La cuarentena nos vuelve hacia dentro para reencontrarnos con nuestros orígenes, recuerdos y valores en la calidez del hogar
El #YoMeQuedoEnCasa es un acto de responsabilidad y solidaridad de puertas para afuera, para con los demás. Al mismo tiempo, el confinamiento es una oportunidad de oro para todos de puertas para adentro, una oportunidad para recuperar y explotar lo bueno que tenemos.
María es enfermera y madre de familia en Madrid, casada y con cinco hijos y ha dicho “en casa estamos bien. Estoy haciendo con los niños cosas que nunca he tenido tiempo de hacer antes. De hecho, me da hasta un poco de pena y miedo volver al huracán de vida que teníamos antes”.
¿Qué ha significado el volver a casa? Al principio caos frente a lo inesperado, de repente estábamos allí intentando adaptarnos entre todos, pero volver a casa y vivir el hogar nos ha dado la experiencia de una cotidianidad diferente y más consciente. Y es que con un enfoque adecuado, volver al origen sana y anima.
Esto fue lo que le sucedió al joven Don Bosco cuando sufrió una gran crisis tanto en su salud como en su fe. Don Cafasso, quien era su director espiritual en ese momento, lo envió a que vaya a su hogar y comparta el tiempo con su mamá Margarita donde encontró rehabilitarse.
Y es que como le ocurrió a este santo, el volver al hogar puede fortalecernos mucho ya que es un lugar propicio para llenarse de herramientas útiles para cuando nos toque salir otra vez y una base a la que podemos regresar para recoger más cuando lo necesitemos.
Para muchos el hogar se asocia a la idea de calidez. Hay hogar cuando no solo vivimos bajo un mismo techo, sino cuando hay vida en él. No es el edificio ni el mobiliario. Son el afecto y el cuidado que se transmiten en las cosas y hacen que deje de ser un sitio donde simplemente comemos y dormimos, para vivir el amor doméstico.
El aroma en el aire del estofado que se va haciendo lentamente o aquellos olores deliciosos de las galletas que avisan desde el horno antes que se quemen. Cada comida no solo es un alimento para el cuerpo, sino también para el alma y eso hace al hogar.
El olor de la salsa hecha con cariño que vuelve a hacerse presente, las pequeñas cosas que tal vez estaban un poco olvidadas como el recetario de la abuela que había quedado archivado y muchas otras cosas más que habían pasado a un segundo plano por falta de tiempo, el trabajo o la distancia y ahora han sido recuperadas.
Hoy podemos recordar las cosas bonitas e importantes que hemos vivido y que muestran como somos. Tenemos la oportunidad de llenar de vida nuestra casa de nuevo y transformarla en hogar: un sitio donde podemos volver a protegernos, ayudarnos y compartir.
Y es que cuando volvemos a lo que nos hizo lo que somos, recuperamos muchos sentidos que estaban escondidos y con ellos una nueva dirección con una misión y la verdad de que los que están a nuestro lado necesitan de nosotros.
El hogar también se hace con el calor de una familia que reza. En estos momentos en los que se tienen conocidos enfermos u hospitalizados, son muchas las familias que han comenzado a rezar juntos como parte de la rutina diaria. Este es el caso de Blanca que ha incorporado el rezo del santo rosario en familia:
“Lo comenzamos a hacer a las 20.30 mientras mi marido paseaba con la bebé para dejarla dormida, y mi mayor y yo recogíamos la cocina. Y ahora, por videoconferencia, nos unimos a mis hermanos y padres que, desde diferentes puntos de la geografía española, nos vemos las caras para rezar”.
Una casa materialmente proporciona refugio, pero el hogar es aquél sitio donde se resisten las tormentas de la vida y se celebran los días de sol. En nuestras casas hay tantos tesoros escondidos: reliquias familiares, murales de fotos, trofeos, cartas, un edredón de la abuela sobre el pie de una cama, la vajilla de boda de nuestros padres.
Aquél sitio al lado de la ventana no es solamente un espacio físico, sino aquel lugar donde estabas parada cuando te enteraste que estabas embarazada de tu hijo, aquella pared es la que pintaste un verano con tu esposo o los recuerdos de cada Nochebuena o un simple domingo por la tarde que quedaron plasmados en aquella mesa del comedor.
Encontrarnos con estos valores, objetos y espacios de nuestra historia pasada, revitalizan la historia de nuestro presente. Es el momento perfecto para sacarlos a la luz, dejarlos a la vista, contarlos, remodelarlos, ser creativos con ellos y recobrar su significado como espectadores de una casa que es depósito de experiencia de vida.
La vida en familia hace al hogar y es un espacio importante que hoy podemos recuperar. En el hogar nos reencontramos con la vida. Una vida que puede pasar por nosotros y dejarnos marcas, pero que al final nos hacen más capaces de dar y querer ser generosos con los demás. Quedarnos hoy en casa nos humaniza, nos permite vernos otra vez como personas.
Cecilia Zinicola, Aleteia
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