Una de la prácticas más piadosas cuidada siempre por la Iglesia Católica ha sido la de la COMUNIÓN ESPIRITUAL. Son muchos los santos o directores de almas y escritores religiosos que han escrito fórmulas, a lo largo de los siglos, para hacer un acto de fe en la Presencia Real, para paliar el abandono de la Eucaristía, y con el deseo de recibir a Jesús Eucaristía.
1. Comunión del VENERABLE RAFAEL MARÍA MERRY DEL VAL. Yo la rezo con mucha frecuencia. La escribió en Roma, el 14 de julio de 1902:
A vuestros pies me postro, ¡oh Jesús mío!, y os ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante vuestra santa Presencia. OS ADORO en el Sacramento de vuestro Amor, la inefable Eucaristía, y DESEO RECIBIROS en la pobre morada que os ofrece mi alma. ESPERANDO LA DICHA DE LA COMUNIÓN SACRAMENTAL, quiero poseeros en espíritu. VENID A MÍ, puesto que yo vengo a Vos, ¡oh mi Jesús!, y que vuestro amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. CREO EN VOS y ESPERO EN VOS. OS AMO. Así sea.
Es el autor de las famosas Letanías de la Humildad:
2. Sin duda, una de las más populares y repetidas es la compuesta por SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER. Aquí con su letra autógrafa:
El fundador del Opus Dei la había tomado de un antiguo catecismo de 1800:
3. Cómo no, esta de SAN MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA, el Obispo de los Sagrarios Abandonados, pura alma eucarística:
4. También muy conocida la de SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO. Doctor de la Iglesia, es el patrono de los abogados católicos, de los moralistas y de los confesores. Escribió más de 111 obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología moral, y Las glorias de María, uno de los más renombrados libros sobre temas marianos:
5. SAN JUAN MARÍA BAUTISTA VIANNEY decía sobre la comunión espiritual: «Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual».
Esta preciosa oración compuesta por el santo Cura de Ars puede servirnos para hacerla, diciendo al final ¡Ven a mi corazón, oh Jesús!
Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin amarte.
Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente.
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo,
quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Te amo, oh mi Dios Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, dame la gracia de morir amándote
y sabiendo que te amo. Amén.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin amarte.
Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente.
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo,
quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Te amo, oh mi Dios Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, dame la gracia de morir amándote
y sabiendo que te amo. Amén.
6. San Francisco de Asís decía «cuando no puedo asistir a la Santa Misa, adoro el Cuerpo de Cristo con los ojos del espíritu en la oración, lo mismo que le adoro cuando le veo en la Misa». Y santa Teresa de Jesús: «cuando no podáis comulgar ni oír Misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho».
Por su parte, SAN ANTONIO MARÍA CLARET afirma: «Tendré una capilla fabricada en medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto espiritual». En su libro Camino recto y seguro para llegar al Cielo encontramos esta bella comunión espiritual. Antes afirma "consiste, pues, esta comunión espiritual en un inflamado deseo de recibir a Jesús sacramentalmente":
¡Oh Jesus y Señor mío!... creo firmísimamente que Vos estáis realmente en el augusto Sacramento del Altar. ¡Ay, Dios mío! ¡qué feliz sería mi suerte, si pudiera recibiros en mi corazón!... Espero, Señor, que Vos vendréis a él, y le llenaréis de vuestra gracia.
Os amo, mi dulcísimo Jesús... ¡Que no os haya amado siempre!, ¡ojalá que nunca os hubiera ofendido ni agraviado, dulcísimo Jesús de mi corazón!... yo deseo recibiros en mi pobre morada.
Aquí calla, adora y entrégate a Jesús sin reserva. Crede et manducasti (cree, y ya has comido), dice San Agustín. Si con fe viva deseas comulgar, ya comulgaste espiritualmente (edición de 1851; páginas 41-42).
Un privilegio incomparable tuvo el santo (y así se presenta iconográficamente) del que fue objeto fue la conservación de las especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su Autobiografía: "El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior. También tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me lo manifestaba el Señor en otras oraciones."
7. Finalmente esta es la que las monjas del colegio "Compañía de María" de Talavera de la Reina enseñan a las niñas que no pueden comulgar, porque no están en edad de ello (los primeros cursos de primaria) y para las que se están preparando a recibir la primera comunión. También la compuso SAN MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA:
Victor in Vinculis, Aleteia
Vea también Comunión de los divorciados y vueltos a casar
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