazón y abra el horizonte a la esperanza.
Preparémonos ahora a abrir nuestros corazones,
guardando un momento de silencio.
Después de tres minutos de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
El guía de la celebración sigue diciendo: 
Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y de este modo se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.
Sigue el rito penitencial:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.Muéstranos, Señor, tu misericordia.Y danos tu salvación.
Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Se pronuncia o canta:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Recitamos el Gloria.
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre. 
Amén.
Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.
ORACIÓN
El guía de la celebración recita la siguiente oración:
Dios de eterna misericordia,
que reanimas la fe de este pueblo a ti consagrado
con la celebración anual de las fiestas pascuales,
aumenta en nosotros los dones de tu gracia,
para que todos comprendamos mejor la excelencia del bautismo
que nos ha purificado,
la grandeza del Espíritu que nos ha regenerado
y el precio de la Sangre que nos ha redimido.
Por Jesucristo nuestro Señor,
R/. Amén
Nos sentamos. El lector asignado lee la primera lectura.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 14. 22-33)
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción.
Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo’’.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
El mismo lector u otro asignado lee el Salmo 15.
SALMO RESPONSORIAL
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, pues eres me refugio.
Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en sus manos.
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor
y con él a mi lado, jamás tropezaré.

R/. 
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Por eso se me alegran el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte
ni dejarás que sufra yo la corrupción.
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti.
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.

El lector encargado de la segunda lectura se levanta para leer,
mientras el resto de la asamblea permanece sentado.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1, 17-21)
Hermanos: Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la conducta de cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial durante su peregrinar por la tierra.
Bien saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo y, por amor a ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
EVANGELIO
Para aclamar el Evangelio, cantamos el Aleluya triunfal.
Todos se ponen de pie.
R/. Aleluya, aleluyaaleluya.
Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
El lector establecido lee el Evangelio,
mientras los presentes permanecen de pie.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 13-35)
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todos aclaman:
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Todos se sientan. El guía repite lentamente,
como si se tratara de un eco lejano:
“Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas”.

Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.  
Nos levantamos para profesar el Credo.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
ORACIÓN UNIVERSAL
Si los presentes han preparado la Oración de los fieles, pueden pasar a presentarlas.
Si no se han preparado, pueden elevarse estas oraciones que aquí presentamos. El guía de la celebración dice:
Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús, y él nos ha rescatado del pecado y de la muerte. Dirijámonos confiadamente a él diciendo:
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia: para que, alimentada por el Pan y la palabra, lleve a cabo una renovada evangelización, haciendo renacer la fe en quienes la han perdido, fortaleciéndola en los que dudan y abriendo paso a Jesucristo en los corazones que lo buscan. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por todos los cristianos: para que, conscientes del triunfo de Cristo sobre la muerte y el pecado, nuestra vida sea para muchos la prueba de la cercanía de Dios a los hombres. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por los excluidos, los explotados, los que no cuentan en la sociedad: para que descubran que Jesús está cerca de ellos y haga arder en sus corazones la esperanza, la paz y el amor de Dios, que quiere rescatarlos. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Por los seminarios, noviciados y casas de formación: para que, con fidelidad creciente, sus miembros respondan a los dones que Dios les concede en este tiempo de gracia, y sean muchos los jóvenes que respondan generosamente con su vida al servicio del evangelio. Oremos.

R/.
 Te lo pedimos, Señor.
Por todos nosotros: para que seamos testigos de Cristo resucitado. Oremos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
Pueden elevarse otras intenciones de oración.
Manifiéstate, Señor, en nuestras vidas, explícanos el sentido de las Escrituras, y ayúdanos a reconocerte en la fracción del pan y cada vez que compartimos nuestros bienes con los más necesitados. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

PADRE NUESTRO
El que guía la celebración introduce el Padre Nuestro.
Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Se reza o canta el Padre Nuestro:
Padre nuestro,que estás en el cielo,santificado sea tu nombre;venga a nosotros tu reino;hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.Danos hoy nuestro pan de cada día;perdona nuestras ofensas,como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;no nos dejes caer en la tentación,y líbranos del mal.
E inmediatamente todos proclaman:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El guía sigue diciendo:
Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.
Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.Nos sentamos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
El guía dice:
Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.
El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.
El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.
Podemos ahora  inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.
Pausa en silencio
En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.
Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
Podemos aclamar o cantar el Aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Todos juntos mirando hacia la cruz,
piden la bendición del Señor:
La persona que guía la celebración, con las manos juntas, 
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:
Dios Padre, que por la resurrección de su Unigénito
nos ha redimido y nos ha dado la gracia de la adopción filial
nos colme con el gozo de su bendición.
R/. Amén.
Cristo, que por su redención nos obtuvo la perfecta libertad,
nos conceda participar de la herencia eterna.
R/. Amén.
Y que, resucitados con él en el bautismo por la fe,
por medio de una vida santa
podamos llegar a la patria celestial.
R/. Amén.
Y todos juntos, con las manos unidas, dicen:
Y la gracia de Dios descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre. Amén.
Todos hacen la señal de la cruz.Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.

Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.


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Para seguir santificando la Resurrección del Señor, Aleteia presentará para cada domingo y fiesta del tiempo pascual propuestas para la celebración de la Palabra en casa. De este modo, usted podrá seguir celebrando el día del Señor en tiempo de confinamiento para la gloria de Dios y la salvación del mundo.
Para seguir santificando cada día, ayudará mucho la renovación de la venerable tradición de las vísperas en familia, hacia el final de la tarde, siguiendo la Liturgia de las Horas, o podrá recitarse la Oración de la tarde, que puede consultarse aquí.


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