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lunes, 20 de diciembre de 2021

Evangelio del día

 
Lucas 1:26-38
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret

La Anunciación,
pintada por Joos van Cleve (1485-1540/41),

Evangelio según San Lucas 1,26-38.

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Beato María-Eugenio del Niño Jesús (1894-1967)
carmelita, fundador de Nuestra Señora de Vida
La ofrenda de sí mismo (Je veux voir Dieu, Carmel, 1949), trad. sc©evangelizo.org


« Yo soy la servidora del Señor »

La ofrenda de sí mismo debe subir sin cesar del alma como la expresión más perfecta del amor y como una provocación continua a la misericordia divina. Por ella, el alma respira y aspira el amor, se purifica y se une a su Dios. (...)
La Virgen María, llena de gracia por el Espíritu Santo e inmersa en la luz simple de Dios, tenía todas sus energías apaciblemente tendidas hacia la realización de la voluntad divina. He aquí que el arcángel Gabriel aparece y la saluda. La Virgen está un instante turbada por esa presencia y esa alabanza. Pero su sentido espiritual afinado pronto reconoce la cualidad sobrenatural de su mensajero. (…) María comprende: el ángel le propone devenir madre del Mesías. No había ni pensado, ya que no se tenía en cuenta ella misma. La simplicidad de su gracia le velaba la inmensidad. Sólo conocía a Dios y su voluntad. Delante de la perspectiva que se abría de pronto delante de ella, sólo hará una pregunta, ya que le preocupa su virginidad. “¿Cómo puede ser eso si yo no tengo relación con ningún hombre?” Es asegurada por el ángel, que responde “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. La Virgen María, sin dudar, no pide unos días para reflexionar y consultar, ni algunos instantes para prepararse. Por ella y por toda la humanidad, da su adhesión al más sublime y más terrible de los acuerdos: la unión en su seno de la humanidad y la divinidad, el Calvario y el misterio de la Iglesia.
Y el Verbo se hizo carne, gracias al Fiat de la Virgen, que una disposición de ofrenda completa e indeterminada, desde largo tiempo había preparado en su alma suave y dócil. También en nuestras almas, el don de sí provoca las divinas fuerzas y nos prepara a un Fiat fecundo. (EDD)


Oración


Una humilde oración para recordar el anuncio del ángel Gabriel y el sí de María:

Sea bendito, oh María, aquel saludo celeste que dio al anunciarte el ángel de Dios. Ave María…
Sea bendita, oh María, aquella gracia sublime de la que plena te predicó el ángel de Dios. Ave María…
Sea bendito, oh María, aquel anuncio feliz que desde el cielo te trajo el ángel de Dios. Ave María…
Sea bendita, oh María, aquella profunda humildad, con la que te declaraste Esclava de Dios. Ave María…
Sea bendita, oh María, aquella perfecta resignación con la que te subyugaste a la voluntad de Dios. Ave María…
Sea bendita, oh María, aquella angélica pureza con que recibiste en tu vientre al Verbo de Dios. Ave María…
Sea bendito, oh María, aquel bienaventurado momento en el que de tu carne vestiste al Hijo de Dios. Ave María…
Sea bendito, oh María, aquel afortunado momento en el que te convertiste en madre del Hijo de Dios. Ave María…
Sea bendito, oh María, aquel afortunado momento, en que comenzó la humana salud con la Encarnación del Hijo de Dios. Ave María…




























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