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lunes, 13 de diciembre de 2021

Evangelio del día


 

Evangelio según San Mateo 21,23-27.

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?".
Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'Del cielo', él nos dirá: 'Entonces, ¿por qué no creyeron en él?'.
Y si decimos: 'De los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta".
Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". El, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 12, 6-8


«¿Por qué no habéis creído en su palabra?»

       Los profetas fueron enviados con Moisés para curar al pueblo; lo intentaron con lágrimas pero no pudieron dominar el mal, tal como lo dice uno de ellos: «La felicidad ha desparecido del país, no queda ni un justo entre los hombres.» (Mi 7,2)... «Desde la planta del pie hasta la cabeza no queda nada sano: todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite.» (Is 1,6) Los profetas, agotados por las lágrimas decían: «Ojala venga desde Sión la salvación de Israel.» (Sal 13,7) Las llagas de la humanidad sobrepasan los remedios que tenemos. Los hombres mataron a los profetas y arrasaron tu santuario (cf 1R 19,10) Nuestra miseria no puede ser sanada por nosotros mismos. Eres Tú quien tienes que obrar nuestra curación.      
El Señor escuchó la oración de los profetas. El Padre no ha despreciado nuestra raza asesina. Ha enviado del cielo a su propio Hijo como médico. «Mirad, yo envío mi mensajero a preparar el camino delante de mí y de pronto vendrá a su templo.» (Mi 3,1) allí donde lapidasteis a su profeta. (cf 1Cr 24,11)... Dios mismo dijo también: «Vendré y habitaré en medio de ellos y muchos pueblos ser refugiarán en la presencia del Señor.» (Sal ¿) ...Ahora voy a venir y reunir a todos los pueblos, de todas las lenguas, porque «vino a los suyos pero los suyos no la recibieron.» (Jn 1,11)
      Tú vienes y ¿qué darás a las naciones? «Pondré en medio de ellos una señal y mandaré algunos de sus supervivientes a las naciones...» (Is 66,19) En efecto, luego del combate de la cruz, marcaré a cada uno de mis soldados con el sello real (cf Ap 7,4) Y otro profeta dice: «Inclinó los cielos y bajó, con nubarrones bajo sus pies.» (Sal 17,10) Pero su venida ha quedado ignorada por los hombres. (EDD)

Oración

ORACIÓN POR LA FE

 

Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti

Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre, es decir, que cuente con la aportación personal de mi opción, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta y que exprese el culmen decisivo de mi personalidad: creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea cierta: cierta por una congruencia exterior de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo, cierta por su luz confortadora, por su conclusión pacificadora, por su connaturalidad sosegante.

Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades de los múltiples problemas que llena nuestra vida crepuscular, que no tema las adversidades de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continua superando las dificultades dialécticas y espirituales entre las cuales se desenvuelve nuestra existencia temporal.

Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que irradie en el coloquio sagrado y profano la bienaventuranza original de su afortunada posesión.

Señor, haz que mi fe sea activa y dé a la caridad las razones de su expansión moral de modo que sea verdadera amistad contigo y sea tuya en las obras, en los sufrimientos, en la espera de la revelación final, que sea una continua búsqueda, un testimonio continuo, una continua esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde y no presuma de fundarse sobre la experiencia de mi pensamiento y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo, y no tenga otra garantía mejor que la docilidad a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia. Amén.

 S. Paulo VI

(Pronunciada en la Audiencia general del 30 de octubre de 1968)

L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 2 de agosto de 1981, p-3.




























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